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Estaba sudando.

Con cierta aprensión y sabiendo que no era una cuestión climática, Yasuhiro Mucho estiró el cuello desde la puerta de la cocina y escudriñó con los ojos entrecerrados la pantalla del televisor de 60 pulgadas que descansaba sobre un mueble de roble específicamente construido para su gran tamaño. En el canal de noticias que había dejado al azar como sonido ambiente estaban hablando justamente de la temperatura.

De la gran nevada que había caído en Tokio la noche anterior y en cómo estaban intentando solucionar los contratiempos en las rutas. En las imágenes, habían grabado cómo los camiones se habían quedado literalmente estancados hasta el motor por el hielo.

Congelados.

La temperatura actual de aquella noche marcaba unos saludables 5 ºC.

Y Mucho estaba sudando.

Suspirando, observó con algo de preocupación la camisa de seda de tonos pasteles que había elegido ni bien había vuelto a su departamento a las carreras una vez concluida la reunión de Mikey. De hecho...no había sido la primera que había escogido, pero sí la que más le había llamado la atención por su sobriedad luego de haber vaciado el placard entero, las camisas y sacos desperdigados aún en sus perchas sobre la cama y el suelo.

Se desabrochó un botón más y con ese ya contaban cuatro en total. Al menos no la estaba ensuciando y tampoco percibía ningún aroma traicionero que lo delatara.

Suspiró, arrepentido igual de haberse vestido incluso antes de apagar el horno. Su mirada pasó entonces del televisor hacia el interior de la cocina nuevamente; allí la temperatura estaba agradable tirando a calurosa pero sin exagerar. Hacía unos 30 minutos había puesto la cena en el horno y el calor ya se había apoderado de todo el ambiente; mientras se aproximaba al horno, se agachaba y lo observaba sin mirar realmente, Mucho agradeció infinitamente el momento de iluminación mental que había tenido cuando le había dicho a Sanzu que fuese más tarde a su casa. De hecho, lo de la invitación había sido otro impulso probablemente producto de la respuesta favorable que Sanzu le había dado anteriormente.

Y menos mal que era invierno y la reunión había sido relativamente temprano, porque había llegado a su departamento como un poseso y había logrado una carrera contrarreloj de la que se sentía orgulloso: al tiempo que cocinaba la panceta, las verduras y la carne de ternera en una sartén había tenido que remover todo el placard en busca de la camisa acorde a la situación y, mientras se bañaba, la carne y la pasta se habían estado cocinando a fuego medio en una lucha porque el tiempo no se le hiciese demasiado escaso por el tipo de cena que se le había ocurrido preparar.

Otro impulso. Podría haber pedido comida tranquilamente sin tener que estar corriendo de una habitación a la otra, sin temor a que se le quemara la salsa ni a que el horno estuviese demasiado caliente. Pero no, debía elegir el camino difícil, por supuesto...

Un poco intranquilo, su mirada subió al reloj de pared. Faltaban 5 minutos para las 10 de la noche. Le había dicho a Sanzu —de manera demasiado despreocupada, ahora que lo recordaba mejor después de repasar la conversación escueta que habían tenido un mínimo de diez veces — que se pasara por allí más o menos a las 22 hs. También —mientras se acicalaba y cocinaba, todo en tiempo récord — había reparado mentalmente la dirección que le había dejado, el número, las referencias. ¿Había puesto atención en el piso y número de departamento?

Por supuesto que lo había hecho. Incluso le había sacado el papel de la mano a Sanzu para cerciorarse de que estuviesen todos los datos en el orden correcto.

No iba a caer en la tentación nefasta e irreversible de comenzar a revisar la pantalla de su celular en forma compulsiva. Repasando otra vez la conversación que habían mantenido mientras apagaba el horno y lo abría finalmente, se dijo a sí mismo por enésima vez que Sanzu le había confirmado dos veces consecutivas que iba a ir, que iba a cenar con él y que él mismo le había pasado bien todos los datos de su hogar.

Hasta que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora