Gun sabía quién era cuando sonó el timbre.
Abrió la puerta y se hizo a un lado, dejando que Off pasara.
Con la espalda apoyada en la puerta, mirando a su huésped en silencio.
Nunca había sabido que el silencio podía sentirse así; nunca supo que podría tener tal peso.
El rostro de Off era pétreo, sus ojos brillaban con una emoción que Gun no podía ubicar.
–Habla con Zee y dile que estás de acuerdo con mi decisión de dejarlo –dijo Off–. Pídele que te encuentre otro entrenador personal.
Gun cruzó los brazos sobre el pecho. Eso era lo que él tenía la intención de hacer de todos modos, pero el tono inflexible de Off estaba rozando el camino equivocado. Como siempre.
–¿Y por qué debería hacer eso? –dijo Gun–. Buenos días a ti también, por cierto.
Un músculo se contrajo en la mandíbula de Off.
–Eso es lo que querías. ¿Tengo que recordarte que incluso has tratado de chantajear a Zee para deshacerte de mí?
–Sí –dijo Gun–. Pero tal vez he cambiado de opinión –Para. ¿Que estaba haciendo? No había cambiado de opinión. Era tonto antagonizar con Off por el gusto de antagonizar. Pero era como si su boca se hubiera desconectado de su cerebro. No había forma de detenerlo–. ¿Qué haces aquí, de todos modos? Si deseas renunciar, no necesitas mi permiso. Sin duda, se vería mal en tu CV, pero...
–Zee es mi amigo –dijo Off–. Le prometí que le ayudaría, y no me gusta dejarlo tirado. Él estaba enojado cuando me negué a decirle por qué quería renunciar. Es por eso que le dirás de nuevo que deseas que me vaya.
–¿Lo haré? –dijo en voz baja Gun. Puso una cara confusa–. Por cierto, ¿por qué quieres renunciar?
Recibió tal mirada, que hizo que un escalofrío corriera por su columna vertebral. De repente, quería sonreír.
Darle cuerda a Off era una de sus cosas favoritas en el mundo.
–No juegues recatado, Gun –dijo Off, su voz entrecortada–. Sabes por qué.
–No lo creo. ¿Y tienes que estar tan lejos? –Gun era incapaz de reprimir su sonrisa por más tiempo–. Si no te conociera mejor, pensaría que tienes miedo.
Si no hubiera estado observando tan de cerca, se habría perdido el endurecimiento en la postura de Off. Entonces él estaba acechando sobre Gun.
Su ritmo cardíaco corrió, Gun agarró el pomo de la puerta detrás de él.
Off se detuvo a pocas pulgadas de distancia.
Gun exhalado, odiando la forma temblorosa en la que sonaba.
Off tomó su barbilla y la inclinó hacia arriba, los dedos ásperos contra la sensible piel del cuello de Gun. Sus acerados ojos se clavaron en los de Gun.
–Creo que estás confundiendo algo, mocoso –dijo, sus labios curvándose en una sonrisa irónica familiar–. No te tengo miedo. Quiero dejar el trabajo porque tú me molestas demasiado y no puedo comportarme profesionalmente a tu alrededor. Es eso.
–Ah –dijo Gun, mirándolo desde debajo de sus pestañas–. Así que me besaste porque era molesto. Tiene mucho sentido ahora.
–No te bese –Off dijo entre dientes. Su cuerpo casi presionado contra Gun. Casi.
–No, por supuesto que no –dijo Gun. Alguien respiraba con dificultad; esperaba que no fuera él–. Tú sólo me mordiste. Me mordiste el labio y me dejaste lamer los tuyos.
La nuez de Adán de Off se movió.
–Tú me molestas.
–Yo no sé tú, pero yo no muerdo los labios de la gente cuando me molestan –Gun lamió la comisura de su boca seca. Estaban tan cerca ahora que podía sentir el aliento de Off en los labios–. ¿Estás molesto conmigo ahora? –Su voz salió mal: se suponía que sonaría como una burla, que se suponía que molestaría a Off, pero en vez de eso, sonaba como una invitación. Dios, estaba respirando y temblando como si estuviera en medio del sexo ¡Y el único lugar que Off estaba tocando era su cuello! Esto era ridículo.
–¿Por qué haces esto? –dijo Off con voz ronca, el ceño fruncido hacia él con los ojos vidriosos. Sus dedos se cerraron alrededor del cuello de Gun– Tú tampoco puedes querer esto.
–No lo hago –Gun acordó aturdido–. No quiero esto –Empújalo. Patéalo lejos. Pero no podía hacerlo. No podía moverse– No lo hago – susurró de nuevo, su mano llegó para enterrarse en el grueso cabello castaño de Off– Todo esto es tu culpa –Sus dedos temblorosos se clavaron en la nuca de Off cuando los labios de Off casi cepillaban los suyos. Los rastrojos de Off rasparon su barbilla– Te odio –murmuró, ya en boca de Off...
Y entonces se estaban besando, si es que se podría llamar besarse en absoluto, más bien atacarse. Off violaba su boca con besos húmedos y profundos, con un hambre feroz que debilitó las rodillas de Gun. En un rápido empujón Off le había clavado, atrapado entre la puerta, su cuerpo duro y el de Gun mismo, presionándose con necesidad. Dios. La lengua de Off se sumergió en su boca, barriendo el interior y la saqueó, la poseyó, y Gun le devolvió el beso, haciendo caso omiso del sabor metálico agudo de la sangre que se mezclaba en sus lenguas. Las llamas que ardían en su sangre estallaron en un infierno repentino, y él se perdió, sólo lejanamente consciente de que estaba jadeando y moliéndose sin poder hacer nada en contra de la cadera de Off, su mano en un puño en la camisa de Off y su mente felizmente vacía más allá de una profundidad sin forma de querer, y deseo, y necesidad carnal. Tanta necesidad.
Gimiendo en la boca de Off, Gun deslizó la mano entre ellos y agarró el bulto en los pantalones de Off. Off se estremeció y mordió su labio con un gemido, su pene empujando contra la codiciosa mano de Gun. Dios, quería esto. Lo quería dentro, profundo y duro.
–Fóllame –se oyó implorar. ¿Era realmente su voz, temblorosa y patética?– Por favor, fóllame.
Todo se detuvo. Los besos se detuvieron. Off se puso rígido. Off apartó la boca, el pecho agitado, con los ojos tormentosos. –No
Empujó a Gun lejos de la puerta y luego se había ido.
Sus rodillas cedieron, Gun se deslizó hasta el suelo y cerró los ojos, tratando de ignorar los escalofríos de deseo todavía viciaban su cuerpo. Ira, vergüenza y humillación quemaba en su interior.
Estúpido estúpido estúpido.