Dreams

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Aquel penetrante calor, avasallador y recalcitrante, le recorría la piel como una lengua de fuego implacable, indemne. Sus terminaciones nerviosas le estaban jugando en su contra mientras sentía que cada músculo de su cuerpo se retorcía ante el espasmo de la satisfacción.

Su voz soltó un sonido. Un jadeo cantarino que se perdió entre el vaho caliente de la habitación, mientras las pesadas, pero suaves manos que le recorrían, le apretaban con engolosinamiento las curvas de sus nalgas.

Sus dedos amasaban animalmente sobre la piel ajena, mientras sentía que su cuerpo ardía entre el delirio y el placer. No podía dejar de soltar los sonidos vulgares que su garganta emitía, así como tampoco detener los embistes que le penetraban sus más deliciosos anhelos.

— Joder — susurraba entre gruñidos la voz de su compañero — estas demasiado apretado.

Sus pensamientos apenas podían hilvanar lo que estaba ocurriendo, sintiendo entonces la caliente lengua recorrerle el cuello, las mordidas posteriores y aquellos besos húmedos que solo hicieron inflamar aquel incólume deseo. Su desespero era casi demente, cuando sintió su voz salir de su garganta.

— No pares, por favor... — gimió agudamente, mientras sentía que en cualquier momento se marearía del puro placer.

— No me pidas eso jamás, Izuku — contestó con aquella voz aterciopelada y pesada su amante.

Entonces, fue cuando se dio cuenta de que su amante se estaba acurrucando en su cuello y le dio la cara. Sus ojos de rubí, su cabello de carmesí, su sonrisa seductora y amable, su fuerte y gran musculatura.

— No puedo dejar de pensarte... — susurró antes de embestir de nuevo y lanzar su cuerpo de nuevo a Izuku y su vista se puso en negro.

Con una exasperación casi irrefrenable, Izuku se levantó de sus sábanas, sintiendo la boca seca, jadeando y con un calor insoportable recorrer su cuerpo hasta hacerlo sudar. Su corazón palpitaba desbocadamente y, para su más mala suerte, sus sábanas no podían esconder aquella erección que su sueño había causado.

Frustrado, se frotó la cara con el dorso de sus manos, tratando de disipar las nieblas que aquel sueño había dejado y de enjuagar el sudor que le caía por la frente.

— Otra vez — susurró derrotado entre sus sábanas.

Era la cuarta vez en esa semana que soñabacon su compañero y amigo, y  en  situaciones tan eróticas, vívidas y calientes como esa. Solo para ponerlo  aún más alerta y avergonzado de lo que ya de por sí estaba.

No sabía exactamente cuándo había empezado a soñar con su compañero, pero desde aquel primer sueño – hace unos cuantos meses – Izuku trataba de no darle importancia, pues al final eso eran: sueños.

El pecoso de cabello rebelde trataba de no darle muchas vueltas al asunto. Se ocupaba. Se mantenía distraído. Y había aumentado sus tiempos de investigación sobre los quirks de sus compañeros. Además de entrenar horas extra con ciertos permisos que él insistía en tener.

Sin embargo, todas aquellas distracciones no eran suficientes para cansar a su indetenible mente. Haciendo cada vez más eróticos y mordaces aquellos sueños a su pobre y hormonal existencia.

Para Izuku en principio no fue difícil restarle importancia, pues veía a Kirishima como un gran amigo y, en cierto sentido, no podía negar de que en ocasiones se sentía nervioso por lo guapo que era, pero sin traspasar los límites. Aunque todo empezó a ser más difícil cuando soñó con él, besándolo tan ardorosamente y recorriendo su piel con un frenesí primitivo que hizo despertar a Izuku de la misma manera que esa mañana, con una erección y exasperado.

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