Capítulo 1

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1-¿QUIÉN DIJO QUE LA BEBIDA NO  DABA LA FELICIDAD?

Me encontraba, como de costumbre, en el bar, el idiota del camarero no me quería atender, y yo ya me había puesto de pie, para charlar tranquilamente con el señor.

-No le voy a servir ni una gota más, así que, por favor, márchese.- me soltó desde el otro lado de la barra, tras negarme una cerveza.

-Pero vamos, -apoyé mis manos, impulsando mi cuerpo hacia donde estaba él y pude contemplar como dió un paso hacia atrás- tú no quieres ganar dinero, ¿o qué? Pues sírveme una maldita copa, joder, ¿a tí que más te da si estoy borracha o no? Además, no creo que te sobre el dinero, ¿o sí?

Sentía como mi voz era inestable, y que cambiaba de tono constantemente.

-Pero es que me lo prohíben señorita, y es por su propio bien, mejor márchese a casa.

-Venga, mmmh -entrecerré los ojos, para fijarme en un pequeño nombre bordado en su delantal, y cuando lo conseguí leer no pude evitar reírme a carcajadas- ¿Willy? ¿Como Willy Wonka? ¿Y dónde está tu fábrica? ¿La has dejado a cargo de tus oompa loompas?

Casí me caí al suelo de la risa, pero el pequeño Wonka me miraba rojo de la vergüenza y con cara de pocos amigos.

-Veenga Willy, tampoco te pongas así, era una pequeña broma, ¿por qué no te ríes un poquito? Que tienes una cara...

-Voy a llamar a mi jefe.-Me cortó.

-Uuuh, que miedito.

Pero el desapareció por una puerta justo detrás de la barra, y al regresar venía acompañado de un señor regordete, bastante bajo, con un bigote canoso, y algo en la cabeza con forma de rata, que estoy casi segura que se trataba de un peluquín.

-Así que traes contigo uno de tus oompa loompas- Solté sin pensar.

-Hola, disculpe las molestias, pero vamos a cerrar.- El señor canoso, que supongo que sería el jefe, colocó sus manos en su cadera como oompa loompa mandón.

-Oh, no- hice un pucherito- ¿y una copilla de despedida?- propuse.

-Por favor, haga el favor de marcharse ahora mismo, o nos veremos obligados a llamar a la policía.- Se notaba que empezaba a perder la paciencia.

¿Pero qué les molestaba darme una bebida? Si soy una clienta ejemplar.

-Bueno, bueno, tampoco hace falta alarmarse, si quieren puedo cerrar yo por vosotros- ofrecí una sonrisa encantadora, pero al ver sus caras me volví a partir de risa- Ojalá os mirarais las caras, son de lo mejor.

Y así estuvimos un rato, no recuerdo mucho, solo que al cabo de un rato vino la policía y me sacó de ahí mientras yo pataleaba como un niño con una rabieta.

Después, Maira, mi excuñada -que casualmente era policía- me llevó a casa, mientras me daba una de sus charlas.

-Puedes irte eh- le dije al ver, que tras llegar aún no se había ido.

-Sabes muy buen que no me puedo ir.- Me regañó, pero con una mirada de compasión.

Eso me enfureció, ¿por qué últimamente todos me miraban como cachorro abandonado? Estoy bien, no necesito la compasión de nadie, solo quiero estar sola.

-Poder puedes, además, sigues en horario laboral.

-Solo me preocupo por ti, sé que estas pasando una mala época, pero...

-No necesito tu compasión. -Solté, tajante. Pero al ver su expresión, supe que mis palabras le habían afectado. -Quiero decir, sé que tu tampoco lo estas pasando bien, no hace falta que te preocupes por mí.

MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora