Capítulo 2

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Klaus

Mierda, odio a la gente.

Sentía los empujones de la gente en el metro haciendo que tomara una respiración profunda para no regresarles el empujón con más fuerza. Trataba de que nadie tocara mi más preciada cosa en el mundo que colgaba en mi cuello e iba de un lado a otro cada que el metro frenaba en alguna parada. Mi cámara me costó un ojo de la cara y no es que cuando me la haya comprado hubiese sido muy rico así que sí me duele cada centavo que puse para comprarme esta Canon EOS 250D.

Mi cabeza junto a mi cuerpo se movía de un lado a otro tratando de mantenerme estable mientras con una mano me sostenía de un tubo para no ir rodando por el metro. Dirigí mis ojos a una pelirroja de ojos azules que me estaba comiendo con la mirada y que al darse cuenta que la atrapé, se sonrojó sonriéndome de manera coqueta a lo que le guiñé el ojo y suspiré cuando al fin el pedazo de metal en el que iba se detenía en la que era mi parada.

Al salir vi de reojo a una niña con unos lentes de fiesta de años nuevo que dicen el número del año que viene. Me reí bajito cuando la misma niña se cayó por estar corriendo alrededor de su madre.

No me divierte la desgracia ajena, pero ¿quién no se ha reído cuando un desconocido e incluso tu mejor amigo se cae? Esas son las cosas más graciosas que pueden pasar para alegrar un día de mierda como el de hoy.

La mayoría de personas aman año nuevo, porque es un comienzo y un cambio que podemos hacer en nuestras vidas para mejorar bla, bla, bla. Todo eso es una asquerosa mentira. La gente se propone hacer cosas que ni siquiera harán en todo el maldito nuevo año, piden que las cosas mejoren y tienen esperanzas en ello cuando no cambia absolutamente nada en el mundo ni en sus vidas, y siempre hay esas estúpidas ideas de que se necesita cambiar como eres tanto en tu personalidad como en lo físico para que en este nuevo año todo te salga bien.

En este día del año la gente hace fiestas, pasa con su familia para recibir el año nuevo, algunos se emborrachan como cubas y hacen la cuenta regresiva gritando hasta que dan las doce para abrazarse entre ellos y desearse el mejor año que puedan tener.

Todo eso no lo hago yo.

En la mañana visité a mi madre en su pequeño apartamento y dijo que vaya a la cena para que pueda conocer a su novio y pase con ellos esta noche. Eso fue algo que rechacé con amabilidad. Amo a mi madre, pero no quisiera ir a conocer a su novio justo en año nuevo y por esa razón es la que en ese momento estaba caminando por las calles de Richmond a la vez que iba tomando fotografías de la gente que me parecía interesante y de las cosas que representaban a ese barrio tranquilo de Londres.

Caminé despacio por la calle principal The Quadrant y con mis manos llevé mi cámara al frente mi ojo derecho entrecerrando el izquierdo al mismo tiempo para así poder enfocar algo que me llamó la atención en un restaurante lleno de gente. Entre toda esa multitud había una pareja de ancianos sentados en una mesa apartada de los jóvenes que aglomeraban el lugar. La mujer mayor tenía su cabeza recostada en el hombro de su esposo y éste la miraba con una sonrisa en los labios mientras ella hablaba con un brillo en los ojos único. Los enfoqué bien a través de la ventana del restaurante y de un click ya tenía una foto que mostraba muchos sentimientos por medio de ella.

Estaba por revisarla mejor cuando mi celular sonó en el bolsillo trasero de mis jeans con el característico timbre que le puse para las llamadas. Me fijé en la hora antes de responder y me di cuenta que estaba cerca de ser las once y media de la noche.

Treinta minutos más para que empiece otro año. ¡Yey!

Rodé mis ojos llevándome el celular al oído luego de tomar la llamada para escuchar lo que tenía que decir mi compañero de departamento y casi amigo, James.

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⏰ Última actualización: Jul 19, 2022 ⏰

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