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Cuando abrí mis ojos por la mañana, lo único que sentí fue un peso sobre mi estómago y algo húmedo en él.

Fruncí el seño y miré alrededor. Está no es mi habitación. ¿Dónde mierda estoy?

Ah, cierto. La fiesta.

Oh, no. La fiesta.

Fiesta. Fumar. Cigarros. Desconocido. Besos. Sexo intenso. Muy intenso. Segundo round. Descanso. Tercer round. Abrazos. Dormir.

Mire hacia bajo para encontrarme efectivamente con el desconocido durmiendo plácidamente sobre mi y babeando sobre mi estómago.

Agh. Puse los ojos en blanco pero una sonrisa se colo en mi boca al recordar todo lo que pasó anoche.

¿Fue intenso? Si. ¿Fue el mejor maldito polvo que tuve en mi puta vida? Si. ¿Me duele el culo? Si. Pero bueno, tengo que afrontar las consecuencias de mis actos. Lo acepto.

Mire hacia abajo cuando sentí movimiento. El desconocido estaba despertando. Y no me había dado cuenta que inconscientemente le había estado haciendo mimitos en el pelo. Upsi.

Él parpadeo un par de veces y levanto la cabeza en mi dirección. Le ofrecí una sonrisa pequeña y él la devolvió pero más encantadora.

Cómo todo de el.

Cállate, conciencia.

—Buenos días, muñeco.

Le puse mala cara.

—Buenos días, y no me llames muñeco.

—Oh, si. Claro.

—Gracias.

—Denada, muñeco.

Rode los ojos y me incorporé para comenzar a vestirme.

—idiota.

Él río, arrodillándose en la cama, envuelto con la sábana. Solo llevaba esos malditos boxers blancos.

Me miró sonriendo, divertido.

¿Porque parecía siempre estar sonriendo?

—Oh, vamos, muñeco. Ayer no parecía molestarte mucho que te llame así.

Me puse rojo de la vergüenza pero trate de disimularlo, mirando hacia abajo, fingiendo que buscaba mi ropa.

—Solo fue un momento de calentura, nada más.

—Claro. —dijo irónico, con una sonrisa.

Entrecerre los ojos.

—Callate.

—Callame.

Lo mire, divertido.

—Que original. —ironice.

Puso los ojos en blanco y comenzó a vestirse como yo. Ya tenía la camiseta puesta. Me faltaban solo los pantalones.

Él solo se puso sus pantalones y se sentó en la orilla de la cama, observando me.

Escanee toda la habitación, tratando de encontrar mis pantalones pero no los veía.

—¿En qué farmacia puedo encontrarte?

Mire por el escritorio y no estaba. Mierda.

—En la de te importa una mierda.

—¡Genial! No la conozco. ¿Dónde queda?

Puse los ojos en blanco y revolvi las sábanas para ver si estaban por ahí. Nop.

—¿Porque quieres saber dónde trabajo?—lo miré.

Te llamaré mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora