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Reto 1
El texto debe llevar este título:

«El jardín en el que por fin descansé»

Sabía que ese lugar no era de mí propiedad, en cuanto tuvieron la oportunidad me sacaron de ahí, como al peor de los animales, el peor de los delincuentes.

Mis cosas las tiraron a la calle, mis pertenencias, lo que pude adquirir con el sudor de mí trabajo.

Hasta las plantas que cuidaba con tanto cariño, mis rosales, todo, lo destruyeron todo. Quedaron sólo en el recuerdo de los que por ahí pasaban.

Al estado no le importa la necesidad, ni las emociones del ciudadano común, si no puedes pagar por algo, te echan a la basura.

En esa casa donde nací y me crié, dónde está todo lo vivido con mí familia y amigos, sólo quedan ruinas, ruinas que irán a parar a un relleno sanitario, pues ya hay maquinarías ahí para levantar un edificio de uso gubernamental. La próxima guarida de los corruptos y estafadores que nos dirigen.

Esos que dicen que tener dinero y llenarse de lujos es malo, mientras que a ellos les sobran los beneficios, los bienes y los dígitos en sus cuentas bancarias. Esos mismos que tienen testaferros para esconder lo adquirido a costillas de lo que le han negado a los que forman parte de las estadísticas en declive de cualquier sector de la sociedad.

!No sé a dónde ir!

Sin familia, sin amigos, sólo con una maleta llena de recuerdos, con las pocas cosas que pude recuperar.

Quizás iré a un refugio, donde la pobreza, se une con la necesidad y la vil ley del más fuerte, del que se fortalece dañando a otros para sobrevivir.

Pasarán los días, los años, quizás, si mí cuerpo lo permite y lo resiste, porque aquí, los viejos no valemos. Al parecer, no le somos útil a nadie.

No quieren contratar personas mayores, porque no están en nada. Porque, según ellos, no podemos adaptarnos a los nuevos tiempos. Cuando fuimos nosotros quiénes logramos lo que aún queda.

¿Cuánto tiempo pasará?

¿Será que debo lanzarme en la autopista?

No, no quiero perjudicar la paz de alguien más, no lo merece. Pero yo tampoco.

¿Me arrojo a las líneas del metro?

También hay gente inocente, pero, al menos, se enteraran los del gobierno.

Aunque no serán ellos los que desprendan los pedazos de mí carne de los rieles, ni los que limpien la sangre que se derrame sobre el piso.

Sin motivos para salir adelante, sin un salario para hacerlo por mí mismo, la mendicidad es la puerta para probar un bocado de comida al día.

Hasta que llegue esa misión que acaba con los que les estorba, así como lo hicieron los nazis, pero éstos con la mentira de que quieren ayudar.

Una bala cuesta tanto, para gastarla en los que ya no damos nada.

El último respiro fue en esa colina solitaria, donde un grupo de hombres corpulentos, vestidos de negro y con las caras tapadas, daban un batazo en la nuca, a los que en ese momento sólo eramos un saco de huesos y de historias sin importancia.

Nadie nos llora, nadie nos recuerda, nadie pelea por las necesidades de los demás.

El jardín en el que por fin descansé... Fue ese lugar donde dejé de respirar y dejé de preocuparme por el bocado de comida de mañana, el lugar donde nadie lloró por mí dolor, si no, que me ayudó a no sentirlo más.

Andrea Rivas

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