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Subió los últimos escalones, e ingreso a su edificio. Eran las nueve de la noche, apenas llegaba a su apartamento, luego de un largo turno de doce horas. Su espalda dolía por estar parado la mayor parte del día.
Al entrar al edificio, saludo al portero y se dirigió al ascensor, normalmente subía las escaleras, pero estaba más cansado de lo normal al haber hecho doble turno. Esperó a que el ascensor llegará, cuando lo hizo, entró y preciono el botón del octavo piso.
Luego de llegar a su planta, se dirigió a su apartamento. Su mirada de confusión viajo por el pasillo al ver una caja pequeña con muchas etiquetas de advertencia junto a su puerta. La tomo y observo un momento, abrio la puerta y entro.
Dejo sus cosas sobre el sofá y se sentó sobre el mismo, dejando el paquete en sus piernas, comenzó a quitar la cinta amarilla que pegaba los pliegues de la caja.
Al abrirla, grande fue su sorpresa, al ver un gato negro dentro de la caja, era tan chiquito, que pensó que era de juguete, hasta que el pequeño se removió abriendo sus ojitos, unos hermosos y brillantes ojos negros. Tomo como con ambas manos el diminuto cuerpecito, lo observo de cerca, no parecía asustado, solo soltaba suaves ronroneos.
Decidió llamar a su mejor amigo, ya que no sabía que hacer.
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