Capítulo 12

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Narración de Ryan

Era la noche del 24 de diciembre, una de las peores del año. Odiaba la Navidad, aunque ante los demás trataba de aparentar lo contrario. Vivía en una casa enorme, pero vacía la mayor parte del tiempo. 

Casi toda mi familia estaba formada por abogados y trabajaban todos juntos en el mismo bufete. No podía quejarme, gracias a sus trabajos vivíamos bien y no teníamos problemas económicos, pero también por culpa de esto se pasaban la mayoría de tiempo fuera de casa. Ya estaba acostumbrado a estar sin mis padres desde pequeño por esto, pero afrontarlo en fiestas o fechas importantes aún se me hacía complicado.

Eran reconocidos por mucha gente porque hacían su trabajo correctamente. Viajaban muy a menudo para atender los casos que sucedían además fuera de nuestra ciudad.

Estaba en el escritorio que había en mi habitación, utilizando un ordenador muy caro que me habían comprado mis padres hace años para que pudiese jugar a cualquier videojuego sin molestarlos. Mi cama se encontraba al lado de este, era bastante grande, de matrimonio, para que yo estuviera cómodo. Las paredes estaban repletas de pósters de películas o series que me habían marcado, tenía incluso estanterías con marcos de fotos con familiares y otras tenían libros que no tocaba hace años. De hecho tenía una televisión en mi cuarto que podía verse desde la cama.

En conclusión, cuando estaba solo en mi cuarto mejor no podía estar, pero en realidad si el precio de tener tantas cosas divertidas era estar solo todo el día, prefería perder esos lujos y pasar más tiempo con mi familia.

Jugaba a un videojuego con Tommy, Jason, Jack y Connor. No les estaba prestando mucha atención, ni siquiera estaba pasándolo bien. Me despedí de ellos y apagué mi ordenador. Salí del cuarto caminando hacia el salón cuando me percaté de que mi móvil empezaba a sonar.

Sam, era Sam.

—Mierda —mascullé, me estaba poniendo nervioso.

Corrí un poco en dirección al espejo que había junto a la entrada de mi casa y me miré. Retoqué mi cabello antes de levantar el móvil y contestar la llamada. Sam siempre estaba guapísima cada vez que yo la veía, intentar estar a su altura era complicado.

—Hola Ryan —dijo sonriendo.

Llevaba un pijama puesto y un moño hecho, joder, le quedaba bien cualquier cosa.

—Hola Sam, ¿Qué haces en pijama todavía? —pregunté tratando de contener la risa.

—Aún no sé que ponerme, he estado ayudando a preparar la cena y no he tenido tiempo para pensarlo.

—¿Hay mucha gente en tu casa?

Escuché muchas voces de fondo mientras ella hablaba, me picaba la curiosidad.

—Bueno, han venido mis abuelos, mis tíos y mis primos peque...

Un chillido muy agudo la interrumpió provocando en mí un pequeño susto y un gran enfado en Samantha.

—¡Morgan, basta ya! —chilló abriendo y volviendo a cerrar la puerta de su cuarto.

—Te veo entretenida hoy.

—No puedo más, estar con ellos es agotador. ¿Tú tienes también mucha gente en casa?

—Estoy con mis padres, más tarde llegará el resto de mi familia para cenar todos juntos —mentí.

No me apetecía darle pena, mucho menos preocuparla. Quería verla disfrutar hoy, a ella le encanta la Navidad. A mí también, pero creo que esta Navidad no iba a ser una de las mejores, deseaba que no fuese igual de mala para ella.

—Te ríes de mí, pero tú tampoco vas muy arreglado —dijo indignada señalándome a través de la pantalla.

—Pero si estoy genial, siempre estoy guapísimo.

—Pensaba que te podría ver vestido de traje, con una camisa o algo por el estilo.

Toma, no ha negado que sea guapísimo, pensé.

—No iba a ponerme de gala para ni siquiera salir de mi casa. Si hubieses venido a cenar conmigo igual tenías esa suerte de verme tan bien vestido —bromeé, pude notar como se sonrojaba levemente.

Adoraba ponerla nerviosa.

—Es un poco tarde para invitarme ahora, ¿no crees?

—Bueno, tenemos muchas otras Navidades por delante juntos —contesté guiñándole un ojo.

Se volvió a escuchar otro chillido, pero esta vez Sam parecía mucho más preocupada que por el anterior.

—Joder, qué pesados son —masculló—. Tengo que irme, más tarde te llamo.

—Vale, intenta no morir a manos de tus primos.

—Feliz Navidad Ryan —dijo sonriendo a la cámara.

—Feliz Navidad Samy —contesté antes de colgar.

Guardé el móvil en mi bolsillo, caminé hacia la cocina y comí algunas sobras que había de ayer. Caminé hacia el sofá con la comida en las manos, me tumbé sobre este y encendí la televisión. Deje un canal en el que se reproducía una película navideña, el Grinch.

La miré atentamente mientras cenaba, cuando volvió a sonar mi teléfono.

Me puse nervioso mientras trataba de encenderlo pensando que tal vez era Sam. No fue el caso, mis nervios se desvanecieron cuando vi el rostro de mi madre en la pantalla.

—Hola mamá —dije serio.

—Hola cariño, ¿cómo estás?

—Pues he terminado de cenar ahora, ¿vosotros qué tal?

—Bien hijo, bien. ¿No estás con la chica esa? ¿Sam se llamaba, verdad?

—Mamá joder, no vive en Miami, como voy a estar con ella.

—Ay hijo, lo siento, se me olvidaba.

Mi madre sabía de la existencia de Sam porque yo pasaba horas y horas hablando con ella. Escuchó el nombre de la chica más de una vez cuando entraba a mi habitación sin siquiera preguntar y yo estaba en una llamada con ella, o cuando lo leyó en el nombre de su contacto mientras veía también como le enviaba mensajes embobado continuamente.

—¿Qué estáis haciendo? —pregunté decaído, ni siquiera se acordaba de nada más que no fuese su nombre.

—Vamos a cenar con unos amigos, solo quería felicitarte la Navidad hijo.

—Gracias —susurré—. Feliz Navidad a vosotros también —finalicé antes de cortar la llamada.

Siempre he adorado la Navidad, pero tenía muy claro que estas iban a ser horribles. Ya pensaría algo que hacer, pero me negaba a celebrar también el Año Nuevo de la misma forma que hoy. Era simplemente deprimente.

La estrella que no busqué | EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora