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—Mamá, ¿qué son todas esas cartas?

Karina sonrió.

—Lo que siempre quise decir y no pude.

—¿No pudiste? ¿Por qué no, mamá? ¿No te dejaron?

—Algo así, cariño —sonrió.

Karina había sacado aquella caja del baúl. Todas esas cartas escritas para Minjeong era su único escape de salida en aquellas noches de invierno. Había pasado ocho años de aquello.

—¿Quién no te dejaba? —preguntó curiosa.

—Mucha gente, Ning.

—Pero ahora estamos tu y yo, yo te dejo hacerlo, prometo no decir nada —se tapó la boca con las manos, Karina sonrió de la ternura.

—¿Me dejas hacerlo? —sonrió con dulzura.

—Sí, mamá. Envía las cartas.

—Es tarde, mi niña.

—Mamá nunca es tarde...

Karina recordó aquella frase que Minjeong le dijo una vez,

"Nunca es tarde para el amor".

Karina suspiró.

Ella no sabía nada sobre Minjeong, no sabia si se había casado, si tenía pareja, hijos, a lo mejor ni siquiera vivía en su casa. No sabía nada.

Pero tras 8 años... La seguía extrañando.

Nunca es tarde para pedir perdón.

—Muy bien, cariño. Pero ahora a la cama —le dijo haciéndole cosquillas.

***

Karina se paró frente a la puerta de la casa de Minjeong. Cogió aire y lo soltó calmando la fuerza que llevaba dentro.

Y llamó al timbre.

—¡Vooooy! —escuchó tras la puerta.

Era su voz. Un escalofrió subió por el cuerpo de Karina hasta que aquella puerta se abrió.

—Hola —dijo sin mirar, pero cuando alzó la vista y vio a Karina pudo escuchar aquellas campanadas de felicidad de las que hablan en las películas—. ¿Ka.. Karina?

—Hola, Minjeong —sonrió.

—¿Cómo...? ¿Qué haces tú aquí?

—Yo... Quería hablar contigo.

—¿Pasó algo?

—De nosotras.

Minjeong la miró bastante sorprendida.

—¿8 años después?

—Recuerdas bien la fecha.

Minjeong sonrió.

—Sí, lo hago —le devolvió la sonrisa—. Pasa, vamos al salón.

Karina entró en aquella casa y un millón de recuerdos le invadió el cuerpo. Esa era la casa de los padres de Minjeong, que aparentemente ahora es su casa, podría contar historias de cada rincón de allí.

Todo lo que habían vivido, besos, risas, cenas con sus padres, noches hasta las tantas jugando a juegos de mesa con sus hermanas... Mil y un recuerdo.

Karina observó los cuadros, las fotografías, rezando con fuerza que no hubiera una foto de boda, o de pareja. Rezó de verdad.

—Ven, siéntate aquí.

Karina hizo caso y se sentó junto a Minjeong.

—Vaya.... Estas guapísima —le comentó a Karina. Cómo no, acabó poniendose roja.

—Gracias... Tú también... Estás mucho más adulta.

—¿Gracias? —rió.

—Lo siento, es que estoy muy nerviosa.

—¿Por que estás nerviosa?

Karina suspiró. Era el momento.

—Quería pedirte perdón por dejarte así aquel día. Lo hice por mis padres, ellos querían que estuviera con un hombre, siempre supiste como eran... —tragó saliva—. Pero eso no justifica como hice las cosas. Lo siento mucho, de verdad.

Minjeong estaba sonriendo. Una sonrisa sincera.

—Esta todo bien, Rina. No te preocupes.

—Todos estos años he pensado mucho en ti.

Karina soltó casi sin pensar. Se arrepintió justo después.

—Y yo en ti. No sabes cuanto.

Se creó el silencio.
Un silencio tibio,
para nada incómodo.

Un silencio de que ambas sabían lo que sucedía, pero ninguna daba el paso para hablar.

—¿Te puedo preguntar algo?

Minjeong asintió.

—¿Estas casada? —la rubia rió ante su pregunta.

—No, nunca lo estuve. Tampoco tengo pareja. Solo soy yo en esta enorme casa.

Karina dio una pequeña sonrisa sin mostrar su felicidad plena.

—¿Y tú? —preguntó Minjeong.

—Divorciada. Tengo una hija de 5 años, se llama Ningning.

—¡¿De verdad?! Tienes que presentármela—comentó Minjeong emocionada. Tras darse cuenta de su exaltación volvió a hablar más seria—. Digo, si quieres, claro.

—Pues claro que quiero —sonrió—. ¿Y tú... Me dejarías que te invitara a una cena?

Minjeong alzó una ceja.

—¿Y por qué debería aceptar esa propuesta?

Karina suspiró.

Estaba cansada de mentiras, llevaba toda su vida mintiendo, haciendo creer al resto que era algo que no era, y por una vez que tenía frente a ella a la persona que más a querido y más la ha entendido...

Estaba cansada de fingir.

—Porque no dejo de pensar en ti desde hace 8 años.

Minjeong sintió aquellas mariposas dormidas renaciendo como locas.

—Pues claro que acepto, Rina. Siempre aceptaría.

Siempre,
y para siempre.

glimpse of us - winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora