Vino directa hacia mí. ¿Por qué yo?, ¿por que ella? y ¿por qué ahora?.
-¿Me puedo sentar al lado?.
Mire hacia los lados, y puesto que no había ningún otro sitio libre, asentí, y mira que me jodía.
Ella estaba... Cambiada, pero seguía manteniendo su esencia. Ese pelo alborotado, esos ojos de tigresa, ese colgante... Definitivamente era ella.
Todos los recuerdos que me quité de la espalda volvieron, y me dió un escalofrío pensando en lo que me costaría que se fueran de nuevo.
Ella me miraba a mi, lo notaba, y yo miraba por la ventana, aunque la quisiera mirar.
El silencio entre nosotros no era incómodo, nunca lo fue.
Y ella, casi susurrando me dijo:
-¿Me prestas un auricular?.
Se lo dí, sin refunfuñar, sin hablar, sin rozar mi mano con su mano.
Y se lo colgó en la oreja.
La miré con rabia, después de todo lo que había pasado como se atrevía a hablarme como si fuera un desconocido.
El enfado se me salía por las orejas y se que ella lo notaba, porque empezó a temblar. No se si de nervios, de pena, de miedo o de rabia también.
Pero me daba igual, o eso pretendía pensar.
Acabo la canción que estábamos escuchando, y la siguiente fue la nuestra.
Sí, nuestra canción.
La que te ponen en la discoteca y gritas que no puede ser, y dejas de bailar y pasártelo bien por exactamente cuatro minutos y veintidós segundos solo para buscarla entre la gente, aunque sabes de sobra que no está.
Fui a pasarla y ella apartó la mano de mi móvil, y la agarró.
-Dejanos disfrutarla solo una vez más.
Mientras decía eso apoyó su cabeza en mi hombro.
Y no sabia que sentir, me estaba haciendo más un lío de lo que ya estaba.
Esta mujer siempre me había puesto de los nervios, y a cada día que pasaba más.
Acabo la canción y la pregunté:
-¿Por qué cojones haces esto?.
-Porque soy adicta a la nostalgia, aunque eso implique dolor.
Ella, tan sabía y tan espiritual como siempre, me cerró la boca y me dió un bofetón sentimental.
Quedaba solo una parada para mi destino, así que, agarré las flores y se las di.
-Te las mereces más que la persona con la que he quedado.
Ella sonrió, me dio las gracias, y como sorpresa final, un beso. UN PUTO BESO, a estas alturas, supuestamente habiéndolo dejado todo tan claro, vuelvo a sentir sus labios.
Cuando se apartó, la miré y negué con la cabeza, pronuncié un triste adiós. Sabía que iba a ser el último.
Y bajé del autobús.
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Línea 1
RomanceImagínate encontrarte a la persona que menos desearías encontrarte y que encima, se siente a tu lado en el autobús.