¿Alguna vez has sentido que el mundo simplemente parece seguir su rumbo sin importarle qué tan atrás te quedes? El tiempo avanza más rápido que mi noción sobre él. Los días transcurren de la misma manera, y he comenzado a olvidarlos.
Olvidé muchas cosas de mi pasado. Cada tanto me angustia ver hacia atrás y notar esos vacíos, como cuando desentierro recuerdos de notas en mi cuarto y no puedo recordar en qué momento las he escrito. Lo mismo con los apuntes de la escuela, aunque ¿quién los recuerda? A mi cabeza solo vienen caras de algunos conocidos y hasta he olvidado nombres.
No tengo contacto con la gente de la secundaria, más bien redes sociales compartidas que casi ni miro porque mi autoestima tiende a tambalear. Es impresionante como algo tan sencillo puede hacer que me convenza de que soy una mierda, y aún así seguir consumiéndolo. Puedo estar hasta altas horas de la madrugada viendo miles de videos cortos sobre cómo la vida de millones de extraños es centenares de veces mejor de lo que la mía será jamás.
O inclusos sus cuerpos. Mujeres perfectas, a mi lado, un cuerpo que se llenó de estrías a la edad de 14 años por practicar un deporte de alto impacto a mi piel. Jamás fui de tener alto peso, pero aún así ahí están las marcas blancas decorando todo mi trasero; incluso hubo una época en la que sentí mucho asco de mí misma. Mi mamá a veces suele decirme que ella también tiene, pero no me reconforta porque no es lo mismo cuando las chicas de mi edad no tienen nada.
Sí, la comparación es una mierda pero no hay palabras que ahuyenten ese modo de verme.
Me duermo pensando en lo mediocre que soy, y en que no puede ser que esta vida se trate de tratar de llegar a imposibles con tal de ser felices. ¿Es eso la felicidad? ¿Dónde está mi cima? ¿La que se supone que tiene mis limitaciones incluidas?
¿El dinero de verdad lo resuelve todo? Quizás parte, supongo que muchos de mis problemas estarían resueltos con un buen montón. Mis padres no se obligarían a estar juntos por una estabilidad económica decadente, y yo al menos podría darles una casa cómoda y luego irme. No sé a dónde, quizás a donde solo haya silencio.
Aunque también me paraliza ese silencio detrás de mi espalda, uno que hacía tanto ruido que mis ojos podrían sangrar. Sí, mis ojos. Es un fantasma que no quiero que se aparezca nunca más.
Apago el celular y dejo de torturarme. ¿Qué se supone que hacía los jueves por la tarde antes? Al menos practicaba un deporte y charlaba con amigas. Hoy eso es algo muy lejano, ¿verdad?
Siento en el estómago un gusto agrio, incomodidad, inquietud. Quiero hacer cosas pero no puedo.
No puedo.
Siento que me asfixio.
Mi madre, a estas alturas de la vida, no me deja caminar sola por la vida. Y me asfixia. No puedo ir ni siquiera a tomar un café a un lugar bonito sin que alguien tenga que acompañarme o me esté detrás. Sin molestar a nadie, alguien me tiene que acompañar siempre.
Y tengo ya mis 22 años.
¿Es miedo o control?
¿Desconfía o me sobreprotege?
Ha creado un miedo en mi, que hasta me deja resignada a sus deseos.
Mis primas van y vienen, ¿por qué no puedo ser diferente? ¿Cambian en algo las horas? ¿Importa si son las 11, 14 o 18 de la tarde?
No puedo molestar. No quiero.
Quiero ser libre de una vez.
Quiero volar y hacer mi voluntad, por más dolorosa que sea.
No quiero más vivir así.
¿Cuándo lo vas a ver?
Me muero por dentro, por favor, déjame ir y déjame ser, ir y venir, estar y no estar.
A veces quiero morirme de verdad, ¿lo sabías? Siento que es la única manera en que voy a ver el mundo sin que me estés observando.
Pero de hasta eso tengo miedo. No sé si es de valientes o de cobardes, pero terminar con esta vida era algo que mi alma no quería pero mi corazón ya se estaba cansando.
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Ese veneno llamado amor
Non-FictionEs increíble pensar que alguien realmente puede morir de amor.