Capitulo 1

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Me gustaría saber por qué las personas siempre hablan del amor y de los afectos. Aveces me pregunto ¿ Qué necesidad habrá de ser amados? ¿ Realmente estamos en un mundo donde el amor es imprescindible? Si queréis que hable de amor, os hablaré... "Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mi. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar" frase célebre del libro El Principito.
No, no, no, ¿Yo hablando de amor?. Si queréis leer una historia de amor, pues vayan a otro lado. Yo les voy a contar una historia, mi historia.
Había una vez, una niña llamada Crystal Elisabeth Addison, que vivía en las afueras de... Stop,¿ Para qué tanto preámbulo? Tampoco es un cuento de hadas, empecemos de nuevo.
Aún no me he presentado, mi nombre es Crystal Elisabeth Addison. Nací en el estado de Illinois, EE.UU, pero actualmente vivo en la Ciudad de Barcelona, España. Tengo 30 años, mido 1.64 mts de altura, mi cabello es lacio y largo, por debajo de mis glúteos aunque siempre lo llevo atado con una coleta, su color es castaño claro y se mantiene suave, sedoso en la mayoría del tiempo. Mis ojos son celestes,aveces suelen tornarse grises en días nublados, son pequeños pero al tener pestañas largas aparentan ser más grandes de lo que en realidad son. Mi nariz es delgada y mis labios son carnosos y rosados ya que están hidratados con bálsamo labial. Me considero una mujer común, en realidad es lo que suelen decir de mi y no se equivocan. Suelo usar vaqueros negros o azules, acompañados de una camiseta ajustada que marque mi cintura, infaltable mis zapatillas Vans negras y mi mochila color marrón café, ya que siempre la llevo a todos lados donde voy.
Aquí me encuentro, sentada en mi cama para contarles el por qué decidí hablar ahora y no aquel día que descubrí toda la verdad.
Todo comenzó ese maldito lunes, cuando Federico Mansilla, profesor de Psicopatología, en la Facultad de Psicología de Barcelona, nos dijo que investiguemos acerca del comportamiento de las personas referido al amor. Yo estaba decidida a investigar a fondo, sin importar las consecuencias, porque quería impresionarlo.
Él es fisicamente perfecto. Su piel es de tez blanca como un muñeco de porcelana, tiene unos bellos ojos en forma almendrada y de color verdes como el césped cuando es irradiado por un rayo de sol. Su mirada es tan penetrante y seductora, que suele incomodarme cuando nuestras miradas se cruzan. Su sonrisa es sublime, conjuntamente, con sus dientes blancos, perfectamente alineados por su ortodoncia en su adolescencia, que iluminan todo el salón cada vez que habla. Su nariz es fina pero delicada, terminando en punta redondeada y sus labios son carnosos, suaves, brillantes y de color rosado intenso. El cabello es esponjoso y al mismo tiempo sedoso, su color es castaño claro y brillante desde todos sus ángulos, acompañado de un estratégico corte militar que realza las facciones masculinas de su rostro tan privilegiado. Su altura es de aproximadamente 1.90 mts, contextura delgada pero con cuerpo trabajado, fruto del gimnasio.
Nunca nos dijo su edad, pero presumo que ronda entre los 30 y 35 años, un hombre bastante mayor para mi corta edad de 21 años. Siempre está elegantemente vestido con su traje azul marino, camisa blanca que marcan sus pectorales, abdominales y bíceps intensamente desarrollados, corbata azul con finas líneas oblicuas en dorado, zapatos de cuero negros y brillantes por el lustrado diario. El pantalón de ese traje, es tan sexy y ajustado, marcando sus glúteos y cuadriceps; además Federico es inteligente y audaz, Psicólogo recibido con honores en una de las mejores universidades del mundo, es sumamente exitoso, amable, dedicado a su trabajo, caballero en todos sus aspectos y hasta donde se, es soltero.
Esa misma tarde, a la salida de clases con Sebastián Ruescas, mi mejor amigo y gran compañía desde que llegue a España, decidimos comenzar a investigar sobre el proyecto de Psicopatología en la biblioteca nacional; Él quería ir en bus pero yo insistí en caminar, quedaba a sólo 5 cuadras de donde estábamos.
Mi fiel y adorado compañero de aventuras, es una persona muy agradable. Desde el primer momento en que lo vi, supe que seriamos grandes amigos, es un ser de mucha luz, protector, mi ángel guardián. Siempre está para mí cuando lo necesito, no importa el tiempo ni el lugar. Es testarudo, caprichoso y cabrón cuando las cosas no se hacen a su manera. Aún así, lo acepto tal como es y lo quiero con todo mi ser.
Es moreno, cabello largo hasta los hombros de color castaño oscuro y con pequeñas ondulaciones que se mueven a compás del viento, sus ojos son grandes y turquesas como el cielo, iluminan mi alma. Ese brillo que tiene en su mirada, es tan particular que podría convencer a cualquier persona de que el sol es cuadrado; Presenta una nariz pequeña y sus labios son tan delgados, que cuando esta enojado, se observa solo una fina línea. Mide 1.94 mts de altura, un ser bastante alto aunque me lo ingenio para abrazarlo, generalmente lo hago en puntita de pies.
Cada vez que lo siento cerca, puedo oler su fragancia tan embriagadora sobre su piel. Siempre le he dicho que estoy enamorada de su loción. Su vestimenta es tan simple como la mía aunque varia un poco; calza vaqueros rotos azules o desgastados, camiseta blanca con algún estampado de frases épicas y zapatillas Vans negras. ¡Wow vaya, que guapo es mi amigo!.
Al llegar a la biblioteca, la puerta principal de roble antiguo estaba cerrada. Golpee dos veces, para que nos atendieran, y mientras esperábamos, no solo me llamó la atención el marco de ésta en forma de semiluna en la parte superior sino también, el brillo del picaporte de bronce macizo labrado con insignias sobre la restauración Borbónica, en la Guerra Chiquita (1879-1880).
Sebastián, al mirarme, preguntó inquietante:
- ¿ Faltará mucho para que nos atiendan?.
- No te impacientes amigo, ya nos abrirán. Tenemos dos meses para recopilar datos - dije pacíficamente, acentando mi mano sobre su hombro.
- Es que quiero irm...- dijo sin terminar la frase al ver la puerta abrirse.
Desde lo oscuro del salón principal, aparece una señorita pelirroja, delgada, cabello ondulado y largo hasta la cintura, 1.60 mts de altura, ojos grandes de color miel, nariz pequeña y llevaba un labial color rojo escarlata, para dar aspecto de labios más voluminosos. Vestía una pollera tubo ajustada al cuerpo, color rosa pálido, y camisa blanca con volados en la parte superior del mismo; lo cual marcaba sus pronunciadas curvas.
- Buenas tardes, disculparos la demora; Estamos en pleno reordenamiento de libros. ¿ En qué puedo ayudarlos?- pregunta amablemente, mostrando su mejor sonrisa que dejaba ver sus dientes blancos como las nubes.
- Estamos buscando cualquier tipo de información acerca del comportamiento de las personas en relación al amor - expresé con mucho ímpetu.
- Acercaros por aquí- dice la bibliotecaria.
Agarro mi mochila marrón café, que había apoyado en el piso cuando nos atendieron y, con Sebas, seguimos a aquella mujer subiendo las escaleras espiraladas en forma de caracol.
- ¡ Wow, que grande es!- exclama mi amigo, abriendo sus ojos turquesas como el mar.
- Si, tranquilamente nos podríamos perder por la cantidad de pisos que presenta- dije señalando con el dedo índice la escalera que seguía su trayecto hacia el cielo.
A simple vista, la biblioteca no tenía fin, realmente era inmensa. La más grande que había visitado.
- Pasillo seis a la derecha, aquí encontraran lo que os estáis buscando. Por cualquier consulta, estaré en la recepción. Una vez más, disculparos la demora y el desorden - indica seriamente la mujer de prominentes curvas.
El pasillo era gigante, había libros por ambas columnas rodeándonos y al final de éste, había una caja pequeña, color beige, sellada y rotulada con la frase "Archivos científicos no autorizado", en una de sus caras laterales.
- Sebas, ¡ven rápido!. Mira lo que he hallado- lo llamé susurrando.
- Ya voy, espera un poco. Aquí también encontré algo que nos servirá - dice con voz incierta.
- Ayúdame a cargarla hasta aquella mesa. ¡Es pesada, joder!. Te pido que me ayudes- susurro un poco más fuerte, ya algo enojada.
Mi amigo, finalmente, aparece con un libro de tapa dura color borravino, en su mano derecha y, me pregunta:
- ¿ Y por qué tanto alboroto Crys?.
- ¿ Cuántas veces te he dicho que no me llames Crys?- exclamé en un tono casi colérico, con una miranda iracunda, frunciendo el ceño.
- Discúlpame amiga, no quise ofenderte.
Intentó calmarme y mientras discutíamos, expresé con voz peculiar:
- ¿ Esta caja podremos abrirla?
- No Crystal, esta caja no debería estar aquí. Seguramente la hallaste de casualidad, por la reorganización de los libros de la biblioteca.
- Vale, amigo. No me pidas rogarte. Ayúdame a llevarla a la mesa, quiero saber que hay en su interior - Insistí.
- ¡ Pues coño joder, te he dicho que no!. No quiero meterme en problemas una vez más por tu culpa. Me largo de aquí - manifestó muy cabrón.
Al ver que Sebastián bajaba las escaleras, decidí subir aquella caja beige a la mesa. Sin dudar un segundo, abrí las solapas selladas, sin saber que su contenido seria altamente perturbador y cambiaría la vida del mundo tal como la conocemos, sobre todo la mía.
- ¿ Que diablos es esto?- exclamé con cara de horror al verlo.

Verdades SilenciosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora