Aveces la vida nos golpea, nos sacude, nos hace temblar hasta la última célula de nuestro cuerpo, y es ahí, exactamente en ese instante que comprendemos la importancia y la relevancia que tienen en nuestra vida cada una de las personas que nos rodean, es en ese instante que al fin podemos dilucidar lo realmente relevante.
Cuando la noticia del accidente llegó a mis manos me fue casi ireal, no podía creer lo que leía, pero sí, era su nombre, no había otra en la ciudad que se llamara igual. Perpleja no terminaba de reaccionar, inmediatamente ingrese al Facebook y busque a su hermana, definitivamente era ella, mi corazón se aceleró y me invadió una angustia enorme.
No pude hacer más que ponerme a disposición de la familia y quedar al pendiente del día a día.
En torno el tiempo pasaba era más evidente el trágico desenlace.
El momento llegó un sábado por la tarde, luego de varios días de altibajos y aparentes avances y mejorías que luego retrocedían. El vacío que dejó su partida y el sabor amargo en la boca se prolongan con un silencio ahogado y una angustia colectiva de todos aquellos que la conocían o conocieron.Tras la tragedia y las lágrimas llega el remordimiento, el enojo, la reflexión. No recordaba con claridad el motivo o la razón por la cual habíamos dejado de hablarnos, vi entonces una foto sonriente de ella con ese distintivo ideológico verde oscuro atado en su muñeca y lo recordé. Fueron mis hormonas gestantes las que generaron aquel entredicho años atrás, algo que hoy es de tal irrelevancia en mi día a día que aún no entiendo como podía llegar a discutir por tal motivo, sin embargo habría sido ese el motivo inicial de la distancia entre ambas los últimos 3 años, claro que nos habremos saludado en la calle algunas veces, intuyo que ella tampoco recordaba porqué nos habíamos distanciado, varias veces estuve a punto de invitarle un café o una cerveza y entre cosa y cosa no me daba el tiempo de hacerlo -cuanto me arrepiento de no haberlo hecho-.
Si pudiera regresar el tiempo -cosa que no puedo- definitivamente le invitaría ese café, esa cerveza, unos tragos o lo que carajos sea, pero pasaría tiempo con ella -como en los viejos tiempos-.
Hoy solo me queda aprender de esta tragedia a valorar las amistades por sobre cualquier tonta ideología política, religiosa o que se yo que otra cosa, no importa, solo importan las personas, las relaciones, lo mucho que queremos y apreciamos a aquellos que nos rodean, a esa persona que no vemos hace años pero que le tenemos cariño o aprecio.