Tartali rules the World

¡Gay! *explosión*

—¡Ah~! ¡A-Ajax, m-más rápido!

Los ruidos húmedos chocaban como una sinfonía ardiente entre las paredes de su oscura habitación. Un momento de placer compartido donde sus cuerpos se pertenecían, encajando maravillosamente contra el de su querido esposo. Entre gemido y gemido del hombre encima suyo el deseo de llenarlo por completo solo se fortalecía, dañando poco a poco su propio autocontrol.

Las cortinas beige de la ventana se abrían levemente, la brisa gélida ocasionando escalofríos contra su piel caliente. La abertura encaminaba a la luz de la luna a detenerse sin vergüenza alguna sobre el cuerpo en éxtasis de Zhongli, posando sutilmente, mostrando el contraste del color en sus mejillas sonrosadas y sus labios melosos que semiabiertos imploraban entre murmullos su nombre, con su tez aperlada cubierta de una fina capa de sudor, su moño desarreglado sin control alguno en las blancas sabanas en cataratas de su melena. Se le mostraba al castaño tan perfectamente, con una belleza sobrenatural y etérea. Pareciendo casi una divinidad, Zhongli se contraía en espasmos cuando lamía la superficie de su cuello. 

Tener la libertad de dejar marcas en un hombre tan perfecto... Childe se convenció a si mismo de que sin duda era un hombre afortunado.

Escapando su nombre por suspiros entre sus labios que gustosos se juntaban de nuevo en un beso apresurado, se encontraba saboreando la cavidad del castaño mientras succionaba su lengua, provocando esos gemidos descontrolados que el hombre encima suyo le otorgaba sin pudor alguno. 

—¡Ah~Ajax!

Gemía con deleite cuando entre la humedad rompía el beso y su lengua se dirigía a jugar por la longitud de su delgado cuello, marcando y mordiendo la zona erógena del hombre, provocando jadeos y suspiros repentinos de los labios temblantes del susodicho. Lagrimas perladas acunando sus rosadas mejillas, sobresaliendo de sus ámbares por la manera casi tortuosa en la que las caricias por las palmas ásperas del jengibre apretaban la gordura de sus muslos de una manera tan insensible. 

Se esforzaba por no saltar hacía su esposo abruptamente y hacerlo suyo en ese mismo momento simplemente porque aquellos jadeos gustosos que Zhongli dejaba escapar se habían convertido música para sus oídos, una melodía que nunca se cansaría de escuchar.

Tal vez era que Zhongli era demasiado sexy para que cualquier mortal fuera capaz de controlarse. Es decir ¿quién en su sano juicio no se arrodillaría ante la hermosura del hombre, ante la voz agraciada y el porte delicado? Desde que lo había conocido, por lo menos, Childe supo que su orgullo estaba frito, unos palabras del castaño fueron suficientes para ponerlo a lamer la suela de sus zapatos (aún si Zhongli encontraba esta declaración sumamente innecesaria y vergonzosa) (''Yo nunca te pondría a lamer mi calzado, Ajax'', solía regañar el castaño, como si eso fuera suficiente para detenerlo en el intento) 

No pudo evitar pensar en lo afortunado que era en ese momento, al poder ver al castaño tan sensible sobre su cuerpo, sufriendo espasmos excitados por los toques apasionados que se encargaba de extender por todo su cuerpo. Estar allí, en ese momento tan vivido con el hombre que amaba seguro era un regalo de Celestia por todos los años de miseria que habían pasado. Una recompensación lo suficiente buena para olvidar los malos tragos y enfocarse en el presente, en la maravilla que sus ojos enfocan con cada centímetro de piel que perciben con anhelo.

Saber que era el único con la habilidad de sacar al tan reservado consultor de su fachada seria y convertirlo en un desastre de placer y gemidos que solo ruega para que lo llene con su semilla, provocar sonidos tan indignos salir de los labios hinchados de aquel que siempre se muestra elegante y vanidoso era un gusto que solo él se podría dar, estimular su dura mirada hasta transformarla en una hambrienta de su polla. Saber que era el único que alguna vez vería ese rostro destruido en lujuria y escucharía esos hermosos sonidos entrecortados salir de esos melosos labios rosados...