Cosas que pasan solas

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Los carteles de la calle.

La azucarera llena.

Los platos sucios en la bacha.

El amor.

Los regalos de navidad.

Caminar.

La ropa limpia.

El sexo.

La ropa sucia.

La risa.

La plata del ratón Pérez.

El llanto.

El hielo en el freezer.

El hielo en cualquier lado.

La suerte.

La fruta podrida que nadie se anima a sacar de la heladera.

La lluvia.

La basura.

La no basura.

Sacar la basura.

El termotanque apagado justo cuando comienza una ducha.

Hacer la vertical.

La gente que habla en la televisión.

Un abrazo.

Tener plata.

No tener plata.

La ciudad de La Plata.

El agua del mundo.

Las bombachas secando en la ducha.

La teletransportación que ocurre cuando une infante se duerme en el auto y se despierta en la cama.

¿Qué?.

Es una asociación libre.

Son las doce y media de la noche y estoy parada en medio de una avenida esperando que pase un bondi para volver a mi departamento. No estoy sola...creo. Minutos después puedo confirmar que, efectivamente, no estoy sola. A metros de mí hay dos hombres pegando un póster de Panam en un edificio abandonado, la foto de Panam sonríe y los hombres no, seguramente tienen frío porque estamos a mediados de julio. Los miro, pasa el tiempo y yo los miro, ya es la una de la mañana y mi colectivo no llega.

Tal vez lo más lógico sería que Panam pegue sus propios pósters, no dos hombres con frío a la madrugada, dos hombres con cara triste.

¿Esos dos hombres son los que pegan todos los carteles que veo? No, seguro hay muchos hombres con cara triste pegando en las paredes, a la una de la mañana, fotos de gente contenta.

Antes me daba miedo la calle de noche "Lo que sucede a la noche es el secreto de un día soleado" pensaba. Acabo de descubrir un secreto nocturno, los hombres con cara triste me lo contaron sin darse cuenta: Los pósters callejeros son pegados por personas en la oscuridad.

Se que parece extraño pero nadie piensa en las personas que se dedican a no ser vistas mientras desparraman pegamento en la cara de Panam. Nadie piensa en la persona que llena el tarro de azúcar, porque sí, eso también lo hace una persona. Soy totalmente inconsciente.

Llegó mi colectivo, subo y me alejo de los hombres tristes. Mientras pasan las calles pienso que debería haber tomado un subte porque los colectivos me marean, segundos después me doy cuenta que es una estupidez pensar que algún subte esté abierto a la una de la mañana. No me gustan los bondis, no me gusta el 169 porque tarda mucho en llegar. Me gusta esperar bajo tierra y moverme en subte, viajo sin que nadie se de cuenta...como el tarro de azúcar lleno o los pósters callejeros, pasa sin que nadie se entere.

Los micros te exponen, desfilas por la calle y todo el mundo ve tu cara de aburrimiento...igualmente a nadie le importa. En mi aburrida ciudad los micros son la única cosa que existe, si, son "micros" aunque sean de corta distancia, en mi ciudad se llama todo igual...es más fácil. Pienso que en mi ciudad nunca esperaría el micro a las 12:30 de la noche, y si lo hiciera me tomaría el "Norte" o el "dos setenta y tres", que seguro pasan más rápido que el 169.

Estoy "bardeando" a mi ciudad, estoy "bardeando" al único colectivo que me deja en absolutamente todos los lugares a los que concurro. No me gusta mi ciudad porque es aburrida; y no me gusta esta en la que estoy porque las cosas pasan sin que uno se de cuenta y porque el 169 debería pasar con más frecuencia. Hay algo en el "bardear" que me atrapa, si digo que algo es una mierda me siento poderosa, porque yo no soy esa mierda, porque yo estoy lejos de esa mierda, porque quiero pensar que las cosas mundanas que me pasan en esta ciudad o en la otra son una mierda.

Me desperté por un volantazo que dió el chofer, miro por la ventana y me alegro ya que en la próxima parada bajo. No todo es una mierda.

No recuerdo el último abrazo que díDonde viven las historias. Descúbrelo ahora