Vuelven los recuerdos.

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Me encontraba saltando entre algo blandito. Estaba riéndome sin motivo alguno y dando volteretas. Pero oí un grito de auxilio a lo lejos que provenía de una mujer, así que decidí acercarme. Cada vez que estaba más cerca, me resultaba más familiar su cara hasta que estuve a dos metros de ella y la reconocí, era mi profesora de lengua.

-Buenos días, señor Vryzas. Bonito día para hacer pellas -dijo con una sonrisa dibujada en los labios.

Antes de que pudiera responderle, me dí cuenta que estaba encima de una nube y estaba a kilómetros del suelo. Luego noté una mano que me empujó y caí. Ahora era yo quien gritaba.

-Oye tío, estás bien? -me preguntó James.
-Sí sí, claro... -dije mientras me quitaba la baba y el sudor de la cara con la camiseta. Quién no se dormía en las clases de lengua?

Él no contestó y volvió a prestar atención en clase.
James era uno de los pocos amigos que tenía. Era más bajo que yo y era moreno de cabello. Desde que le quitaron el aparato dental, siempre tiene la boca abierta. Siempre. Aunque no esté hablando. Creo que se siente orgulloso de tener unos dientes perfectos o tal vez es porque siempre está embobado mirando a la nada o a una chica, quien sabe.

En fin, yo soy Thomas. Thomas Vryzas. Odio el instituto (en verdad, a quién le gusta?) y todos y cada uno de los alummos y profesores que hay.

Sonó la campana y recogí mis cosas. Me dirigí hacia mi taquilla y dejé los libros, después la cerré y me quedé apoyado en ella. Giré la cabeza y allí estaba ella, la preciosa y perfecta Candy, rodeada de una pandilla de chicas bien maquilladas y que solo pensaban en qué chico se iban a ligar esa tarde. Pero pasó algo que desde Primaria no ocurría, me devolvió la mirada. Mierda. Qué hago? La aparto? Ella no va hacerlo, eso lo tenía claro. La seguí mirando a los ojos y después... me sonrió.

Me puse de puntillas para alcanzar y poder tocar el timbre de la casa de mi vecina y mejor amiga. Me abrió ella misma después de que preguntara quién era a lo que respondí con un "YOOOO".

-Hola, Thomas -saludó con esa voz de niña de cinco años que tenía. Y me sonrió.

Sí, me sonrió.

James se acercó a mí y me preguntó algo que ni pude entender pero daba gracias a que estuviera ahí porque me hizo dejar de mirar a esa chica que estaba a seis metros de mí.

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Hola bonitosssss, qué os ha parecido?

Los próximos los haré más largos y eso y bueno.

Ilyyyyy

Siempre, tu mejor amigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora