Parte 42

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-Nos dejó aquí-se encogió de hombros-. Vamos a divertirnos, ven-me tendió la mano y aquella piel morena de su palma era como si me invitara a que la acariciara.

La tomé, aun sabiendo perfectamente que no debería de haberlo hecho. Me levantó de mi asiento y sin soltar mi mano me condujo hasta donde estaban las parejas bailando, me sentí como cenicienta cuando el príncipe la divisa entre la multitud, la toma de la mano y luego la lleva a la pista de baile, mientras todos miraban absortos. Me reí de tal comparación, porque nadie nos prestaba la más mínima atención.

Paró a la mitad de la pista, y colocó su otra mano en mi cintura, mientras yo ponía la mía en su espalda; apretó más la mano que me sujetaba y comenzó a moverse con delicadeza en la pista y yo le seguí.

Podía ver mi reflejo en sus bellos ojos avellana junto a ese brillo tan propio en ellos. Me sonrió, haciendo que en mi interior mi corazón golpeteara contra mi pecho de una forma tan estruendosa. Jamás había bailado una música a piano, pero ahora era como estar en mi propio cuento de hadas.

Me hizo recostar la cabeza en su hombro y mi mejilla rozó la tela de su traje mientras que mi nariz se deleitaba con su fragancia tan única y viril. Sentí su cabeza apegarse a la mía y su respiración movía por encima mis cabellos, entre tanto que seguíamos bailando. Este momento era perfecto, aunque no debiera ser mío; sino de Sharon.

El pensamiento me estrujó el corazón y me hizo gemir con disimulo. Levanté mi cara y miré a Harry, quien también me miraba, con una sonrisa fugaz que parecía divertida. Su brazo me atrajo más hacía él, mientras seguíamos girando bajo el brillo de las luces, dejándonos llevar por la suave melodía a piano.

No pude evitar perderme en sus ojos debido a la distancia a la que ahora se encontraban, quise ignorar el molesto latir ruidoso de mi corazón y concentrarme sólo en lo que estaba haciendo. Un simple baile, nada más, eso tenía que significar para mí.

Su respiración rozaba parte de mi mejilla y el cálido tacto de su mano en mi cintura parecía una caricia; aquello me hizo recordar lo de hace unas horas. Aun si quisiera alejarme, no podría; sencillamente porque no tendría las fuerzas suficientes para hacerlo. Volví a poner mi cabeza sobre su hombro, ya que mirarle tan cerca desataba los pensamientos más ilógicos en mi mente. Me envolví de nuevo en esa fragancia tan propia de el y cerré los ojos deseando trasportarme a otro lugar. Los mantuve cerrados por unos minutos, mientras mis pies seguían moviéndose junto con los suyos bajo el dosel de luces.

Mis labios se convirtieron en una sonrisa cuando sentí una vez más que su cabeza se apegó a la mía y luego abrí los ojos lentamente; a lo lejos, el rostro de Sharon apareció entre la multitud y su vista absorta posada en nosotros dos.

Ella notó que la miré y sus labios se tensaron en una sonrisa, pero la conocía tanto que sabía que detrás de aquella mueca de labios había algo más. Me quedé quieta, como si hubiera visto un fantasma. Y luego Sharon caminó entre el tumulto de gente hasta perderse.

Harry se percató de la tensión de mi cuerpo y detuvo el vals.

-¿Ocurre algo?-me preguntó.

-No-musité-. Ya vengo-me deshice de sus brazos y corrí a buscar a mi amiga.

Qué tonta había sido, ¿cómo se me ocurre a mí estar con su novio enfrente de ella? Estaba abusando de mi suerte. Me abrí paso entre la gente, desesperada por encontrarla, hasta que la divisé afuera, mirando hacía el cielo. Maldición, la había lastimado, y ahora mi corazón latía angustiado.

Salí al exterior con paso vacilante e instantáneamente el aire gélido me rozó la piel descubierta. Me acerqué a ella.

