El comienzo de todo

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En el momento que decidí formar parte del experimento “Simulación Futuro 30XX” me encontraba sentada en un banco a merced de los insectos que plagaban cada lugar mugroso del parque en el cual me encontraba.

“El Guardián” me había dado el ultimátum, si quería que las cenizas de mi madre estuviesen protegidas debía pagar una gran suma en efectivo, además de los intereses.

Sinceramente no deseaba que la única familia que conocía acabase en los organismos de personas que utilizaban los restos de los difuntos para crear un afrodisíaco poderoso, los “Roba-polvos”, como se les conocía.

Debía encontrar alguna solución.

Tal vez todo hubiese terminado igual aun si hubiera seguido un camino diferente.

En esa situación unos volantes naranjas meciéndose al compás del viento tenían la respuesta que necesitaba.

Más aún después de divisar la absurda cantidad de dinero que les ofrecían a los participantes.

Al entrar a la página web que ponía en el papel - www.tododystopiafalso.com - , los patrocinadores me indicaron que al séptimo día un camión pasaría a recogerme junto a otros voluntarios y después nos dirigiríamos a una fábrica en el límite de la Ciudad 669.

Entonces heme aquí, en una habitación pulcramente blanca, acostada en una camilla y con una aguja enorme incrustada en la parte trasera del cuello que nos induciría el “Limbo”, o simplemente, nos dormirían.

Los investigadores se encontraban en la Sede Central del edificio donde proyectarían las situaciones que deseasen y a través de los sensores conectados a ambos brazos observarían mi respuesta ante cada estímulo. De eso se trataba el experimento.

Lo último que divisé fue a una persona con una extraña máscara indicándome que empezaría la simulación.

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Desperté ligeramente conmocionada, sin reconocer por instantes la locación en la que me encontraba. La enfermera se dirigía a mí.

- Soerñtia Eat, se orha ed us oadmcoi.

Muevo mi cabeza como señal para que se de cuenta de que no le entiendo, ella parece captar y toca un botón del panel incrustado en la pared azul. Los altavoces ubicados en las esquinas del cuarto empezaron a transmitir.

- Bonjour - Vuelvo a negar, toca otros botones. - ¿kon’nichiwa? - Al ver mi mueca de confusión lo intenta otra vez. - ¿Hola?

- ¡Ese es!, el último. - Ella suspira y me mira algo avergonzada.

- Lo siento soy algo nueva en esto de los idiomas. Se suponía que el programa decodificador debía ejecutar el comando de voz en español automáticamente, pero supongo que siempre hay fallos. - Toma un plato con sopa y verduras del carrito que transportaba. - Señorita Ate es hora de su comida. - Ella dirigió cada cucharada hacia mi boca en una tediosa labor y al terminar la limpió con un paño.

- Gracias. Disculpa las molestias. - Me regala una sonrisa.

- No se preocupe. ¿Desea que le encienda el televisor?

- Sí, por favor. - Obedeció y colocó el control remoto en la mesa próxima a mi cama, automáticamente salió de la habitación.

Me permití recostarme en el mullido colchón mientras una sensación extraña se apoderaba de mi ser, observaba el canal de noticias estelares.

“…El volcán Carlota entró en erupción por decimotercera vez en medio año, científicos advierten que se trate de la catástrofe más devastadora de la década y recomiendan la evacuación, esta vez permanente, de cada habitante en la zona dañada…”

Tengo sed. Si tan solo pudiese alcanzar el vaso de agua que se encuentra a mi lado.

“En otras noticias, hoy se cumplen 20 años del fatídico suceso de la antigua “Central Error” ubicada en la franja divisoria entre la Ciudad 669 y la 670. El accidente debido al misterioso incendio acabo con la vida de más de 100 personas y dejando a los sobrevivientes sin ambas extremidades superiores debido a los químicos suministrados en un fallido experimento. En breve, nuestra reportera Sol Adamas nos brindara varios testimonios de estas víctimas, sólo por…”

Dejé de prestar atención al hombre y a su piel color marino, en cambio mis ojos escudriñaron el exterior a través de la ventana.

La tonalidad carmesí le daba un aspecto siniestro al cielo, como si sangrara, a lo lejos el humo verde de las chimeneas serpenteaba hasta llegar a las a las nubes ámbares y las naves flotantes les daban la bienvenida a los exóticos pasajeros.

Cerré mis párpados e intenté relajarme inútilmente, unos toques al otro lado de la puerta hicieron que girara mi cabeza.

- Adelante. -  Exclamé. Una cresta se asomó por la ranura.

- Buenas. Señorita Milla Ate. - Asentí. - Mi nombre es Sol Adamas, soy la reportera del Canal News Venus. - Extendió la mano como saludo habitual pero enseguida la retiró algo incómoda. - ¡Dios, lo siento! Es la costumbre.

- No se preocupe, no importa. - Sonreí para tranquilizarla. - Puede hacer sus preguntas.

- En serio lo siento. - Negué. - Gracias de nuevo por acceder. - Levantó un dedo y lo deslizó por una pantalla holográfica, una cámara empezó a grabar. - Bien, primero que todo, ¿cómo fue que llegó a formar parte del experimento “Simulación Futuro 30XX”?

Traté de no expresar incomodidad alguna y obligué a mis palabras a salir por mí garganta.

- En el momento que decidí formar parte del experimento “Simulación Futuro 30XX” me encontraba sentada en un banco…

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- Milla, ¿Todo bien? - Mi compañero trató de captar la atención pasando su mano frente a mis ojos. Parpadeé, borrando lo que quedaba del recuerdo.

- Sí. Solo... recordaba cierta historia. - No confirmé que era la mía.

Nos encontrábamos en lo alto de un edificio, el pelo largo de él ondeaba con fuerza en la noche.

Como un estandarte de guerra.

- Ya tendríamos que haber empezado.

- Lo sé. - Recalqué. - Disfrutaba de la vista. Vamos.

Sin más me tiré del edificio, hasta caer en el tejado de otro. Pude notar como él me seguía los pasos.

Actualmente estábamos en una de nuestras habituales patrullas.

Como afiliados a la Compañía de Investigaciones Criminales, debemos realizar un bosquejo cada dos noches.

Estábamos a la caza de algún villano, se pudiera decir.

Hace más de cinco años que desperté en el Hospital.

Y cuatro que me implantaron brazos robóticos.

A pesar de querer una vida tranquila después de lo que pasé, fue imposible.

Resulta ser que tenía cierta energía en mí que necesitaba ser liberada a través de ejercicio físico, sino explotaría cual bomba.

Todo esto fue claramente un efecto secundario del maldito experimento. Y hoy día, con el gran avance de la tecnología, muy pocas cosas requerían esfuerzo.

Acostada en el hospital, la vinieron a reclutar unos seres vestidos de trajes pulcros.

Le ofrecieron una salida, o la tomaba a las buenas.

O la obligaban.

Ellos no podían permitir que andase sin una correa en mi cuello por la ciudad, no cuando podía causar un accidente en cualquier momento.

Por motivos obvios acepté, al menos hasta que lo que sea que habita en mí se extinga.

Esta es mi vida ahora.

Ja, menuda basura.

Milla AteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora