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Haber salido con esa chica tendría que haber sido algo de lo que Nick debería haberse sentido feliz; sin embargo, esa sensación no se asomaba por ningún lado. Le agradaba, era claro, pero honestamente, solo quería regresar a casa a ver televisión.

Nick le dio un vistazo y se quedó estático un momento, ella parecía entretenida, dejaba salir una que otra risa cuando algo interesante ocurría en la pantalla del cine.  Nick volvió a ver las imágenes frente a él y pensó que su vida estaba siendo demasiado monótona a sus 22 años. Hasta ese momento, creía que salir con una que otra chica, divertirse con sus amigos, y por supuesto, llevar un expediente académico intachable, era suficiente; un equilibro entre el estudio y su vida social; pero tuvieron que pasar algunos años para que se diera cuenta de que en realidad no, no era suficiente. Estaba aprisionándose a si mismo mismo, y  consideraba que no podía permitir que el asunto continuara de esa manera.

—Hmm, ¿ya te vas? —Preguntó ella cuando salieron de la sala.

—Ya es tarde —Miró su reloj, y elevó ambas cejas—, son las diez.

—No quiero que te vayas —Dijo la chica, removió sus manos en su regazo y luego con duda, le tomó la mano—. Comamos algo, yo invito.

Nick alejó con lentitud su brazo y metió su mano en el bolsillo de su pantalón.

—Gracias, pero tengo que irme. Lo siento.

Las mejillas de la chica se sonrojaron, mordió su labio, abrió la boca para decir algo, pero nada escapó de sus labios. Mostró una sonrisa y asintió.

—Está bien, salgamos la próxima semana.

Nick asintió más por compromiso que por gusto, y salió finalmente del centro comercial.

Probablemente, las luces del paradero del autobús eran lo único que iluminaban la manzana a esa hora. La luna, impotente en el cielo, le daba un toque etéreo a la noche, solo haciendo un mayor enredo entre sus pensamientos. Dio un salto cuando alguien se acercó a él y le preguntó, sacándolo de cualquier pensamiento que estuviera atormentándolo:

—¿La ruta D23, pasa por este lugar? —El muchacho en cuestión parecía ser casi de su misma edad, traía lo que parecía ser una mochila, y sus cabellos oscuros se escapaban en hilos un tanto desordenados de la gorra azul que traía puesta.

—Sí —Respondió, sacudiendo la cabeza, y rodándose un poco en la silla para darle espacio. El extraño se sentó a su lado y empezó a frotar sus manos. Pronto, empezó a escuchar ronroneos. Giró su cabeza confundido ante repentina situación, y encontró al chico acariciando un gato; la mochila en realidad era una jaula para... gatos.

—Ya estamos llegando —Decía él, agudizando solo un tanto su voz. Sus dedos acariciando la barriga del cachorro—. Fuiste muy valiente hoy.

Nick se interesó por la escena, no le importó quedar como un chismoso, así que preguntó:

—¿Qué le pasó?

El muchacho intentó sonreír, sin embargo, la sonrisa no llegó hasta sus ojos. Era una sonrisa más bien triste y afligida, de esas que lo hacían sentir culpable, aunque no supiera la razón de tal hecho.

—Lo encontré en la calle, muy maltratado. Alguien abandonó una camada en una bolsa de basura y los dejó a su suerte. Chester fue el único en sobrevivir —Miró al pequeño gato, y frunció los labios. Nick no pudo evitar maldecir a esa persona en su mente, ¿a quién se le ocurría hacer algo tan terrible como eso? Ladeó la cabeza y preguntó una vez mas.

—¿Se llama Chester? —Acercó su mano al pequeño y lo acarició. 

—Sí, tiene 2 meses, lo acabo de traer de la veterinaria, su recuperación ha sido lenta, ¡pero está mejorando!

Una vez no es suficiente - Nick y CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora