Prólogo

84 9 2
                                    

Dos palabras. Dos puñales. Dos palabras en forma de un doloroso puñal. "Deberíamos dejarlo". Mi cara de asombro habla por sí sola. No era solo de asombro, más bien de un cúmulo de sentimientos cada uno diferente. Tristeza, sorpresa, ira, impotencia... ¿Por qué tenía que llover en estos momentos? Parecía una película de Hollywood o algo por el estilo.

Aún sujetaba el paraguas mientras veía como Drake se marchaba. Mis ojos comenzaron a cristalizarse. Qué acababa de pasar. Quise correr hacia él para pedirle algún tipo de explicación, pero mis piernas no respondieron.

La noche había transcurrido a la perfección. El día de antes acordamos quedar para pasar toda la tarde juntos. Al llegar el día, dimos una vuelta alrededor de la manzana haciendo tiempo para que el reloj marcase la hora con la que habíamos comprado unas entradas para el cine, durante nuestro paseo, hablamos con toda la normalidad del mundo. Como diez meses atrás nos hablábamos. Vimos la película, y tras salir de este, tuvimos una bonita cena en un pequeño restaurante. Como ya he mencionado antes, todo marchaba según lo normal, hasta que nos dispusimos a ir a mi casa. Y de pronto, cuando estaba apunto de entrar por la puerta frontal de esta, todo se torció y acabó en tragedia.

ー Deberíamos dejarlo ー dijo Drake dando una vuelta de 180 grados y saliendo del paraguas.

Su teñido pelo rubio comenzó a empaparse hasta parecer oscuro. No me dio tiempo de reaccionar antes de que se fuese. ¿Acababa de escuchar bien? Debía ser una confusión, pero aquellas palabras se repetían una y otra vez en mi mente. Como un disco rallado que siempre se queda pillado en la misma parte haciendo que retroceda y vuelvas a ver la parte por la que comenzaba a hacer interferencias.

Estiré la mano hacia él como pude pero era inútil. Ni una palabra. Nada salía de mi boca. Noté como mi corazón se paraba por unos instantes. La falta de fuerza en mis brazos dejó caer el instrumento con el que me protegía de las gotas provocando que cayeran sobre mi, mojando mi pelo.

Me quedé así por unos minutos intentando asimilar lo que había pasado hasta que pude entrar a casa.

Un Mensaje Que Nunca EnviéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora