Hace unos años encabecé los sucesos de importancia de todos los periódicos a nivel nacional, para ese entonces era el tema de conversación más entablado entre los ciudadanos. Las personas que no conocía repetían mi nombre al unísono y sin escucharlos podía oírlos.
Todo comenzó con aquella excursión que planifiqué con unos amigos durante bastantes meses, pese a ser una cuestión ligeramente infantil queríamos hacer de ese viaje un recuerdo que anexar a nuestras vivencias juntos. Nos conocimos desde chicos los cuatro, pasamos gran parte de nuestra infancia juntos y hasta la fecha aquel lazo continuaba forjado. Avisamos a nuestros parientes que nos ausentaríamos por más o menos una semana para dar inicio a nuestra expedición en una de las selvas mas ignotas del país. Steve, recién se había divorciado; Lucas y Antonio eran adictos a las drogas por problemas personales que no vale la pena acotar a estas instancias; yo era el menor de los cuatro y era también, el único que aún no se había casado.
El crepúsculo dio presencia advirtiéndonos que nuestra excursión había dado inicio, con gran incentivo armamos nuestro equipaje y acordamos encontrarnos en el terminal de pasajeros con el fin de esperar el medio de transporte que nos enviaría a nuestro punto de partida. Al adentrarnos a la selva teníamos por finalidad cruzar en canoa al rio que atravesaba a este, hasta caer en un pueblo indígena en medio del mausoleo; después de unos días hospedados con la tribu nos abalanzaríamos a unas montañas rocosas que nos devolverían a donde comenzamos. Todos soñamos con este día por meses, a Steve le haría bien este viaje, al menos así podría sopesar su divorcio.
Estando en el terminal abordamos un caprice azul del sesenta, fueron unas largas horas de travesía donde todos evocamos cuestiones que quedaron para nuestros adentros. Pensaba en mi prometida y en mis padres, en las cuestiones que había logrado y en las metas que me había planteado, un sinfín de cosas circundaba por mí. Cuando llegamos Antonio tomó a su mando la brújula y el mapa, ahora que lo analizo haberlo dejado de líder fue una decisión poco meditada, él era un adicto a las drogas desde hace un tiempo por problemas familiares que lo agobiaban y ponerlo a nuestra responsabilidad era un tanto imprudente. Nos montamos en la canoa y comenzamos a navegar rumbo a nuestro punto, con desdén me acosté en la canoa al tiempo que fumaba un porro, reíamos y charlábamos acerca de nuestra infancia, sobre las chicas de quienes nos enamoramos que nunca nos dieron bola y alguna que otra trivialidad que evitara la disolución de la conversación. Para ese momento éramos felices e ignorábamos que estábamos a kilómetros de perderlo todo. El sol se ocultó, nada parecía estar a nuestro favor aquel día. Estaba todo oscuro y veíamos penumbra únicamente, caímos en los rápidos y este nos arrastró hacia una cascada la cual apenas pudimos interpretar por el sonido del agua. Intentamos con todo lo que teníamos llegar a tierra firme pero la corriente era superior a nosotros y lo estaba dejando muy claro. A Antonio lo gobernó el pavor producto de la impotencia y tropezó con uno de los asientos de la canoa, haciendo que esta se volteara y nos arrojara al rio quien lucía con deseos de engullirnos. Caí totalmente petrificado ante aquella situación tan inusual e inesperada, me hundí y mi cráneo chocó contra una roca que me propinó una herida, el agua se tiñó con mi sangre pero la adrenalina suprimió el dolor y con brío me abalancé hasta la orilla que estaba a metros de mí. Logré tocar tierra. Arrastrándome por aquella oscuridad me desplomé y mi respiración sonaba ajetreada; mi vista comenzó a nublarse y pude escuchar el aullido de mis amigos descender por la cascada. Me dio un fuerte dolor en el corazón y me estrujé el pecho con la mano, me desmayé.
Al despertar, el sol de había encargado de aclarar el paisaje. La herida de mi cabeza había cesado, la sangre hizo coagulo y se detuvo la hemorragia. Aún había rastros de sangre adheridos a mi piel y caminé hasta el rio para despojarme de aquello, hinco la rodilla y procedo a lavar mi rostro, vislumbro mi reflejo en el agua y concluyo en que he quedado solo, sin pertenencias. Sin nada. No tenía sentido alguno llorar a estas alturas así que me predispuse a continuar y me levanté con el fin de adentrarme a aquel bosque para comenzar a ubicar un camino a casa. Caminé durante horas hasta que el ocaso se anunció, evoqué estar sentado en el sofá de casa con mi prometida viendo un programa de supervivencia, sabía que debía hacer un refugio antes de que me arropase la noche o la selva me devoraría. Estuve aproximadamente dos horas recolectando varas y armando lo que sería mi cobijo, apenas logré hacer un refugio donde cabía mi persona, sería un tanto incomodo dormir ahí y eso me desanimó un poco. Deduje que la selva me ganaría. Pasé la noche en vilo por causa de una manada de hormigas que colonizó mi refugió, tenía picadas por todo el cuerpo. Llegó un punto donde se hizo insoportable y abandoné mi guarida con la luna aún encima de mis hombros, visualizando este, noté que había construido mi refugio encima de una madriguera y me maldije para mis adentros. Estuve en posición fetal durante el resto de la noche, para así a duras penas protegerme del frio, el sonido del viento chocando contra los arboles me tenían erizado; me aterraba el hecho de que todo parecía estar observándome. Varios árboles del abominable lugar contenían frutos que servían de alimento, y cuando necesitaba hidratarme me dirigía al rio. En un momento dado, escuché el crujir de unas ramas, sabía que algún animal salvaje estaba en mi caza y sólo pensaba en la fogata que nunca hice. Me abalancé hasta mi refugio y lo desarmé con el fin de coger una vara que me sirviera como defensa ante un ente que seguía sin identificarse. Sentía como se acercaba y estaba preparado para encararlo. Salió de entré la oscuridad un perro que lucía igual de perdido que yo, lancé la vara hacia un costado y comencé a acariciar su pelaje porque era la primera fuente de vida que veía luego de tres días.
Han pasado ya, diez días exactos desde que perdí a mis amigos y quedé varado en ningún lugar como respuesta, por intervalos de tiempo llegué a pensar que sólo prolongaba mi muerte, que debí dejar que la corriente me llevara junto con mis amigos y no tener que cargar con la culpa y el peso emocional de lo sucedido. Moría porque alguien me rescatara, era un crio que ha soltado la mano de su madre en medio de una muchedumbre. Pensaba en mi prometida, en mis padres que no podrían tan siquiera enterrarme puesto que encontrarme sería como buscar un grano de arroz en el océano, este denso lugar parecía no tener fin. Cuanto echaba de menos el mapa y la brújula que Antonio se llevó. Cuando ultimaba por acostarme en el suelo y esperar que la muerte se llevase mi alma, el perro pasaba su lengua por mi mejilla para que abriese mis ojos, no tenía por objetivo dejarme morir. Contemplaba a aquel canino y podía ver a través de su mirada a mis amigos soltando palabras de aliento, sabía que aquel perro llevaba una porción de cada uno de ellos. Cada trozo de mí imploraba exilio, pero con las pocas fuerzas que tenía almacenadas me dispuse a continuar mi camino, recordé en uno de esos programas de supervivencia que la corriente del rio daba a civilización por lo que usé aquel conocimiento por último recurso. Caminé a un lado del rio que se me había tragado a mis amigos, sentía como emanaba un odio de él, como si me retase nuevamente; como si el simple hecho de estar con vida fuese un error para él. Estaba al límite y tuve que detenerme muchas veces para poder recuperar fuerzas, me acercaba a algún árbol y bajaba un mango, luego bebía agua del rio y así a duras penas, me acercaba a mi destino. El sol se escondió y dio paso a una luna que alumbraba mi vacío, el perro seguía mis pasos como si fuese su dueño de hace mucho, me preguntaba cómo habría llegado a aquel lugar. Luego de un largo trayecto, visualicé un pueblo más delante, las bombillas iluminaban el trecho que me restaba por recorrer, corrí con pudor hacía un lugar que seguramente era el pueblo que me dispondría a visitar con mis amigos, llegué a él gracias a mis conocimientos y eso era algo que me enaltecía un poco. Un sonido gutural rompió el silencio y de entre el monte salió un jaguar, asomando sus afilados colmillos se acercó de manera muy pausada a mí, estaba petrificado, apenas era consciente de donde estaba. El perro le gruñó, era la primera vez desde que me lo topé que podía presenciar una actitud pedante de su parte. El jaguar cambió su curso y embistió a mi perro, el chillaba de dolor y yo simplemente estaba ahí presenciando a otro amigo morir. No podía permitir que otro amigo muriese antes mis ojos, la adrenalina me consumió y cogí una vara con que poder golpearle así tal acto fuese considerado un sacrificio. No quería ser a quien todos cuidaran; el que no estaba casado; el que no tenía hijos, estaba cansado de todas esas cosas, tenía por consuelo saber que había llegado más lejos que cualquiera. Empuñé la vara con ambas manos y corrí a él, dispuesto a todo...
Un sonido sordo hizo eco en mis orejas y el jaguar se desplomó, volteé y vi a un pueblerino sujetar un arma, comprendí la situación casi por inercia. El perro estaba mal herido y lo cogí entre mis brazos mientras caminaba los últimos metros que me separaban del pueblo. No hablaba su idioma y nunca pude agradecer su buen gesto. Mi perro fue atendido y sanado. Luego de tres días regresé a casa con un nuevo compañero a mi lado, los cuerpos de mis amigos jamás fueron encontrados, no supe más de ellos. Nuestra salida de excursión arrebató tres vidas... a tres de mis amigos. Sus familiares agonizaban y rompían en llanto, me abrazaban desconsolados buscando contestar alguna interrogante pero no supe contestar a nada. Encerrado en mi habitación lloré por meses pero me consolaba ver a mis amigos a través de mi perro, sabía que no había sido casualidad que aquella noche él me defendiese del jaguar, ellos estaban unificados dentro de este. Sobreviví porque de manera indirecta cada uno aportó un grano de arena para que aquel resultado se diese, me convertí en un sobreviviente y es mera suerte poder estar narrando esto. Mi mascota se terminó volviendo en mi mejor amigo y en cuanto me casé, se mudó conmigo y mi esposa. Sé que las cosas serán mejor a partir de ahora y quiero comenzar nuevamente partiendo de las cenizas de los errores que cometí en un ayer.
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Abnegación
AventuraUna persona que luchará con toda su fuerza contra la madre naturaleza. Historia que plasma la voluntad de vivir del ser humano en las peores condiciones.