...

247 10 0
                                    


Gemi con su miembro en mi boca cuando metió la punta de su dedo.

Chupaba las paredes de mi entrada mientras su dedo entraba en mí, muy , demasiado lento.

—No soy un puto virgen. Mételo todo de una vez. —dije ya un poco molesto de sus juegos.

Él río un poco ante mí desesperación pero hizo caso a mi petición y metió todo el dedo seguido de otro,  haciéndome jadear.

—¿Contento, muñeco?

—Callate y follame con tres dedos.

El pareció encantado.

—A tus órdenes.

Hizo tijeras con dos dedos mientras yo tomaba su miembro. Introdujo el tercero y comenzó un vaiven rápido que me hizo jadear de placer.

Estuvimos así por un tiempo hasta que él se vino en mi boca.

Sacó sus dedos de mí y comenzó a follarme con su lengua. Me incorporé un poco y apoye mis manos en sus pectorales para sostenerme.

Me sentía tan cerca. Dios.

Me deje llevar y comencé a saltar sobre su lengua. Literalmente, montando su cara.

Él me dejó tener el control un momento antes de tomar mis caderas y manejarme a su gusto.

Lleve una mano hacia atrás y lo tome del pelo, acercándolo lo más posible a mi culo y restregando lo contra él.

—Asi es, rizado. Vamos, cómeme el culo.

Gemía sin parar y el no se quejó.

Pero no quería terminar así.

Así que, salí de encima de él, dejándolo respirar.

Verlo con mitad de la cara mojada y sonrojada, llena de lubricante y mis fluidos me encantó. Más cuando me sonrió.

Tan encantador, como siempre.

Le sonreí y me puse en cuatro, de perrito. Cómo él quería desde un principio.

—Ven aquí y follame.

Su mirada se oscureció.

Tomó el condón que habíamos dejado tirado, se lo puso y fue atrás de mí.

Le dió una última lamida a mi entrada, haciendome estremecer. Lleno su erección de lubricante y se inclino hasta mi oído.

—Si te duele o hago algo que no te gusta, dímelo.

Le asentí luego de que deje un beso en mi espalda.

No creo que haya algo que puedas hacer y no me encante.

Apoyo su miembro en mi entrada y la deslizó de arriba a abajo, tentandome.

Mordí mis labios y puse los ojos en blanco.

—¡MÉTELA DE UNA PUTA VEZ!

Su miembro entrando en mi bruscamente me dejó con las palabras en la boca.

—¡Ah! Maldito...

Tuve el impulso de dejar caer mis brazos y solo dejar mi culo en alto para que haga lo que se le de la gana pero su polla entrenado y saliendo de mi no me dejaba pensar con claridad.

Eran embestidas rápidas. Mis nalgas rebotaban en cada una de ellas. Y yo solo me sentía desvanecer.

De repente dejo de ser rápido y paso a un ritmo lento, pero duro. El cambio repentino me mareo un poco. Más cuando él se sentó y me atrajo hacia él, por lo que quede sentado sobre su miembro, de espaldas a él.

Trate de moverme pero me pareció imposible. Era demasiado placer. Era cegador.

Cuando vio que no podía controlar mi cuerpo, sonrió malicioso. Que hijo de...

Mi insulto mental fue interrumpido por como él nos levantaba hasta quedar arrodillados, aún con el dentro de mí. Me tomó de la cadera y la otra mano se enroscó en mi cuello, pero no fue un agarre fuerte. Fue solo un poco de presión. Y comenzaba con las embestidas lentas, aumentaba la velocidad, rápido y duro. Pero después cambiaba a uno suave y lento, y después duro otra vez.

Me sentía en una nube de placer. Solo lo sentía a él.

Comenzó con las embestidas rápidas otra vez y está vez, no me pude mantener. Apoyé una mano en el respaldar de la cama mientras su mano sostenía mi cadera y la otra acariciaba mi miembro, en sincronía con las embestidas.

Ya no podía más. Sentía que me iba a venir en cualquier momento, nunca había sentido que sería tan fuerte.

Él pareció estar en la misma situación porque aceleró las embestidas junto con el movimiento de su mano sobre mi miembro.

—Vamos, muñeco...ya no aguanto más.

Gemi y con una última jalada de su mano sobre mi miembro, me vine sobre las sábanas. Sentí que mi entrada apretaba su miembro y el se venía dentro del condón, respirando agitadamente en mi oído.

Ambos nos dejamos caer, exhaustos.

Solo se escuchaba nuestras respiraciones agitadas en toda la habitación.

Nos miramos y reímos a la par.

—¿Que tal ha estado?

Pregunto, haciéndome mimitos en la espalda. Ya sentía el cansancio en mi cuerpo.

Sonreí, risueño.

—¿Del 1 al 10?

Él asintió, sonriendo.

—Mm, seis.

El me miró con los ojos abiertos, ofendido.

—¡¿SEIS?! ¿Que? No. Fue un diez, sin duda.

Puse los ojos en blanco, con una sonrisa.

—Esta bien. Siete.

—Nueve cincuenta.

—Ocho y no se discute más.—termine.

Él entrecerró los ojos pero termino por sonreír.

—Bien. Lo acepto, pero me ofende muchísimo.

Le sonreí y me puse boca arriba. Agarre las sábanas y nos tape.

Él hizo un puchero. Alce las cejas y lo mire, expectante.

El sonrió, pícaro y se escabullo bajo las sábanas.

—¿Que haces?

—Buscando una mejor almohada para dormir.

Apareció entre mis piernas y se puso justo encima de mí. Con su cara en mi pecho y mis piernas rodeándolo.

Solté una risita.

—¿Mejor?

—Mucho mejor. —sonrio—Ahora solo falta una cosa.

Fruncí el seño.

—¿Qué?

El sonrió, pícaro.

—El segundo round.

Puse los ojos en blanco con una sonrisa, que se convirtió en una pícara y me escabulli con el bajo las sábanas.

Esto no terminará aquí.

Te llamaré mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora