El "beta" más poderoso de la ciudad sin duda era Carlo Gambino; cualquier persona lo reconocía por muchas razones entre ellas la principal era su belleza.
Había una disputa entre algunas personas que no le conocían,pues existía la teoría que de que no podía ser un simple beta.
Su fuerza podía ser comparada con la de un alfa al igual que su mirada penetrante que podía carcomer el alma de cualquiera. Por otro lado,su físico podía asemejarse a un omega,la marcada cintura acompañada de las lindas caderas que portaba; sin duda alguna era la perfecta combinación entre ambos pero aún así un beta se quedaba por los suelos a comparación de él.
Por otro lado,los integrantes de 𝘴𝘶 mafia podían confirmar la verdad sobre los rumores,no contaba con aroma alguno,eran pocas las veces que desaparecía y nunca eran constantes con lo que podría marcarse como el tiempo estimado a cualquier tipo de celo.
Andrés era un poco más cercano a él pues tenían algunas cosas en común,su hijo por ejemplo, y según lo que él sabía solamente era un beta muy bien educado.
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El rubio informó que saldría de la ciudad un par de días por problemas del negocio, obviamente le creyeron y solo esperaban que volviera con bien pues sobre todo era su amigo.
Esa misma tarde Andrés volvió antes al cuarto donde se hospedaba. Bajó del auto notando un fuerte y agradable olor a fresas, inhaló profundamente dejándose embriagar un poco por el aroma sacudiendo un poco la cabeza y entrando rápido a su habitación; parecía que a la gente de esa ciudad le daba igual acostarse con un omega en celo en un lugar tan horrible.
Pasaron un par de horas en las cuales solo escuchaba ruidos constantemente de algún objeto golpeando una pared,estaba a cinco minutos más de no soportar y subir al auto para dormir cómodamente en el cuarto para empleados dentro del arcade.
El sonido se detuvo; sonrió un poco cerrando los ojos,un suspiro salió de sus resecos labios callendo dormido al instante.
Aproximadamente una hora después abrió los ojos pues su puerta era tocada con insistencia,gruñó por lo bajo y se levantó para abrirla.
Se sorprendió un poco al ver al rubio mirando a todos lados con miedo,lo jaló del brazo haciendo que pasara y cerró la puerta tras él.
—¿Estás bien?-preguntó al verle inhalar profundamente,intento de relajación suponía.
—Si,solo no quería estar solo-bajó la mirada al piso mientras caminaba y sin pedir permiso entró bajo las mantas completamente impregnadas al aroma natural del mayor.
Extrañado aún estando algo adormilado se dirigió a la cama entrando en esta sintiendo el calor corporal del menor más elevado de lo normal.
—¿No te habías ido hace unas horas?-no recibió respuesta.
Un peso extra se sintió sobre su brazo así que por una vez en muchos años se permitió ser acompañado por alguien para intentar conciliar el sueño nuevamente,pasó el mismo brazo por debajo del menor dejando este como si fuera una almohada.
Abrió los ojos al sentir la húmeda lengua del rubio pasar por su cuello,era raro pero aún así se sentía bien.
—Carlo detente-alejó su brazo y lo apartó delicadamente.
Se iba a levantar de la cama pero un agradable aroma lo hizo detenerse, cerró los ojos dejándose llevar y cuando los abrió estaba sobre el cuello del rubio inhalando profundamente.
—¿Por qué demonios hueles tan bien?-gruñó un poco presionando la nariz contra su cuello escuchando un jadeo.
Ahora lo entendía,al llegar había tomado un par de supresores para intentar dispersar las hormonas de omega en celo de su sistema;el mayor se sentía como un completo imbécil,¿Cómo no lo había notado después de todo el tiempo que pasaban juntos?, probable Horacio lo sabía y no lo comentó.
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