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En la primera página de su historia, el futuro parecía tan brillante para ambas. Chaeyoung conoció a Mina luego de que su mejor amiga, Sana, se la presentara en una fiesta. Recordaba muy bien ese día, la japonesa vestía un hermoso vestido de color blanco y lo primero que hizo al verla, fue dedicarle una tímida sonrisa.
Sonrisa que no ve desde hace años.
Se pasaron toda la noche hablando cosas triviales para conocerse mejor, ambas lograron tener una conexión única e inquebrantable, la cual se transformó en una linda amistad. Mina era la chica más encantadora del mundo, siempre estaba pendiente de ella, le daba caramelos cada que se sentía triste y se la pasaban tardes enteras en la habitación de la menor escuchando música.
Mina era el lugar seguro de Chaeyoung. Una chica a la cual podía recurrir en sus días oscuros, una chica que la abrazaba cuando tenía miedo y le susurraba palabras bonitas al oído. Mina fue la que dió el primer paso, la primera en confesarse, la primera en conquistarla, la primera en enamorarla. Su primer beso, su primera vez, su primer amor.
– ¡Chaengie! – Mina corría con una radiante sonrisa hacia la menor – Tengo una sorpresa para ti.
– ¿Una sorpresa? – ladeó la cabeza confundida – Pero aún no es mi cumpleaños.
– No necesitas estar de cumpleaños para que te de una sonrisa – guiñó y la tomó de la mano – Ven, quiero mostrarte algo.
La japonesa la guió hasta la azotea del instituto, justo donde el club de jardinería mantenía un lindo huerto lleno de flores y hierbas de aromas agradables. Los ojitos de Chaeyoung brillaron al ver eso y aún más cuando Mina, de repente, se quedó parada a unos pasos de ella, con la cabeza agachada mientras se tambaleaba en sus talones.
– ¿Unnie? – la pelicorto se acercó – ¿Pasa algo?
– Quería hacer de este momento algo especial, pero creo que los nervios me juegan en contra – rió suavemente – Tenía planeado decirte algo realmente lindo, lo ensayé muchas veces – rascó su brazo ansiosamente – Pero lamento decir que se me olvidó todo.
– No es necesario que me des un gran sermón – sonrió – Sólo di lo que quieras decir.
– Está bien, aquí voy – tomó una gran respiración – Me gustas.
– ¿Q-Qué? – Chaeyoung parpadeó un par de veces – ¿Qué has dicho?
– He dicho que me gustas y te lo diré sencillamente – dió un paso al frente, armándose de valor – Nunca quise parecer una poeta ante ti, la verdad, no pensé en declararme de una manera tan extendida diciéndote miles de metáforas absurdas como: "Haces que mis días se tornen claros" o "Curas las cicatrices de mi alma" – soltó una pequeña carcajada – Aunque si he de declararme en este momento, eso es lo que provocas en mí... En versos eternizarte.
