Desde niña nunca me gustó que me abracen ni dar abrazos, repelo completamente el contacto físico con otras personas a no ser que sean de una relación especial de amistad o amor -y es que la amistad es un tipo de amor- sin que eso incluya a familiares, ya que ni siquiera se me daba por abrazar a mi propia madre.
Nunca fui de tener demasiados amigos ni de asistir a fiestas o reuniones sociales con mucha gente, de hecho evito ese tipo de cosas ya que no son de mi agrado.Conforme fui creciendo las cosas empeoraban, eran pocas las personas que me comprendían y que tenían similares curiosidades a las mías, pero esas pocas se hacían de una gran amistad. Siempre eh sabido ser Leal a mis amistades, esas reales y genuinas -o al menos eso creia-.
Cuando estaba en el segundo grado una neumonia aguda me dejó en coma unos cuantos días, con algo de drogas y oxígeno lograron salvarme de milagro.
Lo que pocos saben es que yo no estaba bautizada en ese momento, debido a que mi padre era de otra religión y no había permitido a mi madre bautizarme. Los días que estuve en coma fueron realmente horribles, podía oír y sentir absolutamente todo lo que pasaba a mi al rededor, pero no podía ver ni moverme, las pocas veces que lograba hacer unos pasos fuera de mi cama podía oír a las enfermeras corriendo hacia mí y sentir el incremento de oxígeno entrando en mi pecho mientras me invadía una sensación de ahogo, entonces regrasaba a mi cama y trataba de gritar que me ayuden, que me despierten, pero no podía. Sentí llantos, gritos, frío, una sombra pasaba por mi lado haciéndome sentir un frío profundo, todo era obscuridad absoluta.Llegó un momento en que ya no tenia fuerzas para pelear, no podía moverme ni intentar gritar, ya no quería estar en ese lugar, decidí intentar descansar un poco y fue cuando lo oí "prepárense para lo peor, lamentablemente no creo que pase de esta noche" era una voz masculina que le hablaba a las enfermeras, seguramente era el doctor, pero no entendía que quería decir con eso, yo estaba ahí, no podía ver, ni moverme, pero podía oírlo todo.
Al poco tiempo comencé a escuchar una voz masculina diferente a la anterior, esta me daba paz, no podía entender completamente lo que decía a pesar de poder sentir su voz, era como si con cada palabra se alejara más de mí, de repente sentí una humedad fría en mi frente y todo se hizo luz, al fin podía ver y lo que veía era hermoso. Salí de la obscuridad donde me encontraba recostada directo a las nubes de algodón dignas de un capitulo de los osos cariñosos. Todo era hermoso y lleno de paz, ya no sentía miedo ni frío, pero tampoco podía oír ni sentir lo que pasaba a mi alrededor, ya no tenia dolor ni me oprimía el pecho al respirar. Fue entonces cuando la vi, era ella, grite de alegría "abuela!" No podía creer lo que veía, pero lo entendí en seguida, me iba con ella. Cada paso que hacía me daba más paz y alegría, pero cuanto más cerca estaba de mi bisabuela más podía comprender el gesto que me hacía, ella quería que regrese. Cuando estuve a apenas unos metros pude oírla "volve, volve. Tenes que volver" me quede inmobil en mi lugar y sin avanzar le reproche "no quiero volver, estaba obscuro, quiero ir con vos" pero ella con un gesto amable y una sonrisa insistió "tenes que volver con tu mamá, aún tenes cosas que hacer allá. Volvé por dónde viniste" con miedo de volver a la obscuridad y confianza en mi bisabuela, comencé a retroceder sin dejar de mirarla, al tercer paso que di en reversa desperté en el hospital.Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue a mi madre, mi hermana, mi abuela, un médico y un cura, todos en rondita tras el vidrio que me separaba del pasillo donde se encontraban. La primera en verme despierta fue mi hermana, su reacción instantánea de alegría y énfasis al saludarme alertaron a los demás, el médico se encontraba de espaldas a mí, cuando volteó a verme su expresión fue de desconcierto, el cura sonrió con satisfacción mientras los rostros de mi madre y mi abuela se iluminaron como quien enciende la luz.
El Dr. se hacerco a revisarme sin perder la expresión de asombro y los gestos de desconcierto. Definitivamente era él quien me daba pocas horas.
Luego entró el cura que me explico en palabras simples que me había dado un bautismo provisorio llamado extremaunción -menos mal que ahora le cambiaron el nombre-, y fue entonces que comprendí, su voz me guió a mi bisabuela, él con su oración me sacó de la obscuridad que me atormentaba al darme nombre ante Dios.
Cuando entró mi madre ya traía en sus manos una botella pequeña de agua mineral y un libro con imágenes para colorear, era una época difícil por lo que no dudo que haya gastado lo poco que tenía en ese regalo de despertar.
A los 3 días me dieron el alta, con seguimiento en casa por si acaso, pero como de milagro mi neumonia había desaparecido.Cuando volví a casa le conté a mi madre que había visto a la abuela justo antes de despertar y lo que me había dicho, mi mamá sonrió y me acarició el pelo "yo sabía que ella nos cuidaba desde arriba" fue todo lo que dijo.
No volvió a hablarse del tema hasta tiempo después, cuando comenzó a notar que un pulmón dañado en un 25% de su capacidad no era todo lo que me había quedado de esa experiencia en terapia.