ONE

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El manto nocturno de la noche, cubría Seúl, acompañado de la incesante lluvia. Todos caminaban sin siquiera detenerse a observar a su alrededor, parecía ir todo en cámara rápida, como si no pudiera captar con claridad cada imágen. Su delgado y pequeño ser estaba empapado, desgastado por dentro y fuera, decaido, hecho polvo. Ya nada parecía valer la pena realmente, quería poder pensar con claridad, pero no lo hacía. Tan cerca y a la vez tan lejos de la realidad, subiendo unas escaleras ajenas, poniéndose de pie en una ventana que no era suya. Ni siquiera sabía si había alguien en ese departamento, simplemente tomó las escaleras metálicas para incendios y eligió un lugar, no específico, fue al azar.

Sus manos estaban tan heladas como su pobre corazón, que estaba cansado de creer y buscar; de decepciones y golpes. Su familia lo repudiaba por expresarse ante el mundo, arruinando su reputación por ser diferente a lo que siempre se esperó de él. El amor en el cual creyó y por quién abandonó todo, no pudo hacer lo mismo por él, por ello vagaba por las calles. Había perdido todo, ahora se cuestionaba si valió la pena algo de lo que hizo, si realmente tuvo algún efecto positivo en ese mundo antes de irse. Pero no halló nada, sólo a su hermano menor, pero a él ya no se le permitía hablarle. No tenía razones para vivir, no hallaba ninguna, todo eso lo llevó a la decisión que tomó y a la escena actual de su vida. Contempló Seúl desde el barandal, probablemente era el quinto piso, no estaba seguro de cuánto subió mientras lloraba y arrastraba una vieja maleta rellena de recuerdos y pertenencias que le desgarraban sus adentros.

Las luces brillaban más que nunca, la luna estaba llena y el cielo saturado de estrellas; era como si el mundo se despidiera de él con cariño, cariño que sabía que sólo existía en su imaginación o en un pensamiento alejado de la realidad para reconfortarse antes de saltar. Se paró sobre sus talones, sujeto del barandal, centímetros lo separaban de la nada misma. Cerró sus ojos, aspirando el aroma nocturno y el aire fresco, hasta que un fuerte aroma a café mezclado con fresas y cigarrillos, inhundó sus fosas nasales. Abrió sus ojos de golpe, al sentir unas manos firmes tirar de su frágil cuerpo hacia atrás, con tanta fuerza, que cayó sin más al suelo detrás del barandál. Se halló a sí mismo sujeto a una fuente de calor reconfortable, y simplemente se acurrucó aterrado, volviendo a razonar, pensando en lo que estuvo a punto de hacer.

— ¿Qué rayos hacías ahí? ¿Acaso estás loco? — Se oyó una voz. La respiración bajo su rostro se sentía agitada, preocupada. Por primera vez en tanto tiempo sentía la preocupación de alguien por él, el interés, aunque viniera de un extraño que seguro haría lo mismo por cualquiera aunque no fuera él. — Ven, te llevaré adentro para que entres en calor.

El rubio sólo escondió su cabeza en el pecho ajeno, sintiendo unas suaves caricias en su cabello, hasta que fue tomado en brazos por el extraño a quien no se atrevía a mirar. Sólo pudo ver que este tomó su maleta además de a él, entrando al departamento por el ventanal antes cerrado y con la luz que estaba apagada, ahora iluminando el lugar. El contrario dejó su maleta junto a un sofá y luego a él sobre este, temía mirarlo y ser juzgado, por lo que se dedicaba a intentar pulir con esmero sus botines de charol negros. Su traje gris oscuro estaba algo rasgado y su cabello alborotado, había escapado de una cena familiar, cuyo fin era hacerle su vida un poco más miserable.

— Te traeré ropa seca y una toalla, estás empapado y la ropa de tu maleta igual. — Quería mirar al portador de tan adormecedora voz, pero sentía vergüenza. Era una mezcla entre grave y carrasposa, como si fuera una voz mañanera accidental. — Hey, mírame, no te haré daño. ¿Puedes decirme tu nombre al menos?

— Hu... Huang Renjun. — Dijo, casi en un susurro, revolviendo los cordones de sus botines. Al elevar su rostro, vió a su salvador. Era guapo, o más que eso. Ojos redondos y grandes, llenos de vida; labios pintados de un sutil rojo, pestañas largas y brillantes por la lluvia, cabello castaño claro algo humedo pero aún bien peinado y con un lindo aspecto de conejito. Era un ángel. — ¿M-Me morí?

𝕒𝕟𝕘𝕖𝕝 ; 𝕣𝕖𝕟𝕞𝕚𝕟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora