Nací en Jaén, por el año ochenta y cinco, primogénito de José Antonio y María Luisa. Mis padres eran unos jóvenes con muchos sueños y proyectos por cumplir. Decidieron comprar una casa en la Calle 19 de julio, entonces número dieciocho, y formar con mucha ilusión una familia. No estaban aún casados, y yo, como suelen decir, llegué por sorpresa o mejor dicho, de rebote. Plantearon celebrar la boda al mismo tiempo que mi bautizo, porque apenas tenían presupuesto y mi padre, no había encontrado un trabajo estable. A Don Guillermo, el padre de la parroquia San José Obrero, le pareció estupendo, ya que era muy allegado a la familia, pero a cambio, añadió Jesús a mi nombre, formándose finalmente el compuesto de Antonio Jesús.
Pasados unos años, seguí creciendo como un niño amado, al que nunca le faltó un detalle. Mi progenitor, por fortuna, encontró un trabajo como socio en una empresa de transporte. Los bienes familiares comenzaron a crecer, pero a cambio, sufría sin ver durante todo el día a mi padre. Mi madre, se ocupaba durante todo el día de mis cuidados y de atenderme por cuanto me hiciera falta. Ya por entonces, le diagnosticaron con esquizofrenia. A pesar de lo acontecido, ella siempre decía estar bien, pero en ocasiones, la veía perdida o histérica y me producía, tras verla con unos fuertes espasmos, una inquietud enorme.
Mi abuela materna, pasaba por casa muy de vez en cuando y comenzó poco a poco, a convertirse en mi nueva madre.Mamá comenzó a engordar y cambiar de aspecto con los meses. Cada vez tenía la tripa más hinchada y, aparte de los brotes con los que se inquietaba, la veía agazaparse, tomando con las manos la barriga al retorcerse del dolor. Una noche, asustado, la llamé desde mi habitación porque me parecía escuchar ruidos raros bajo mi cama. La noté pálida y con unas ojeras muy pronunciadas. Quedó parada frente a mi puerta y, aferrándose a la manija, soltó un alarido cuando notó que se estaba haciendo pis en el suelo. Caminaba a duras penas por el pasillo, intentando llamar por teléfono a mi padre que, por mala suerte, estaba esa misma noche de viaje. Yo me empecé a preocupar, o más bien a asustar, porque no paraba de decir que venía la niña.
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Exorcismo en Bailén
HorrorEsta historia nació como relato que dejé inacabado con el pensamiento de terminarlo cuando mejor pudiera. Después de un tiempo y viendo la repercusión que tuvo en su momento, estuve pensando la idea de crear varias partes o porque no, convertirlo en...