Capítulo I

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La brisa otoñal barría delicadamente las hojas sobre su cabeza, trayendo el olor del bosque a sus fosas nasales. Olía a árboles y a tierra y a fogatas lejanas donde la gente la esperaba a ella y a la cestita de champiñones a su lado. Pequeñas flores blancas otoñales crecían alrededor de sus piernas mientras estaba sentada en la hierba con los ojos cerrados, la espalda apoyada contra un viejo trocón.

Al principio no oía nada, un silencio perfecto, luego poco a poco empezaron a llegar los sonidos: primero la voz del viento, que soplaba suavemente entre los altos árboles por encima de su cabeza, luego el golpeteo de un pájaro carpintero cercano, seguido por la llamada de un arrendajo azul y por último el suave fluir de un pequeño arroyo que fluía debajo de la pequeña colina en la que ella estaba.

El sol estaba comenzando a ponerse, pero sus pálidos rayos aún llegaban a su piel, calentando su rostro y la parte superior de su cuerpo, transformando sus desordenados mechones castaños en color caramelo.

La niña abrió los ojos para contemplar la magnífica vista que tenía frente a ella: kilómetros y kilómetros de bosques, donde las capas de verde se interrumpían ocasionalmente por pequeños ríos que, con la llegada del invierno, se habían convertido en arroyos medio secos.

La colina solitaria se había convertido en uno de sus lugares favoritos desde que la manada se había mudado allí un par de semanas antes. No era la primera vez que la manada se mudaba durante el invierno, de hecho lo hacían todos los años, pero esta era la primera vez que Catra comenzaba a deambular por el bosque, dejando la seguridad de su aldea improvisada. Pensar en por qué esta era solo la primera vez hizo que su corazón se hundiera, pero no pensaría más en eso.

La chica respiró hondo y pasó una mano por su cabello  desordenado, tratando de empujar detrás de las orejas los mechones que seguían entrando en sus ojos y al mismo tiempo tratando de hacer retroceder los pensamientos oscuros que se habían apoderado de su corazón. Los recuerdos de risas y cálidos abrazos desaparecieron en la nada cuando se puso de pie.

El bosque frente a ella parecía interminable, con miles de millones de árboles altos de color verde oscuro que llegaban hasta el lejano horizonte, donde el sol desaparecía lentamente. Catra se preguntó cómo habría sido caminar a través de ellos, llegar a los grandes lagos que podía ver a lo lejos, sentir un aire más cálido en sus pulmones, pero incluso si el horizonte parecía tan cercano mirando desde la cima de la colina, Catra sabía que ella nunca habría sido capaz de alcanzarlo.

Durante el verano era raro encontrarse con otras manadas, ya que los alfas generalmente preferían mantenerse lo más lejos posible de lo que sentían que era su competencia, pero durante el invierno, con todas las manadas migrando hacia el sur, era difícil evitarse unos a otros, incluso si el bosque se extendía por millas. Por eso tenían fronteras: cada manada se quedaba en su propio territorio, cazaba en su propio territorio y hacía todo lo posible para sobrevivir el invierno en su propio territorio.

Catra nunca había visto ninguno de ellos, aunque últimamente se había preguntado mucho por la frontera sur, el pequeño arroyo justo al pie de la colina, pero los había olido. El dulce y delicado olor de los omegas, el rastro relajante de los betas y sobre todo el fuerte y excitante envío de los alfas, quienes claramente habían sido los que pasaban más cerca del territorio de su manada.

Había tres manadas en esa área, dos pequeñas, la de Catra y la que controlaba el área este y una más grande que, al tener al alfa más fuerte como líder, controlaba los territorios más cálidos y del sur.

La manada de Catra era bastante pequeña, no más de cincuenta personas, contando incluso a los cachorros más jóvenes que habían nacido durante el verano. La mayoría de ellos eran betas, luego había cuatro alfas, el más fuerte, Prime, era su líder y luego los otros actuaba como sus terroríficos secuaces que lo seguían a todas partes. Su último omega había muerto el invierno previo.

Are we out of the woods? OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora