Ella caminaba por las llanas planicies desérticas, mirando alrededor para ver solo cómo la arena se extendía hasta cruzarse a kilómetros de distancia con el cielo de color grisáceo. Con la vista al frente, siguió caminando, esperando encontrar algo, lo que sea que le brindara una pizca de novedad a su vida. No se percató cuando dejó de pisar arena y llegó a un suelo rocoso, al frente, inmensas piedras formaban un laberinto. Se adentró, esperando llegar al tesoro en el centro, solo para perderse aún más entre las rocas secas. El calor de estas golpeaba sin piedad, estaba a punto de colapsar, hasta que llegó a una puerta. Se detuvo, contempló esta, vio el marco color blanco y la madera café oscura que la formaba. Se preguntaba si sería capaz de cruzar la puerta, si valdría la pena. ¿Podría ser este el comienzo de algo maravilloso y nuevo o solo un sueño que no se podrá concretar? Al final desistió, sus pensamientos se concentraban en el llano desierto, no sería capaz de dejarlo.
Despertó cuando un haz de luz que se colaba por las cortinas rotas le golpeó la cara. Se sentó, se tocó la frente, estaba sudando. Se levantó, se puso sus viejos zapatos que le quedaban una talla más pequeña de la que necesitaba y caminó al baño, donde se percató de que su almohada le dejó marcas en la cara. Aquello le frustró mucho. Se desnudó y se metió a la ducha, donde una voz robótica dijo "el agua está pura en un 97.3%, ¿desplegar?", a lo que ella respondió "Sí, como sea". Se afirmó de la pared y un chorro de agua potente le golpeó la piel, ahogó un gemido. Por 3 segundos el chorro le golpeaba hasta que por fin se detuvo. Respiró fuertemente, el dolor por lo general duraba unos 5 minutos, pero eso no quitaba que fuera sumamente molesto. Salió de la ducha, se secó con una toalla, y procedió a vestirse. Lyra era una joven de 19 años, aunque aparentaba 17. Era morena, de pelo castaño y crespo, sumamente crespo, sus rizos la hacían reconocible a una distancia increíblemente larga. Sus dientes eran blancos, aunque sus paletas eran algo grandes, cosa de la que se avergonzaba, y sus ojos eran de un color azul suave.
Salió del baño para llegar a la cama en la que se encontraba postrado su padre, conectado a sensores cardiacos y tubos que le daban fluidos. Ella le miró con cierto desdén, pero preocupada, no por él, sino por sí misma, porque mantenerlo con vida era algo complicado. Si bien, el hospital tenía la obligación de mantener a la gente viva por una pequeña cuota (que para Lyra, no lo era), se reservaban el derecho a darles comida debido a la escasez que había en el mundo, por lo que ella debía conseguir comida diariamente. Se acercó al moribundo hombre y le alimentó con unos trozos de pan delgado con mantequilla. Aquel trabajo era sumamente tedioso, sobre todo por el hecho de que no era fácil alimentar a su padre. A decir verdad, él no estaba del todo consciente, rara vez despertaba de su sueño y era solo por unos minutos.
- Papá por favor, abre la boca - No hubo respuesta. Le tomó de la nuca, lo levantó y metió un trozo de pan seguido por un sorbo de agua embotellada. El hombre masticó débilmente por 30 segundos hasta tragar. Si tan solo tuviese una juguera sería todo más rápido, metería la comida allí y le daría un batido, se decía a sí misma.
Al terminar, tomó la mano de su padre, le dio un beso en la frente y salió de la habitación. Los pasillos del hospital eran sumamente largos, teñidos de un color azulado por las luces de neón que recorrían todos los rincones del edificio. Había pocos doctores, no mucha gente podía aspirar a ello, y los que lo lograban solían ser personas de mal carácter, cosa por la que Lyra no hablaba nunca con ellos salvo que tuviera que hacerlo, como cuando a su padre le daban ataques de tos o cuando se le cortaba la respiración. Una vez pasó un susto enorme, hacía un par de meses. Ella estaba dormida en una silla a su lado, cuando de la nada, a su padre le entró una tos horrible, sonaba seca, como si el aire estuviera forzando su camino para lograr salir de los pulmones, raspando toda su garganta y cortando a tajadas su tráquea. Ella intentó aliviarlo, hablarle, tranquilizarlo, pero todo fue en vano. Salió al pasillo y tomó al primer hombre de bata que encontró, "¡mi padre necesita ayuda!", gimoteó. El hombre le quitó la mano de encima con un gesto brusco, y entró a la habitación. Analizó por unos segundos y habló.

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Lux Lyra
Ciencia FicciónLyra, una chica lidiando con la ansiedad y el estrés de sus duras responsabilidades. Lux, un chico hundido en la tristeza de vivir en un mundo donde la soledad es su única compañía. Ambos se necesitan, ninguno quiere admitirlo. Cientos de años desde...