II La visita nocturna

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Fue por esta época cuando sucedió un evento que cambiaría el destino de la nación de los dos leones. Para continuar mi relato, te llevaré, mi querido lector, a una comarca al sur de la nación de Valdovia, muy cerca de la frontera con el país de Astol. Aquella región es conocida como las montañas nubladas, pues se encuentra enclavada en lo alto de una larga cordillera que está cubierta la mayor parte del año por espesos bancos de niebla. Un ancho río, el Durmerio, corre por profundos acantilados que se han formado debido a la erosión del suelo causado por la afluente del río que baja de los manantiales formados por la nieve derretida de las altas montañas. El paisaje de esa región está lleno de espesos bosques de coníferas que crecen en las faldas de las montañas, y que permanecen verdes aun durante la cruda temporada de invierno, cuando la nieve se expande como un manto blanco por todo el paisaje. En las partes más bajas, donde terminan los bosques, anchos valles se extienden a una gran distancia, campos de los que se sirven los habitantes de la región para el pastoreo de su ganado, que es la actividad más común para los pobladores; dado que las tierras altas no son tan propicias para agricultura los pastos de los valles fungen una función muy especial para el desarrollo de la ganadería.

Por ello la mayor parte de la población se dedica a trabajar en sus granjas. Durante la primavera y en especial el verano, llevan a sus animales a alimentarse de los verdes prados de los valles, mientras que en el otoño y el invierno se dedican a la venta del ganado, que es comprado por los rastros locales para procesar la carne. Otra parte de la población se dedica a la tala de los árboles que llenan los espesos bosques que crecen cerca de las montañas. La madera es una buena fuente de ingreso, pues se usa para la construcción de casas y la fabricación de muebles, por lo que las villas y pueblos están llenas de artesanos de objetos de madera de la mejor calidad. La minería también forma parte de la economía de la región, aunque en menor medida a diferencia de la zona de las montañas de fuego, donde sobre todo se explotan los minerales más importantes; pero aun la región de las montañas nubladas tiene buenas reservas de carbón.

Debido a su altitud, la región de las montañas nubladas permanecía casi aislada del resto de la nación de los dos leones. Pocos caminos comunicaban los pueblos asentados en las alturas de las cordilleras, y algunos de ellos eran peligrosos por estar al lado de profundas barrancas y desfiladeros, que en época de lluvias eran especialmente resbaladizos. Sin embargo, la gente de la región se las arreglaba para establecer contacto con los habitantes de las regiones más bajas y comerciar con ellos. Durante la primavera había una feria a la que asistían personas de las comarcas más cercanas, y aun durante los meses más duros del año, que eran sobre todo el verano por las lluvias, y el invierno por la nieve, la gente y los productos iban y venía por esos caminos peligrosos.

La narración que estás leyendo, querido lector, continua con un hecho que sucedió justamente en una tarde lluviosa de verano. La época de lluvias suele ser fuerte en la región de las montañas nubladas, pues intensos chubascos se precipitaban durante gran parte de la tarde y la noche, atraídos por la humedad de la zona, que al pasar la noche se transforma en la niebla que cubre las primeras horas de la mañana. Esa tarde fue especialmente fresca, pues un aguacero helado cayó sin compasión, inundando los bosques, valles y colinas que rellenaban el paisaje. El camino que subía a la villa de Monjause, una de las poblaciones en lo alto de las montañas, estaba vacío de viajeros, que preferían quedarse en uno de los hostales en las villas del valle, a arriesgarse a sufrir un accidente en los caminos resbalosos que llevaban a lo alto de las montañas. A pesar de esto, un único viajero andaba sobre esa ruta; sin importar la lluvia, ni lo mojado de la superficie, seguía su andar sin parar bajo las inclemencias del tiempo.

Su caballo andaba con dificultades sobre el suelo lodoso que se formaba a medida que la lluvia continuaba. Las piedras del camino se volvían más resbalosas al humedecerse y hacían más peligroso el ascenso por la pendiente. Las granjas al lado de las que transitaba el jinete estaban desérticas. Los granjeros habían terminado sus faenas a hora temprana, asustados por las nubes negras que se asomaban en el horizonte, habían llevado a su ganado a sus establos para resguardarlo de la lluvia y del frío; ahora ellos también se resguardaban en sus hogares, al lado del fuego de sus chimeneas, esperando que el clima de la tarde mejorara, sin embargo, esa tarde aquello no sucedería, pues la lluvia torrencial no daba señales de terminarse hasta el amanecer del día siguiente.

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