Epilogo

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La luz incomodaba la vista de Marcela, apenas estaba entrando la mañana cuando se movió entre las sabanas, el lugar a su lado se sentía cálido y el olor a campo entraba por la ventana abierta de par en par. El verano moría y el otoño tenia tanto que ofrecer ahora que no podía esperar por su llegada.

Estaba segura de haber dormido con el cabello trenzado, pero era común que terminara hecha un lio entre esos risos. Camino descalza por la habitación, sintiéndose aun adormilada, el ruido debajo de su ventana la hacía sonreir, podía imaginar lo que vería con solo escuchar esas voces en eco, Renato enseñaba a montar al pequeño Oscar, mientras Miriam aplaudía del otro lado de la cerca esperando su turno.

Apenas la noche anterior recorrió a oscuras esa piel que ahora brillaba con el roció de la mañana ¿Cómo podía tener toda esa energía tan temprano? Los años por Renato pasaron rápido y con gracia, tenía casi cincuenta pero aún conservaba la energía de su juventud, esos ojos azules dejaron se ser tan serios, y ahora se mantenían constantemente iluminados cada vez que le miraban, eran como imanes para su alma.

Se apresuró a ponerse cómoda, bajo las escaleras donde ahora las fotografías de su boda y de los cumpleaños en familia decoraban todo.

-Niña ¿no vas a desayunar?- escucho a una cansada Emilia gritar desde la cocina- Trae a todos a la mesa, apenas si tomaron un vaso de leche-

-Claro Nana- camino a ella besando su frente- buenos días- y tomando un vaso de agua se apresuró donde ahora todos eran risas

-¡Mami!- las manitas de su pequeña de cuatro años la alcanzaron apenas cruzó el camino

-Buenos días princesa, ¿Qué hacen levantados tan temprano?-

-Son vacaciones mami, papi lo prometió, dijo en vacaciones-

-Estos niños tienen la mente siniestra de su padre, no olvidan una promesa- beso las mejillas rosadas de la pequeña de ojos azules

-Tienes el sueño pesado a muerte, amor, saltaron en la cama apenas salió el sol, y tú solo dijiste "Papá se encargará" y te volviste acurrucar- se estiro sobre la reja donde practicaban para juntar sus labios.

- Tengo buenos motivos para estar agotada-susurro fijando sus miradas con esa risa cómplice que a sus hijos les encantaba observar

Mientras miraba a su hijo mayor y su padre montando no pudo evitar recordaba el pasado, se recordaba aterrada y perdida, incapaz de ver un futuro, de esperar nada de su propia persona, era aterrador mirar atrás, pero no podía evitarlo.

Jamás pensó tener una familia, no se sintió capaz de ser feliz, pero como un truco de magia todo salio por sí solo. Apenas supo que estaba embarazada su mundo entero tomo forma, Renato festejaba como quien se gana la lotería y todos a su alrededor no tenían más que buenos deseos para ella.

La piedad ahora era su lugar seguro, Renato cumplió su promesa, sería su lugar seguro, y así lo fue, todos los rostros amables y los cuchicheos ocasionales, todo eso era parte de su día a día feliz y constante.

Durante el desayuno esa mesa enorme se veía repleta, Paula salía para el hospital apresurado como siempre, besando la cabeza rubia de Amelia y Juliana quienes apenas podían abrir los ojos en la mesa. 

Aquello también fue una sorpresa, justo cuando pensaron que vivirían solo uno con el otro la partida doble llegó a sus vidas, y entonces los pasos titubeantes de Aldo se volvieron aún más firmes.

Podías ver en su mirada toda la grandeza del universo, todos podían verlo, y a diferencia de sus miedos ninguna de sus ahora tres chicas tuvieron que mirar al suelo en ningún momento.

Marcela amaba esa mesa, era como si al estar en ella todo desapareciera, y solo pudieran reír, como si cada silla siempre hubiera esperado por ellos.

