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Lidia.


Tres años antes...

Mis piernas se movían con desesperación sobre el piso de madera de la sala de estar. Era la única que faltaba por ver a mi padre y no entendía por qué me había dejado al último. Estos últimos meses habían sido complicados por la mudanza de Alemania a México y con el cáncer de mi padre. Sebastián y yo llevábamos casi tres meses en casa de mis padres y nuestra relación iba mejorando de a poco.

Mi vista viajó por todas las personas reunidas en la sala. Cada uno de ellos tenían una expresión de tristeza y preocupación en el rostro. La mayoría había salido llorando de la habitación.

La puerta de la habitación en donde estaba mi padre se abrió y mi mamá salió de esta. Sus ojos rojos y llenos de lágrimas se encontraron con los míos y trató de sonreír, pero rápidamente esa sonrisa se convirtió en una mueca y se mordió los labios. Se aclaró la garganta antes de hablar y se acercó despacio hacia mí.

Todos lo sabíamos: él se estaba despidiendo.

—Tu papá quiere verte, hija. —informó ella.

Le di una última mirada a la gente y caminé de prisa hacia la habitación. Entré y fui directamente hasta la cama. Mi padre señaló la orilla de esta y me senté a su costado.

—¿Cuándo le dirás a Sebas? —soltó de repente y lo miré un poco confundida. —Sobre el embarazo, hija.

Hice una 'o' con la boca y alcé los hombros en señal de no saber qué decir.

No pude ocultar mi embarazo a mis padres. No sé cómo se dieron cuenta, pero terminé contándoles y ahora insistían en que debía contarle a Sebastián.

—No sé si sea un buen momento, papá. Prefiero estar concentrada en tu salud. —le dije.

—Hija, él tiene derecho a saber. Y creo que le vendría bien una noticia como esta. —aseguró. —Ha estado al pendiente de mí y de ustedes. —miró a mis bebés que seguían durmiendo y luego me miró a mí.

—Papá... No sé. —solté rendida. —Ni siquiera he ido con la ginecóloga para saber cuánto tiempo llevo.

—Deberías. —se quedó mirando un punto fijo y después volvió su vista a mí. —¿Sabes cómo decidimos tu nombre? —preguntó y rápidamente negué. —Es algo muy interesante, la verdad. —dijo divertido y mi corazón saltó de emoción al verlo sonreír.

—Dime, pues. No me dejes con la duda. —exigí.

—Sabes que a tu madre y a mí nos gustaba viajar. En uno de nuestros viajes por Grecia, te concebimos. —dijo y alzó las cejas. —Decidimos ponerte de nombre el lugar en donde había pasado todo. Lidia es una región de Asia Central. —contó.

—¿Y luego? —pregunté. —Es decir, no quiero detalles de... Ya sabes. Solo quiero saber por qué me estás diciendo esto. —expliqué.

—Siento que vas a tener una niña, Lidia. Y me gustaría aportar una idea de un nombre. —le sonreí y asentí para que siguiera hablando. —A tu madre y a mí nos gustó mucho visitar Alabama, un estado de los Estados Unidos. Ambos creemos que es un nombre bonito y poco común. —me dijo.

𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐  (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora