Oscuridad, la misma que me transmite paz, aunque afuera una tormenta intente entrar a la casa. Oscuridad, la misma que me recuerda al calor de mi cama cuando estoy durmiendo, ese cúmulo de frazadas que me protegen, muchas veces de la misma oscuridad. Oscuridad, me está saludando, a pesar de no ver sus manos, incluso si no las tuviera, a pesar de no escuchar su voz, aunque no pudiese emitir un sólo sonido, pero sé que lo hace, ¿qué otra explicación tendría?, muchas veces me siento su prisionero.
Resultó curioso, porque no era de noche, aunque yo pensaba que sí, pero muchas veces no importa lo que yo crea o quiera, hay cosas que no puedo controlar, ¿crees que debería?, uno, dos, tres, conté, ¿con quién habló?, creo que conmigo mismo, es inútil hacerme preguntas cuando contesto de inmediato (pero algunas veces no).
- es hora de levantarse.
¿Levantarme?, ¿en dónde estoy siquiera existe el tiempo?, no, eso no es lo que quiero saber, porque la respuesta me seria indiferente. ¿Acaso importa el tiempo?, creo que nadie puede responderlo, porque a veces parece que estoy solo, pero alguien me contesta, ¿será esa oscuridad?, no, ella no habla, entonces soy yo mismo, sí eso debe ser. ¿No crees que estás loco por creelo? No, porque estoy seguro de ello.
- ¿qué hora es?
- ya serán las 10 de la mañana - respondió mi madre - recuerda que quedaste en salir con tus amigos.
Es verdad, se me había olvidado. ¿Es eso?, ¿o es que no lo sabia? En fin, mi habitación tan amplia y perfectamente organizada me ofrecía quedarme un poco más en la cama, después de todo hacía frío, ese frío que sólo se puede sentir bajo la nieve, la misma que cubría la pequeña ventana en mi techo, de la que sólo emergía un mísero rayo de luz, la luz más extraña que había visto, porque de algún modo me llamaba, me atraía, y cuanto más la miraba, más ganas de descifrarla me venían. Ya era tarde, pensé, tenía que levantarme, seguramente mis amigos ya deben estar por reunirse, y yo aquí acostado, pero, supongo que el tiempo no le importa mucho a un adolescente, excepto a mí, ya que mis ganas luchaban conmigo mismo para darme la motivación. Debo levantarme, ya que, en el fondo quiero ver a mis amigos, ellos me hacen bien, suelen hacerme sentir que los dolores no importan, y también deseo verla a ella.
Me levanté de un salto, y de la misma manera el frío desapareció, es raro porque yo sólo pensé en dejar de tener frío, y el frío se fue, desde el cielo caía nieve y yo sin polera, supongo que mi mente es capaz de controlar a mi cuerpo, ¿realmente puede hacer eso?, y si es así, ¿qué es capaz de hacer?, y si ese es el caso, ¿soy yo realmente el que controla a mi mente?, eran preguntas que yo mismo no podía responder, pero mi mente me dijo que sí, y yo decidí creerle.
¿Ella?, recordé de manera sorpresiva, ¿por qué tengo ganas de verla a ella?, ¿quién es ella?, y ¿por qué la extraño tanto?, la curiosidad inundaba mis pensamientos de manera incomprensible, porque en el fondo, yo tampoco sabía a qué me refería.
El choque que había tenido hace algunos momentos me dejó alterado, no era posible que tantas confusiones surjan apenas despertar.
- ¿qué te sucede? - preguntó mamá, intentando parecer preocupada, pero yo sólo veía la vacía expresión de su rostro, cubierta por cabellos negros que no me dejaban ver sus ojos, pero el sólo hecho de contar con su presencia, era suficiente para saber que ella era más fría que la nieve de afuera.
- no lo sé - respondí instintivamente, ni siquiera había notado el momento en que bajé la escalera - ¿cómo es que llegamos aquí mamá? - le pregunté, para resolver una de esas típicas dudas que se te vienen a la cabeza.
- tu padre falleció cuando tenías 3 años, nuestro sueño siempre fue venir a Alaska, y aquí estamos - respondió de manera rápida y precisa.
Era una historia pobre, yo lo sabía, pero no tenía intención de seguir descubriendo nuestro origen, no quería saber el porqué papá había muerto, ni porqué mi hermana no existía, eso no tenía otro sentido mas que arruinarme el día, y si ese era el caso, probablemente no debía meterme en ese terreno, ¿por qué no?, ¿tienes miedo?, no, no lo tengo, sólo creo que me produce inseguridad, por eso no debo preguntar, además, no tiene sentido preguntar las cosas que ya sé, pero un momento, ¿las sé?, ¿las conozco de verdad?, ¿o sólo me convenzo a mí mismo de saberlas? No importaba, después de todo, ¿quién soy yo para ganarle a mi mente? Soy un joven común, que se prepara para salir con sus amistades, sin haber tomado desayuno, porque no tengo hambre, ¿no tengo hambre?, seguía pensando entre mí, tampoco tengo sueño, algo que podría ser común al momento de despertar y dormir tantas horas, ¿cuánto dormí?, ¿dormí realmente?, ¿por qué no tengo hambre?, ¿por qué no recuerdo que pasó ayer? De cualquier manera, no tenía sentido seguir pensando en preguntas, porque eso me llevaría a mamá, y a preguntarle las cosas a ella, y ya no tenía ganas de hacerlo, pues tampoco hacía falta, porque yo ya lo había descifrado, ese no era mi hogar, la casa en la que estaba parado no era mía, mi cuerpo se parecía mucho al mío, pero no lo era, yo no vivía en Alaska, mi padre no había muerto, y a "ella" no tenía razones para extrañarla. Lo tenía más que claro, esto debía ser un sueño, un sueño del cual ya era consciente, y del que sólo me quedaba esperar para despertarme.
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Relatos De Una Noche
De TodoA lo largo de este libro, voy a relatar las historias más interesantes recuperadas desde mis sueños, algunas de las que nunca cuento, pero que con un toque de escritura, creo que merecen la pena contar.