4

1 0 0
                                    

Harry estaba fastidiado de todo, empezando por la sensación de derrota que estaba siempre en su mente.

Después de que el chico se fue, se recostó en el césped, no lo siguió porque el chico ya le había aclarado que no diría nada, si es que en verdad sabía algo. Suspiró con fuerza y levantó los brazos para luego dejar que la gravedad los dejara caer sobre su pecho, el lugar de alguna forma le transmitió una pizca de tranquilidad y debía estar volviéndose loco porque percibió el aroma de Delilah, dulce y almendrado. Sin prestar mucha atención a eso, se puso de pie y se esforzó en adivinar alguna forma para salir del muelle, ir por su auto y volver a casa.

A su vacía casa.

Cruzó la puerta y suspiró profundamente con la intención de aliviar la presión en su pecho, pero no funcionó.

Que no estuviera llorando no significaba que su alma no se estuviera desmoronando, sentía que caía una y otra, y otra vez.

Sirvió un vaso de agua y lo bebió lentamente, hasta que su celular vibró en su bolsillo, sacándolo de su ensoñación y avisándole que alguien le había enviado un mensaje.

Alex.

Otra vez.

Era un mensaje saludándolo y preguntando cómo había estado su día, solo un vistazo fue suficiente para que Harry notara el exceso de positivismo en cada línea, también notó que la memorizada propuesta de tomar medidas legales para todo el tema de Delilah estaba escrita al final del texto.

Harry estaba comenzando a sentirse fastidiado de sí mismo, intentando alivianar la culpa mientras escribía una respuesta amable. Después de releer su respuesta y verificar errores de ortografía, se encontró a sí mismo pensando en lo mal que lo ha pasado últimamente y, por primera vez, estaba considerando ceder a la insistencia de Alex, porque en el fondo y aunque no quiera aceptarlo, sabe que es lo mejor.

Al menos, eso pensó por dos minutos, antes de enviar su respuesta y lanzar el teléfono hacia el sillón. Después de todo, él ya había acudido a la policía y no le habían ayudado una mierda.

Se sentía tan inútil.

¿Por qué a su hija?

¿Por qué lo más valioso que tenía?

La furia se arremolinó en su corazón, sin importar el costo, debía encontrarla.

Intentó calmarse y en ello se encontró distraídamente recordando al chico de esa tarde. Harry no es una persona que juzga o habla de otra sin ningún motivo, pero ese chico era como un libro abierto, su postura era decaída y hostil al mismo tiempo, Harry aun no lo entendía bien, pero era como si el chico se mostrara indiferente y casi vacío de cualquier emoción, excepto por el miedo que se veía en lo profundo de sus iris miel debajo de esa armadura.

¿A qué le tendrá miedo?

Se dirigió a su habitación con pasos lentos, incluso si ha podido dormir un poco las últimas noches, aun se sentía exhausto. Acomodó las almohadas y se recostó mirando hacia el techo.

A lo mejor su hija también tenía sus miedos y él nunca lo notó, o prefirió ignorarlo. Quizá...

Ese pensamiento bastó para que girara bruscamente, estrellando su cara entre las almohadas ahogando un sonido de impotencia.

De la lista de cosas que jamás se perdonaría, eso ocupaba el primer lugar.

Se acomodó mejor y otra vez pensó en el chico, era joven, tal vez un poco mayor que Delilah, pero su luz era opaca, y Harry ni siquiera sabe su nombre, pero, incluso si el chico no podía ayudarlo a él, Harry esperaba que él lo dejara ayudarle de alguna forma, así podría enmendar lo que no hizo por su hija. Quería intentarlo.

Hey There, Delilah -L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora