Gales, donde la página del destino inició escrita con el lienzo del amor, pero terminó descrita con la tinta de la melancolía, donde las miradas caminan al infinito y se encierran en el cuarto de los secretos perfectos guardados en el cajón de lo imperfecto. Aquí comenzó el trazo, en los colores de la muerte y en la lejanía de la vida, desde los Países del Centro hasta en el UWC Atlantic College, donde estaban todos, pero a la vez no había nadie, mi soledad la compartía junto al altar de la desgracia de los internos y a la par de los malditos paisajes.
Bruno, un nombre sin consecuencia para el oído de los simples, moreno y de un metro ochenta, solitario y con la ansiedad de pies a cabeza, compartí junto a todos ellos porque una beca se me había dado por las prosas nostálgicas que escribía en las horas de descanso, todos compartían con alguien, mientras yo, sentado entre todos solo veía que las sonrisas son el arte de la desgracia. No quería estar con el grupo, quería estar bailando tango con las letras mal escritas del poeta de la muerte, que feneció a la vida gracias a las virtudes del amor.
Perdido en mi mundo, se ven unos cabellos dorados en el marco de la puerta, mi corazón se detuvo por los instantes perdidos del tiempo, mientras que la danza del alba me hacía compañía.
Fernanda de Huesca, la princesa de Asturias, rubia como las diosas de España; que se alimentan de la gloria de Madrid, hermosa como las diosas griegas; que se bañan con los retoques de la suave luz, yo miré la mar en tus ojos como un simple sueño roto, aunque al final solo seas una linda casualidad, somos de edad casi idéntica, tú 16, yo 17, tú blanca, yo moreno, pero mis ojos solo ven lo que puede ser escrito en las hojas que el destino tiene a mano.
Ella me ve y mi corazón se pone en pausa, sus ojos azules reflejaron lo que mis pensamientos les dicen a mis sentimientos, porque entre miradas estamos los dos, como dos tontos en las playas de la eternidad, mi ansiedad me acompaña en las noches de la angustia, y me abate contra la pared de la realidad, tú una princesa y yo un plebeyo, yo una maldita consecuencia, mientras tú; el matiz del poeta del amor.
En los salones del Colegio del Mundo Unido se esconden las poesías guardadas en el corazón de los mortales, mientras que, en el corazón de las majestades, existen los recuerdos que quedan tirados por las calles quebradas del olvido.
Porque mi recuerdo es la ausencia de la carta que dejamos abierta en aquella mesa, nuestros corazones latieron al mismo pulso cuando mencionaron nuestros nombres, nuestros ojos se dilataron cuando entendimos que para el amor no existe causa perdida, ni coincidencias que quedan en las barajas de la soledad, porque no necesito leer a Nietzsche para saber lo que es la vida, pues la contemplo cada día mirando tus ojos.
Nicolai, el apuesto príncipe de Dinamarca, dos años mayor que la duquesa de Montblanch, con cabellera castaña y ojos verdes como la oliva, seduce las puertas de tu corazón coqueteando con la sonrisa efímera de la corona, ambos descendientes de la monarquía perfecta, hacen la pareja de los sueños anhelados, por mi parte, solo miro desde un rincón como se rompe mi corazón, como vaso frágil y estrella rota cae ante los besos que se dan en la oscuridad.
Mi partida está perdida, y en mi mente solo queda aquella extraña sensación que tuvimos unos segundos atrás, donde nos vimos, pero las miradas solo son la falsa sensación que únicamente cabe en mi cabeza, porque mientras nos mirábamos como tontos, él conquistó el imperio que yo dejé caer.
Los días son eternos cuando agarrados de la mano, caminan por todo el lugar, se sienten como reyes, irradiando la belleza de cada par, ¿Quién soy yo para detener lo que un día comenzó? Solo soy la descendencia del maíz que fue sacudida por los vientos de la tormenta sin fin, quiéranse como lo hacen, bésense como lo tratan, solo les pido un favor, no lloren frente a mí, porque su nostalgia será la melancolía de mi vida que solo viaja en la lluvia de los llantos.
El amanecer nació para amamantar las locuras de las noches, porque estamos cerca; aunque ustedes lo sientan lejos, mis oídos escuchan los deseos de sus soledades, cuando se aman en lo secreto, Nicolai te busca por las madrugadas y danza contigo hasta el amanecer, yo imagino la escena perfecta, mientras tú le abres las puertas de tu anochecer, el suicidio abraza mi cuerpo e intenta drogarme con las locuras de su placer, yo intento acercarme, pero solo me deja tocar las estrellas y llorarle a la luna para detener su romance de miel.
Tú serás aquella princesa con el destino escrito, él será el príncipe de los libros viejos, yo solo seré lo que se escriba en la vida, duquesa de Montblanch, seamos como los animales que no les importa la nada en el camino de la muerte, solo lo que ocurre en las noches cuando las estrellas se apagan y dejan brillar la silueta del sol, cuando las sirenas entonan su canto y el frío deja sombrío su paso.
Tres días pasaron en el infierno de los mundos encontrados, ni amigos, ni enemigos, solo personas con las que no quiero hablar, hubiese preferido estudiar en las tablas de mi pueblo, que ver arder mi corazón ante tal inefable amor, como el de ustedes dos. Cuarto día y mis ojeras hablan por mi boca, y les cuentan a mis ojos que ustedes son mi novela, que se cuenta por si sola, salen abrazados por las mañanas y nadie les dice nada, tal vez el amor es permitido dentro de las nubes de los ciegos que se hacen sordos ante la música de la sinfonía perfecta, que solo la escuchan cuando los mudos intentan hablar.
Solo soy el náufrago que se encontró en la isla mental y que no pudo escapar de sus romances que tenían a plena luz del día, solo soy el gato a su ventana que grita lo que ustedes llaman canto, y aunque tú no me conozcas a mí, yo si te conozco a ti, y eso es lo más importante para mí.
Un silencio alteró mi cuerpo y no entendió por qué ¿Su romance terminó como el Titanic en su primera vez? Lo que me impacienta es el romance adolescente que se quiebra con la fragilidad de las flores, ni una sola palabra, enmudecen ante la suavidad de las voces, tus amigas te rodean y entre llanto cuentas todo lo que sucedió, los susurros llegan a mi oído y creo que la infidelidad tocó la puerta del príncipe y él la hizo suya como Carlos con Camila. Entiendo los dolores de tu alma y comprendo los llantos de tu espíritu, pero tú sé esa Diana que cuando enamoró, Carlos se avergonzó.
Nuevamente, como la primera vez, después de su semana del amor queda para los últimos retazos entre tú y yo.
Y entre miradas entendimos que éramos el uno para el otro, tallada por el mismo Dios, antes que Eva y Adán, el arpa sonaba desde el cielo para que bailáramos en aquella ocasión, pero retuvimos nuestras ganas para que el dolor no se convierta en amor, comprendía que fuésemos discretos en nuestras danzas que teníamos a escondidas, pero no bastaba el solo sonreírnos a la hora de dormir, porque hasta la luna no permitió que fuese tocada por el sol para dejarnos paso a nosotros dos, pero no entendimos el mensaje y solo nos mirábamos en los reojos de las frágiles sonrisas que tuvimos en algún amanecer.
En los bailes de las flores todos sonreían como lo hacen en el mes de la primavera confusa, viendo como cae el sol y se pierde entre las nubes del cielo, las miradas vuelven perdiéndome en ti, me tomas de la mano ante la mirada fría de aquel príncipe, vamos juntos a tu habitación y sonreímos sabiendo que nuestra historia nace de los momentos como estos, y entre las melodías de una canción bailamos como en días lluviosos, todos miran nuestra silueta desde el balcón mientras cantan para seducir la mente de aquel autor, ellos bailan con nosotros como novios enfiestados, mientras nosotros como dos amigos conectados, porque todo inicia con la amistad y termina frente un altar.
Nuestra noche fue perfecta, comimos palomitas de maíz viendo un arte musical, luego la película de un duque junto a su soledad, en un instante nos convertimos en los mejores amigos del UWC, todos envidiaban nuestra amistad porque era confundible con lo que ambos queríamos por dentro.
Esa noche la pasé junto a ti, no como amantes, sino como amigos, como perfectos conocidos que nacieron de lo desconocido, y que dieron paso a la historia escrita de un destino melancólico con los deseos falsos del amor, porque tu belleza me transportó hacia los brazos de la muerte, donde al fin pude descansar en paz.
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La princesa y yo
Romance«Ojalá nuestro amor fuera sempiterno, más no será así, porque si queremos ser perfectos, debemos olvidarnos un día». Patrick MCQ