-¿Tío Aldo, ya saben quién será la niña de las flores?-

-Claro, el Tío Fernando ha elegido a una de las niñas más bonitas para esa gran labor- la miro sonriendo

-Seguro que soy yo- le dijo a su hermano

-Claro que eres tu- el moreno rio- eres la única de las tres que puede caminar- y mirando el puchero de la pequeña comenzaron a reír

-Oscar, se bueno con tu hermana, ellas son tu responsabilidad, debes tratarlas bien siempre- lo reprimió su madre

-Así las mantendrás lejos de los buitres cuando crezcan- bromeo Aldo- aunque hagas esa cara, ahora no te importa, pero en cuanto crezcan estoy seguro que serás igual o peor de protector que tu padre-

-Solo espero que el tío Fernando y Tete tengan un niño, me ganan en número-

-Sera muy pequeño incluso cuando crezcan, lo siento amigo, eres el mayor de este hogar- Renato revolvió los risos de su hijo quien pasaba a concentrarse en su desayuno

Marcela se perdió un rato en sus pensamientos de nuevo, en días como hoy, donde no podía hacer nada más que sonreir se cuestionaba si todo era real, quizá en el pasado enloqueció de dolor y ahora solo podía divagar en su cabeza con lo que espero fuera.

Ya no solía pensar que era basura, tampoco se ahogaba viéndose al espejo esa marca en la cara, a veces ni si quiera la recordaba. Quizá estaba siendo ambiciosa, teniendo tanto y olvidando el dolor; o quizá era verdad que existía el karma, y después de sentir cada hueso de su cuerpo romperse ahora solo quedaba felicidad.

-¿Estas bien amor?- Renato entraba al despacho donde Marcela leía mientras su pequeña dormía en su regazo

-Lo estoy- susurro señalando a la pequeña

-Te he visto bastante nerviosa el día de hoy, ¿Todo en orden?-

-Me sentía un poco agobiada- susurro sintiendo como se hacía lugar a su lado en el sofá

-Dime todo lo que está en tu cabeza pequeña Marcela- susurro trayendo a todo el olor de su cabello a él

-Ya no soy tan pequeña Patron- bromeo

-Para mí te ves igual que ese día en tu salón, idéntica- la sintió relajarse entre sus brazos- entonces dímelo, dímelo todo vida mía-

-De verdad que estoy bien- jugaba con los risos de su pequeña-solo que a veces hasta la felicidad agobia- sonrió

-Cobarde- mordió su oreja divertido- es solo la mitad de la felicidad que nos aguarda, no puedes tambalear ahora- rieron

-Es tan pequeña- se mordió el labio- quiero que solo le pasen cosas buenas, quiero que Oscar sea un hombre tan bueno como tú, quiero tanto...-

-Lo tendrás, veremos a Miriam ser una hermosa mujer, clon de su madre claro- sintió su risa- y también recibiremos a la esposa de Oscar, que seguro será alguien con bastante voluntad-

-Siempre me preocupo de que el cuide de todas las pequeñas, pero en realidad creo que serán ellas quien terminaran cuidando de él- volvió a reír

Entre la plática su ansiedad se disipo, esa era la habilidad de Renato, traerla a tierra, aun cuando se sentía separarse del suelo.

-Llevare a la pequeña a la cama, y después tu y yo nos daremos un buen baño- se puso de pie

-Renato...- lo detuvo antes de que cruzara la puerta

-Gracias...-  y ese gesto que tantas veces vio en el pasado se presentaba ante él

-¿Por qué?-  intento no parecer nervioso

-Por cumplir tu promesa- y vio cómo su mirada se serenaba

-Te lo dije, ¿Crees que sería capaz de soltar tu mano?- le guiñó un ojo desapareciendo por la puerta

En realidad nunca lo sabrían, quizá fue Renato quien nunca soltó su mano, o Marcela quien se aferró a ella, no lo sabrían, pero la verdad ya no importaba, porque cada momento bueno o malo, doloroso o feliz los trajo hasta este instante, el instante en el que se encontraban juntos en la tina de su habitación riendo y jugando con lo arrugado se sus dedos como si fueran un par de novios.

Todos bajo el techo del Tostado dejaron ir su pasado, cada golpe, cada lágrima, todo ello fue cimiento de toda esta felicidad. Lloraron y rieron lastimaron y fueron heridos, pero estaban juntos, felices y fuertes.

La PiedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora