Rechazo al olvido | BajiTora

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Género: T.

Tema: Hanahaki, angst.

Advertencia: Muerte implícita.

Resumen: Con solo dos posibles salidas, Kazutora estaba más que dispuesto a acortar su vida.

Notas: Este pequeño OS fue escrito especialmente para la cadena de lectura de temática Hanahaki del grupo de FB Club de Lectura de Fanfiction. Para los que conocen mi longfic de esta temática, aquí he usado una versión más simple de la enfermedad para abarcar lo que no cubrí allí; además, tomé un tipo de hanahaki que normalmente no me convence, pero le he dado mi propio sentido para que funcionara (en mi cabeza, al menos), ya que me gustó mucho la idea para este ship. 

Punto extra (aunque sería mejor leerlo al final): La flor aquí es una zinnia, y como siempre meto flores por su significado... esas quieren decir «Lloro/lamento tu ausencia» y «Pensar en amigos ausentes».

Lo último que esperaría verse en una celda de la prisión eran flores, pero la de Kazutora escondía un jardín melancólico

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Lo último que esperaría verse en una celda de la prisión eran flores, pero la de Kazutora escondía un jardín melancólico.

El primer brote surgió menos de un mes de su regreso al reformatorio. Mientras se cepillaba los dientes a toda velocidad, tocó un punto que activó al molesto reflejo nauseoso y eso le provocó un ataque de tos exagerado para un tonto descuido como ese, o eso era lo que pensaba. Al enjuagarse la boca, donde el agua debía estarse llevando solo espuma también arrastraba unos delgados pétalos rosados. Abrió los ojos de par en par.

—No... ¿Por qué? —Temblaba. Lo único que logró moverlo de ahí fue la alarma del toque de queda.

Sabía lo que era. Recordaba que una chica de su clase de primaria había escrito un cuento romántico donde la protagonista tosió margaritas hasta que su amor platónico le correspondió sus sentimientos y, ante la confusión de la mayoría de los niños, la maestra les explicó que esa era una enfermedad real bastante grave, pero, por suerte, muy rara. Hanahaki, por vomitar flores.

Esa noche fue una más en las que se quedó dormido entre lágrimas, pero ya no solo eran por la pérdida que lo trajo hasta aquí. Su diagnóstico era la pena de muerte que le habrían dado de ser mayor de edad y no un chico de quince años que había intentado matar nuevamente.

Conocía los posibles desenlaces de la enfermedad; dos de ellos le salvarían la vida, el otro se la quitaría. El primero era, como en el cuento de esa niña, que su amor unilateral se transformara en uno correspondido, pero él mismo había colaborado para privarse de esa opción. El segundo sería operarse, solo que perdería todo recuerdo de la persona a la que amaba, incluidos sus sentimientos. El tercero era no tratarse en lo absoluto, entonces se asfixiaría desde dentro tarde o temprano.

Nunca supo cuánto podría durar así, sin embargo, imaginaba que su caso progresaba —empeoraba— a una velocidad abrumadora por la imposibilidad de curarse de la forma menos dolorosa. ¿Por qué, si la persona por la que tosía flores enteras a escondidas ya no era más que cenizas, había enfermado, en primer lugar? Quería creer que ya se había desarrollado antes de Halloween y que simplemente tardó en manifestar los síntomas; sería un destino muy cruel haber estado condenado a olvidar o morir desde un principio.

Sin más alternativas, aun si había prometido que no cometería suicidio, esperaba que Draken pudiese perdonarlo al enterarse del motivo por el que incumpliría. Si se trataba de vivir sin rastros del amor que nunca tendría o de morir con la persona más importante de su vida aún en su corazón, elegiría tirar todo un jardín por el excusado y no recibirlo de regalo en una habitación de hospital. Después de todo, también sostenía una promesa con Baji.

Pensó que ya se había quedado con él hasta el final cuando prefirió sentarse junto a su cuerpo en lugar de huir aun teniendo el tiempo para hacerlo, pero eso solo había sido el inicio. Si sobrevivir era traicionarlo, entonces escondería su enfermedad hasta caer por la falta del oxígeno que, irónicamente, las coloridas plantas en su interior deberían estarle brindando, no robándole.

De amor en tiempos cambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora