Duele un chingo

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Desprenderme de mis compañeras del colegio fue curiosamente una de las cosas más sencillas que he tenido que hacer, no niego que hubo lágrimas en mis ojos el último día de escuela, especialmente con el mariachi tocando en medio de la explanada, pero eran más unas lágrimas provocadas por el sentimiento colectivo que por mi propia tristeza. Comprendí entonces que aquellas a quienes yo consideraba mis amigas no lo eran tanto en realidad y aunque yo sí era una amiga para ellas, ellas no lo eran para mí y más que su compañía lo que disfrutaba de ellas era los momentos vividos, como el ir todos los días saliendo del colegio por un frappe de oreo grande, eso sin duda me gustaba más que pasar el tiempo con ellas. ¿Lloraba entonces por el frappe?, tal vez. En realidad, lloraba por la incertidumbre de los días venideros, porque de alguna manera sabía que nada volvería a ser tan fácil como en la preparatoria.

-No te preocupes güey, cuando vayas a ver a Jorge nos veremos, yo te lo voy a cuidar -Lucy era de alguna forma la más allegada a mí, ella sí había presentado en Publicidad y estaba ansiosa por convertirse en toda una universitaria. Ese día estaba llorando como si algún familiar cercano a ella hubiese fallecido, apenas y se le podían distinguir los ojos de tan hinchados que los tenía, se acercó a mí y me lleno el oído de promesas de mejores amigas, aseguraba que incluso ahora estaríamos más cerca que nunca. Jorge no le caía tan bien, pero era su pretexto perfecto para intentar mantener nuestra relación, a mi francamente no me interesaba si estaría más cerca de mí, si se hacía amiga de Jorge o de si lo vigilaba en la universidad para asegurar que no hiciera anda malo, pues si algo tenía seguro respecto a él es que era una persona fiel y no había razones para desconfiar.

Luego de ese nostálgico día vino la cena de graduación, no se imaginan la cantidad de personas que piensan que perderán su virginidad el día de la cena, al parecer las películas gringas verdaderamente nos han hecho creer que podemos adaptar su estilo de vida a nuestros usos y costumbres. Está por demás decir que todas estaban al tanto de que hacía tiempo había perdido mi virginidad con Jorge, por lo tanto, en ese momento era su gurú personal del sexo. Fui lo más franca que pude, pero al parecer no lo suficientemente convincente. Ninguna me creyó que la primera vez era horrible y dolorosa.

-Ay güey tu porque eres rara -mencionó Ana cuando les comenté que en realidad no lo había disfrutado tanto como imaginaba.

-No mames, todas dicen que se siente bien rico -remato Lucy para complementar el comentario de Ana. Entre ambas hacían toda la presión del mundo para que yo les diera algunos tips sobre qué hacer en el momento. Lucy llevaba ya cerca de dos años con Efraín, pero nunca en realidad habían logrado tener intimidad, eran lo que uno llama novios de manita sudada; Ana por su lado no tenía novio, ni perro que le ladrara, pero estaba seguro de que con unas copas de más podía conseguir a un buen partido, Carlos era su objetivo.

-Güey no, al principio duele un chingo, ya después sí sientes rico, pero mucho después, así como a la tercera o cuarta vez -mi segunda vez había sido mejor que la primera, pero seguía siendo horrible, fue hasta tiempo después que empezamos a tomarnos confianza en la intimidad y a decir cuando sí nos gustaba y cuando no que comencé a disfrutar en serio la experiencia sexual.

-Pero de ustedes era la primera vez de los dos ¿verdad? -yo sabía que sí, pero si ya me estaban presionando un poco de maldad no venía de más.

-Pues sí -contestó Lucy un poco tímida.

-Ahí está güey, a ti te va a ir bien Lu, yo estoy segura de que el pendejo de Carlos ya cogió con su prima -mientras pronunciaba estas palabras la cara de Ana hizo un gesto de repulsión, lo cual desentonaba un poco considerando que la cuestión parecía no importarle.

-¡Asco! -gritamos Lucy y yo al unísono.

-Pues sí, pero no puede irme tan mal sí me lo doy ese día -obviamente Ana no tenía ningún inconveniente en perder su virginidad con alguien que se había acostado con su prima, lo importante era dar el gran paso, aunque pareciera salido de un mal chiste sobre el norte de la república. Yo no podía si quiera imaginar que harían o donde lo harían ese día, si afuera en el pasto del museo donde sería la cena o dentro en los baños arriesgándose a que todos, incluyendo sus padres, los descubrieran. Aquí no había casa en el lago como en las películas gringas y evidentemente ninguna de ellas pensaba ir a un motel, así que esas eran sus únicas opciones.

Al final, aunque todas llevábamos condones por cualquier eventualidad, ninguna cogió esa noche, tampoco yo. Ana fue justamente la que podríamos decir que tuvo mayor actividad sexual, aunque todo se fue al carajo cuando Carlos se vino dentro de su boca y ella termino vomitando por el asco que le provoco el semen, quizá fue mi culpa por no decirle que en realidad no sabía tan bueno como se veía en las películas porno, pero es que ella nunca lo pregunto. Después de la cena no volví a verlas en mucho tiempo, Jorge y yo pasamos juntos la mayor parte de ese verano, salvo por la semana en que me fui con mi papá a Colima, el primer día de clases se ofreció a acompañarme a la uni, no lo dude ni por un momento, estaba demasiado nerviosa como para intentar hacerlo sola. El muy cabrón no me dijo que solo me dejaría en la entrada y que tendría que hacer todo lo demás por mi cuenta. Al final en realidad no estuvo tan mal, ese día conocí a Héctor.

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⏰ Última actualización: Jul 19, 2022 ⏰

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