𝖾𝗇𝗍𝗋𝖾 𝗉𝖾𝗍𝖺𝗅𝗈𝗌, 𝖿𝗅𝗈𝗋𝖾𝗌 𝗒 𝗌𝖺𝗇𝗀𝗋𝖾 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶

006

   — ¿Ahora sí me dirás qué es lo que te pasa?.— Chifuyu llegó hasta donde estaba él .

   — ¿Otra vez con eso?.— el tono de su voz saliendo entrecortado. Cada día tenía más dificultad para respirar.

   El tiempo se le agotaba.

   — Desde hace días estás actuando extraño y distraído.— toma asiento a su lado examinandolo con la mirada, encontrando que tenía la piel más pálida y parecía no poder respirar.— Demonios, Takemichi. Estás enferma.

   — E-estoy bien.— murmuro sintiendo su cabeza doler y un leve mareo lo atacó haciendo que fuera difícil mantener el equilibrio.

   Según su doctor la raíz de la flor se había entendido por todo lo largo y ancho de sus pulmones, no tardando en extenderse a su corazón.

   — ¿Por qué me mientes?.— Chifuyu dijo, enojado por el descaro de Takemichi al decirle que estaba bien cuando era más que claro que no lo estaba.

   — Solo es un leve resfriado, pronto sanaré.— Takemichi trato de quitarle importancia al asunto.— No debes preocuparte por mi.

   — ¿Cómo quieres que no lo haga, tonto?.— el chico lo abrazó.— Eres mi mejor amigo desde que éramos niños, no sé que sería de mi si algo te pasará.

   El corazón de el azabache dolió y no supo si fue a causa de su enfermedad o por las palabras de Chifuyu. Tenía miedo de morir, no quería hacerlo. Había tantas cosas que le faltaban por hacer, tantos lugares que visitar con el chico que ahora se aferraba a él como un koala que pronto se encontraba llorando entre los brazos de Chifuyu.

   — ¿Por qué lloras?.— pregunto angustiado.

   — N-no es nada.— negó limpiandose las lágrimas.— Ya sabes como soy, solo estoy un poco sensible.

   — ¡Oh! lo hubieras dicho antes y te compro un chocolate.— Chifuyu se separó de él y se levantó de su lugar.— Es más iré ahora mismo a comprarte uno.

   — Que sean dos, por favor.— sonrió con cansancio viendo a su amigo irse a la cafetería de la escuela.

   Suspiro el tiempo se le había agotado. Ya no podía hacer nada, Mikey no le correspondería su amor y tampoco podía hacerse el tratamiento.

   Miró al cielo nublado y cerro los ojos.

   Su destino ya estaba escrito. Vaya mierda...