Libro I: La niña del destino I La nación de los dos leones

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Ante la hoja blanca, mi querido lector, me dispongo a contar una historia. Es una labor difícil para el escritor novato comenzar con un relato. Bien podría comenzar con una frase ya hecha: Érase una vez..., o cualquier otra que me facilitará la introducción, sin embargo, quiero adoptar un estilo propio que me permita expresarme. Las primeras líneas son primordiales al comenzar una narración. En ellas el narrador conecta con la mente del lector, por lo que es fundamental encontrar las palabras precisas para engancharlo y que así se quede hasta el final del relato. En caso de que fracase ese primer acercamiento con el lector se perderá su interés, y, por lo tanto, el narrador habrá fallado en su relato.

No pretendo presentar ante ti un tratado sobre la escritura, ni tampoco quiero aburrirte con palabras vacías que seguramente no tendrán significado para ti. Ante todo, es que creo que si este libro ha llegado a tus manos no ha sido por una mera coincidencia. Tal vez sea el destino el que nos ha encontrado en esta época. La intención de mi relato es la de narrar una historia que ha rondado en mi cabeza por años y de la que quiero que formes parte a partir de las líneas que leerás a continuación. Sin embargo, como dicen, el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, tal vez encuentres algunas fallas en mi historia, por las que de todo corazón me disculpo. Mi propósito es ofrecerte entretenimiento en tus días de asueto, en aquellos momentos en que debas permanecer en casa y tu único escape sea un libro. Espero que pueda cumplir con tus expectativas.

Antes de continuar debo aclarar que el origen de este relato no es originalmente mío. Hace algunos años tuve la fortuna de conocer a un amigo quien me contó esta historia, pues él fue testigo de los hechos que estás por leer. Durante los años que duró nuestra amistad me contó todos los detalles de estas aventuras. Antes de que él partiera a los palacios de sus ancestros, dónde ahora mora con honor y gloria, me pidió el favor de escribir los eventos que él había presenciado, y que años más tarde se convirtió en una leyenda en las tierras de donde él proviene. Para mí es un placer continuar con el legado de mi viejo amigo. Donde quiera que estés, mi querido amigo, esta narración está dedicada a tu memoria.

Esta historia narra una leyenda muy antigua. En su lugar de origen todavía se cuenta entre las familias para inspirar a sus hijos a ser valientes en tiempos difíciles. Muchos han sido los historiadores que han querido recopilar los eventos de esos días confusos, pero pocos han logrado encontrar el material original, al que tuvo acceso mi amigo, quien fue testigo de todo lo que sucedió en esos días. Esta historia que a partir de este momento ya es tuya, mi querido lector, trata sobre la inspiración de una persona, en apariencia insignificante ante los hechos que la superaban, que supo alentar a una nación a recobrar su libertad. Esta persona no destacaba por su fortaleza física, o por el poder que imponía; sino porque fue un rayo de esperanza para su gente en los tiempos más oscuros. La narración que ahora vas a leer es la leyenda de Merina, la niña de los ojos negros, que ayudó a su rey a recuperar el trono que le había sido arrebatado.

En una tierra lejana, separada de otras por el ancho mar del occidente, se encontraba una nación, enclavada en el centro de un amplio continente llamado Loudos. Éste se extendía por largas llanuras, altas montañas, caudalosos ríos, espesos bosques y una variedad de naciones de gente y criaturas como las que ya no existen en el mundo moderno. Esta nación era conocida como Valdovia, que en su lenguaje nativo significa "la nación de los dos leones", una tierra próspera y poderosa que durante más de siete siglos había sido gobernada por la familia real, los herederos al trono de los dos leones, un longevo linaje de grandes reyes. Los monarcas de Valdovia gobernaban desde la ciudad de Skerandia, la ciudad roja y capital, en la que se ubicaba el Palacio de Granteforte, sobre una de las nueve colinas de la urbe. En aquel palacio se encontraba el trono de los dos leones, desde donde el rey gobernaba con gran autoridad.

Los viajes de MerinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora