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Fuí yo, como olvidaría esa noche tan placentera.

El espectáculo grotesco, algo siniestro pero al mismo tiempo satisfactorio.

La desesperación de su rostro es algo que no quiero olvidar nunca, ver cómo poco a poco las capas de su piel carne y huesos iban formando una línea gruesa.

Lo ebrio se le había ido, nisiquiera había tomado tanto. Cosa que me molestó más.

Estaba totalmente consiente del engaño.

Pero yo, amada mía. Logré engañarlo de la mejor manera.

Primero las maldiciones, después gritos de dolor. Inicié con una de sus manos, específicamente los dedos.

El no podía hacer nada bien atado a esa silla de metal, cuando una de las pequeñas dagas que tengo se incrustó en su uña mientras la movía de lado a lado, desde arriba dejando casi salir un grito enorme por parte del chico.

Seguí cortando sus dedos partiendolos en dos, con todo y uña.

Nadie lo escucha, sigue gritando cuando despego una de sus manos de su cuerpo.
Llora, intenta pedir clemencia. Tomo una de mis cadenas especiales tranquilamente la colocó en su cuello, bien sujetada cómo debe de ser.

Se retuerce cómo un asqueroso gusano, no sé que le viste.

Su agonía es mi deleite, recuerdo la vez que me miró tomándote de la cintura.

Comienzo a jalar, su desesperación es más que notoria y la sangre comienza a salir.

Puedo sentir como su piel se abre mientras la cadena se comienza a adherir más a su cuello, un grito ahogado es lo que lo finalizó.

El tirón final, un placer que no se puede describir en simples palabras.

Fue espectacular, hermoso a su manera.


Dí la vuelta al dar el tirón con todas mis fuerzas, un golpe seco en el suelo me hace voltear. Ahora su cabeza forma parte de el.



La noticia de aquél auto incendiado con el novio tuyo dentro te cayó de golpe, trataré de entender tu dolor.



Ya que ahora mi acción tuvo una consecuencia algo amarga, no te he visto en mucho tiempo.

¿Enserio te afectó tanto?

Debería sentir culpa por tu pesar, pero el recuerdo de ver cómo iba dejando su vida poco a poco en aquella silla me llena de euforia.


Sé que me odiaras cuando leas esto.

𝑶 𝒃 𝒔 𝒆 𝒔 𝒊 𝒐́ 𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora