Capítulo 8

69 8 3
                                    

«Él podría ser la excepción a todo eso que una vez me juré nunca más volver a hacer»

DOMINIK

¡Al DÍA SIGUIENTE!

¡Cielos! Casi que no llegó a la boda, de lo tarde que me levante ¿Y como no hacerlo cuando apenas hacía media hora que me había quedo dormida? Ese hombre es insaciable y me cogió toda la noche hasta cansarse. Como saben, me encanta el sexo, siempre he disfrutado de él a plenitud. Lo que quiere decir que he tenido a muchos amantes en mi cama, pero les podría jurar sobre la biblia, que ningunos de ellos le llega siquiera a los talones a él. Ningunos de mis amantes anteriores se compara al de a noche y es que... ¡Cielos! Los orgasmos que tuve con ese hombre fueron celestiales y mi cuerpo es testigo de ello. Hace aproximadamente tres horas que tuve mi último orgasmo con él y aún siento como los latigazos de placer recorrer todo mi cuerpo... Les confieso que esta mañana no quería irme sin despedirme, no quería dejarlo sin al menos saber su nombre y su número de teléfono. Ese hombre me gusta más de lo que ningún otro me ha gustado y me hubiera encantado poder seguir viéndolo. Con él rompería todas mis reglas y haría todo eso que una vez juré que nunca más haría. Él podría ser la excepción a todo eso que una vez me juré nunca más volver a hacer.

—Casi que no llegas amiga —dice Maria, en apenas un susurro.

—Lo sé —digo aplaudiendo cuando mi madre y Johns terminan su primer baile como marido y mujer... Mi madre era una mujer de tradiciones, pero después de cuatro matrimonios fallidos, rupturas interminables de corazón, infinidades de decepciones, traiciones, etc. Digamos que ya no es una mujer, muchas de tradiciones. Así que prefirió casarse por lo civil, en el registro civil y a media mañana. Yo no estaba muy de acuerdo, pero era su boda y ella decía dónde, cuándo y como se casaba. A lo que si no se pudo negar fue a la fiesta. Yo siempre he querido lo mejor para ella, por eso le organicé una gran fiesta en uno de los mejores hoteles del país, para que pudiera disfrutar de este día a plenitud. Yo sé que ella no quiso una boda por todo lo alto por temor al fracaso, sé que muy dentro de ella anhelaba una boda por la iglesia y todo lo que eso implicaba. Pero bueno, mejor así. Quizás esta vez sea la vencida... —Se me hizo tardísimo —digo girándome hacia ella para tomar la copa con jugo de piña y dos calmantes que me tiende... —Gracias, Mary —así le decimos de cariño, ya que Maria es muy general y no me gusta —No sabes cuanto estoy necesitando dos calmantes.

—Se nota. Te ves fatal.

—Y me siento fatal. Me duele todo, aunque es un dolor sumamente placentero —suspiró complacida, recordando todas las veces que me lo hizo. Y créanme cuando les digo que no fueron las veces que me lo hizo lo que me ha dejado así. Es que ni siquiera fue donde me lo hizo, sino el cómo me lo hizo. Ese hombre es una fiera ardiente y sensual que sabe cuáles fibras tocar para enloquecerte... —No te imaginas la noche tan ardiente que tuve.

—No necesito imaginármela ―dice mirándome de arriba, abajo ―Solo debo ver tu cara de satisfacción para saberlo ―¡Y vaya que estoy satisfecha! ―Se nota que fue una noche salvaje, ardiente y sumamente placentera para ti.

—No te imaginas cuanto —me termino el jugo y dejo la copa en la charola de un mesero que pasa por nuestro lado.

—Cambiando de tema ¿Ya hablaste con, Daniella? —¡Uff! Daniella es un tema del cual no quiero hablar en este momento, porque me duele más la cabeza. Esa mujer nunca va a cambiar y a mí me estresa y me duele su forma de ser. Su odio hacia mí no ha disminuido ni un poquito, al contrario, creo que ha crecido bastante.

—Sí. Y para variar terminamos discutiendo —siempre que hablo con ella discutimos, pero hoy lo hicimos, apenas nos vimos la cara y lo peor es que ni siquiera sé por qué... Como ya dije llegué tarde al registro civil, pero mi madre aún no había llegado, pero para Daniella esa fue la excusa perfecta para iniciar una discusión delante de todos... —Pero no quiero hablar de ella en este momento —digo alejando el mal sabor de boca que la discusión con mi hermana me ha dejado. No entiendo como después de cinco años sin vernos, podemos discutir como si nos hubiéramos visto la noche anterior. Ni siquiera un «Hola, ¿cómo estás?» nos dijimos cuando ya estábamos discutiendo por cosas sin sentidos.

—Sabes que en algún momento tendrás que hablar con ella.

—Claro que lo sé. Estamos en la boda de nuestra madre y en algún momento tendremos que estar una al lado de la otra —desde que salimos del registro civil nos hemos estado evitando olímpicamente, pero sé que en algún momento tendremos que estar una al lado de la otra para la foto familiar. Además, por lo que tengo entendido, invito a alguien a la fiesta y me imagino que querrá presentárnoslo para presumirlo como trofeo. Porque eso son las personas para ella ¡Trofeos para exhibirlos ante los demás! —¡Como sea!, yo solo espero que cuando ese momento llegue no terminemos peleando delante de todos.

—Yo igual —dice y algo en su tono me indica que piensa igual que yo. Mi hermana y yo juntas, somos una bomba de tiempo a punto de estallar y arrasar con todo a nuestro paso. Ella no me soporta y aunque yo la amo con mi vida, tampoco soporto mucho sus altanerías. Así que digamos que nuestro nivel de tolerancia una de la otra es cero... ¿Alguna vez han visto lo que pasa cuando les echan vinagre al aceite caliente? ¡No!, pues pruébenlo y verán de lo que les hablo. Yo soy el aceite caliente y ella es el vinagre, apenas entramos en contacto, hacemos combustión.

—Espero que se comporte... ―digo con la esperanza de que lo haga ―Te veo en un rato —digo cuando veo que mi madre está sola, así que empiezo a caminar hacia ella... —Te ves feliz —digo parándome frente a ella.

—Y lo soy. Este día no podría ser más perfecto —dice feliz y aunque me cueste aceptarlo sé que mi hermana tiene mucho que ver con su felicidad. El tener a sus dos hijas juntas en un día tan especial como este para ella debe de ser el mejor regalo de boda que alguien le pudo haber dado y la mejor reservas de felicidad del mundo —No sabes lo feliz que me hace, el que tu hermana esté aquí —se los dije.

—Lo sé, mamá —ella nunca ha hecho diferencia entre las dos, pero sé que le duele no tenerla a ella cerca, a pesar de tenerme a mí —Y hablando de ella ¿Dónde está? —pregunto, ya que hace un rato que no la veo. Y sinceramente, pregunto más por curiosidad que por deseos de verla o saber dónde está.

—Salió... ¡Ah! Ahí viene y viene con un hombre sumamente guapo... No vayas a voltear —no pensaba hacerlo —O sabrá que estamos hablando de ella —como si eso le importara a mi hermanita. Ella siempre le encanta ser el centro de atención y por eso siempre da de qué hablar.

—Madres —dice pasando por mi lado pegándome en el hombro y yo me hago a un lado para darle espacio a que la abrace —Mi amor ven —llama a alguien que está detrás de mí, pero me niego a girarme para no darle más importancia de la que realmente merece —Te presento a mi madre. Dominika De La Rosa ― ¡Sí!, mi nombre completo es; Dominik De La Garza De La Rosa, dos apellidos bastantes extraños y que combinan muy poco, pero que puedo hacer si ese es el primer apellido de mis padres y por hender los míos.

—Un placer, señora —dice el hombre tomando su mano para luego besarla. No logro ver su rostro, porque estoy de espalda hacia ellos, pero por el rabillo del ojo logre ver el gesto —Felicidades por su boda —escucho que dice y no sé por qué su voz causó un estremecimiento en todo mi cuerpo. Se me hace tan familiar que temo girarme y descubrir a su dueño.

—¡Hermanita! —me llama, pero yo sigo sin mirarla a ella o a su acompañante... —Ven te presento —¡Uff! No puedo ser tan descortés con este desconocido que quizás no sepa quién es ella en realidad, además tarde o temprano tendré que conocerlo ¡Uff! —Él es: Hansel Cord Vital —tomo una copa de champán que hay en la mesa a mi lado y mi giro —Mi esposo —dice justo cuanto me giro para encararlos y siento como todo a mi alrededor se tambalea cuando sus ojos se conectan con los mío ¡Oh mierda!...

Mi Pecado, Mi PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora