Sentí una punzada de nerviosismo cuando tomé asiento en mi respectivo puesto dado y eché mi cabeza hacia atrás.
Había viajado otras veces, pero nunca sola. Y la sensación no era nada agradable.
Inspiré aire profundamente y cerré los ojos por un momento, antes de sentir que alguien se estaba acomodando a mi lado.
Me di la vuelta para mirarlo.
Era el chico rubio del aeropuerto.
Se hallaba acomodando su maleta, y cuando terminó, me dirigió una mirada y sonrió amistosamente.
—Hola.
—¿Qué haces aquí? —pregunté automáticamente.
El rostro del chico se cargó de confusión, y luego de un momento se encogió de hombros.
—Amm... ¿tomar un avión para ir a Londres? —opinó.
Enseguida me di cuenta de la estupidez de mi pregunta, apartando avergonzadamente la vista.
Al seguir notando la mirada del chico en mí, hablé de nuevo.
—¿Por qué me estabas mirando? Quiero decir... en el aeropuerto.
—Me gusta mirar a las personas —replicó como si nada—. En especial si son atractivas.
Entreabrí un poco los labios mientras sentía mis mejillas arder y seguramente tiñéndose de rojo. El chico soltó una risita.
—Tranquila, no pienses que vine a propósito a este avión y manipulé las computadoras para que me faciliten el asiento al lado del tuyo y realmente sea un asesino en serie. Eso sólo pasa en las películas.
No pude reprimir una ligera sonrisa junto con una risita contenida.
Enseguida reparé en lo guapo que era y pensar que nunca en mi vida un chico guapo se había sentado a mi lado y me había dirigido la palabra.
Pensaba que eso sólo pasa en las películas.
—¿Y qué te trae a Londres? —continuó.
Vaya, está creando conversación conmigo, pensé.
—Me mudaré. A eso van todas estas cosas —expliqué señalando las tres maletas—. ¿Y tú?
—Vine a Birmingham para visitar a unos familiares, pero donde resido actualmente es en Londres. —Luego de un prolongado silencio, finalmente preguntó:— ¿Cómo te llamas, por cierto?
—Cris —respondí—. ¿Y tú? —le pregunté de vuelta con un poco de recelo.
—Adam —contestó esbozando una agradable sonrisa—. Mucho gusto, Cris.
Le devolví la sonrisa.
—El gusto es mío, Adam.
Entonces una voz resonó en todo el avión, anunciando que era hora de despegar y necesitábamos colocarnos los cinturones de seguridad. Adam y yo lo hicimos exactamente al mismo tiempo.
Ni siquiera sabía exactamente qué hacer cuando llegue, aunque las instrucciones de mamá resonaban en mi cabeza.
Cerré los ojos cuando el avión comenzó a avanzar, sintiendo unas leves sacudidas antes de abrir los ojos nuevamente y caer en cuenta que ya estábamos volando.
Miré por la ventanilla.
Birmingham se veía completamente hermoso desde arriba. Las calles, los edificios... me invadió la nostalgia como una ola. Era emocionante y aterrador. Las dos cosas a la vez.
ESTÁS LEYENDO
El Desastre |John Newman| (EN PAUSA)
RandomUn pequeño encuentro puede mejorar o arruinar todo.