-Shar, yo...-¿qué clase de disculpa le debía?, sabía que le tenía que dar alguna pero, ¿cómo?

Se giró al sonido de mi voz y me miró con ojos extraños. No era una mirada de rencor, enojo ó algún sentimiento parecido; simplemente era extraña. Me sonrió.

-¿Crees que sea buena idea irme?-soltó y mis ojos se abrieron como platos.

Oh, no. Volvería a huir de nuevo y todo por culpa mía.

-¡¿Irte?! Sharon, ¿por qué? Escucha, ¡no es lo que tú piensas!-mascullé, atropellando las palabras.

-¿De qué hablas?-rió, pero esa aparente diversión no llegaba a los ojos.

-Sé que se veía mal pero, juro que no hay nada entre Harry y yo-supliqué.

-¿Qué?-volvió a reír- ______, ¿dé que hablas?

-Nos viste bailando y...-murmuré, ahora confundida.

-Fue sólo un baile, ______-dijo-. Eso no tiene nada de malo.

-Ah... entonces, ¿de qué hablas tú?-pregunté, sintiéndome de veras tonta.

-El señor Vittore quiere que lo acompañe a la inauguración de un nuevo hospital en Verona. Soy la mejor enfermera que él tiene-explicó.

-Oh-exclamé al entender-. Pero, ¿te irás?-inquirí, ahora captando su anterior comentario.

-Sólo sería por dos días, pero no sé aún-se encogió de hombros.

-¿Por qué no? digo, es una buena idea. ¿Te pagarán?

-Sí, sería como si trabajara.

-Entonces es genial-dije-. ¿Cuándo te irías?

-Mañana en la noche.

-¿Qué? ¿Tan pronto?

Se encogió de hombros una vez más.

-Es por eso que no he decidido aún. Además, me cuesta dejarlos; a ti, a Harry, a Louis.

Sonreí en mi mente cuando consideró a Louis.

-Sólo serán dos días, Shar. Pero, ¿tú quieres ir?

-Me gustaría-asintió.

-Entonces ve.

-Tengo que comentarlo también con...

La puerta se abrió y de ella salió aquel joven danzante que me tenía en sus brazos hace unos instantes.

-...Harry-terminó Sharon.

-Sharon, aquí estás-dijo, y luego me miró; como si a la que buscase hubiese sido a mí ya que sus palabras habían sonado huecas.

-Qué bueno que apareces, Harry-dijo ella-. Tengo algo que decirte.

-¿Sobre qué?-inquirió el interpelado.

-Haré un viaje de dos días a Verona con el señor Vittore por la inauguración de un nuevo hospital-anunció.

-¿Cuándo te vas?-aquella pregunta que salió de los rosados y rellenos labios de Harry no pareció del todo tierna.

-Mañana por la noche.

-Oh. Bien.

Guardé silencio, no sabía si era mi imaginación o la conversación entre ellos carecía de calor, era una plática fría, como si ambos estuvieran molestos con el otro y nadie se pusiera a considerar los hechos. Me percaté también de que Sharon no lo discutió con Harry, sino que ya había tomado la decisión y sólo se la hizo saber.

-Chicos, vamos adentro; aquí hace frío-musité, dándole un doble sentido a mis palabras.

-Claro-dijo Sharon.

Entramos de nuevo y al instante ella tomó la mano de Harry, cosa que hizo que la fierecilla, hasta ahora desparecida, diera señales de vida. Pero esta vez ya no parecía celosa, aunque sí lo estaba, pero se encontraba más triste que enojada. Yo tenía que entender que él le pertenecía a Sharon y nada iba a cambiar aquello.

-¿Bailamos?-le preguntó Harry y mi corazón se contrajo en mi pecho, dolido.

-Claro-aceptó ella.

-Iré a sentarme por allá-dije, mientras señalaba el lugar que antes había ocupado.

Sharon me sonrió con una sonrisa muy carente de alegría; mientras que Harry, no siquiera me miró.

Manual de lo prohibido (Harry y tu) TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora