Las calles solitarias de la ciudad, cubiertas por la inmensidad de las nubes, bajo el ataque de gotas guerreras, que no buscan nada, pero aún así siguen cayendo. El vacío de las profundidades, lugar en el qué casi ninguno se atreve a entrar, especialmente por esta soledad, por esta angustia que se percibe en el aire.
Todo empezó cuando él me preguntó la hora, lo hizo de una manera tan repentina, que por unos cuantos segundos, no supe que responderle. No me miraba, parecía que su silencio dijera más que las palabras recientemente mencionadas. Concentración absoluta.
- son las 18:17.
Él no dijo nada, quizás no tenía intención de responderme, quizás nunca me escuchó, de cualquier manera, no sé si una palabra hubiera bastado realmente, creo que la simple existencia de su silencio ya era lo suficiente para mí.
Nunca pensé recordar algo como esto por tanto tiempo, la sencillez a veces asombra, especialmente cuando ella dijo que no se veía bonita, se observaba en el reflejo de los autos al pasar, de reojo, como si no quisiera ser vista. Me impresionó que fuese tan abiertamente sincera con sus sentimientos. Pensaba que todos deberíamos tener algo de eso, nunca me gustó la custodia rígida del sentir, pero algunas veces la extraño. Decidí caminar más lento, ella creía que yo la estaba siguiendo (cosa que con el tiempo, yo también sentí), pero, ¿por qué culparme?, ¿por qué entorpecer el asombro de un chico entusiasmado?, entusiasmado con la belleza de la verdad, que suele ser para todos diferente, yo solía quería seguir escuchando su sinceridad, y responderle lo contrario.
No siempre fue divertido, de hecho, fueron muy pocas las veces como esta.Éste se trataba de un chico extrovertido, siempre decía mucho, le gustaba ser escuchado, uno de mis compañeros de clase mas reconocibles, recientemente había vuelto a clases, de un supuesto viaje, que, según lo que decía, había cambiado su vida. Hablaba tanto que su extensa expresión me retraía, nunca quise decirle que se callara, ¿para qué pausar la felicidad de una persona que obtiene la atención que desea? Quisiera nunca haberle hablado, tampoco creo que sea mi culpa, después de todo, yo sólo quería contestarle, porque esta vez nadie le prestaba atención, yo quería que él se sintiera escuchado, una vez más, ya que yo siempre quise sentirme así. Él nunca volvió a ser el mismo, mis palabras hicieron que se cuestionase muchas cosas, de hecho ni siquiera dijo nada, sólo salió, omitiendo mi presencia una vez, y nunca regresó. Su madre dice que no le gusta salir de su habitación, ya no quiere tomar sus pastillas y sólo escucha música, eso debe calmarlo. Dice que su tratamiento ya no tenía efecto, que además de voces, podía ver gente, y ya no sabía que era real o no.
Por esta razón ya no me gusta ir a clases a las 18:17.Este otro me caía bien, él nunca decía nada, parecía estar alejado del mundo entero, pero aún así hablaba conmigo, pero no le gustaban mis respuestas, se extrañaba con cada una de ellas. Siempre decía que estaba cansado, me preguntaba si todo esto valía la pena, eran preguntas dobles, así me gustaban llamarlas, porque eran para mí, y a la vez para sí mismo. Yo lo veía todos los fines de semana, tan frío como siempre, ambos entrabamos a trabajar a las 18:00 horas, eramos los únicos en el almacén. Tenía la rara costumbre de estar en silencio, y ponerse a cantar de la nada después de un rato, un cambio muy brusco, pero que le daba emoción a mis días. Pero, esta es una de las veces en que no todo fue divertido, me gustaría no haber colaborado en su desaparición, porque nunca quise hacerle daño, él me caía bien, un joven incomprendido, al igual que yo.
- me pregunto si a alguien más le dan ganas de ocultarse y de no ser encontrado, aunque sea por unas horas, o días, quizás soy sólo yo... y en cualquier caso, ¿cuál será el lugar perfecto para hacerlo? -soltó.
Pregunta repentina, justo después del desolador ruido de la nada, como de costumbre. El destino a veces tiene casualidades desafortunadas.
- siempre me llamó la atención el subterráneo de la casa antigua de mis padres, nunca nadie me encontraba cuando me escondía allí, su entrada era casi secreta, y pasaba horas dibujando. Ya nadie va a ese lugar, de vez en cuando quiero desaparecer, entonces, voy a esa casa los miércoles a pasar la noche -le dije.
- ¿cómo lo sabes?
Sus repuestas solían ser muy aleatorias, algunas veces agradecía, otras veces me convidaba de su silencio, pero las que más me marcaban, eran respuestas como estas, las que parecían ignorar nuestra conversación previa, como si mis oraciones rompieran poco a poco su visión del mundo, o como si cada vez fuera confundiéndose más en el mío.
Me gusta mirar la nada a las 18:17, fundamentalmente porque ahí empezó todo. En aquella casa vieja, en aquel lugar de calma, donde no tengo que soportar los ruidos de los vecinos, decidiendo que hacer con sus cercanos, pidiéndole a Dios algo de cambio, gritando sus nefastas reacciones vulgares y sus más preciados deseos carnales, o enfadados porque alguien interrumpió su deleite cruzándose frente al televisor. El mundo se convirtió en un lugar horrible, y es por eso que estoy aquí. Son las 18:17, no se escucha nada, el pleno y codisiado silencio de una casa vieja.
Me gustaría no haber ahuyentado a tanta gente, la soledad no habla, y aún así ya está diciendo mucho, día a día me repite lo mismo, lo desafortunado de mi destino, lo irreal de mi existencia, lo sombrío de mis virtudes, y nunca quiere callarse, nunca quisieron callarse. Desde aquel hombre que necesitaba la hora, aquella chica con despreció a su imagen, o el muchacho que no quiere salir de casa, e incluso aquel que desapareció, y aún así veo todos los miércoles.
Son las 18:17, y no escucho nada, porque estoy solo, ya no son sólo los miércoles, ahora son todos los días. La gente dice cosas raras desde que los cubre bocas son obligatorios, pero no es culpa mía, creo que no lo es, claro que no, no es mi culpa que las personas quieran hablarme, aunque no puedan hacerlo, que me digan todo, sin siquiera mover la boca. Son las 18:17, y estoy solo, sólo por precaución, porque ahí empezó todo, porque así pasa todas las tardes, mi suerte me ha jugado una mala pasada, pero nunca había podido ver sus bocas, por lo tanto no es culpa mía, sólo debo esperar a las 18:20, que es cuando todo termina y el desconocido encanto se desvanece. No es culpa mía que pueda escuchar lo que no dicen a nadie, lo que se guardan para sí, el lugar más oculto y recóndito entre sus pensamientos, al igual que este subterráneo. No es culpa mía tener este don. No es culpa mía que pueda leer sus mentes a las 18:17.
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Relatos De Una Noche
RandomA lo largo de este libro, voy a relatar las historias más interesantes recuperadas desde mis sueños, algunas de las que nunca cuento, pero que con un toque de escritura, creo que merecen la pena contar.