Capítulo cuatro

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|Kenny|


—¿Vamos caminando? —preguntó Alana cuando llegaron al primer piso del edificio.

Los tres negaron con la cabeza, ella solo les miró sin saber que decir. Aquel local de comida estaba a sólo tres cuadras del edificio, fácilmente podrían ir caminando, pero aparentemente ninguno iba a caminar por unos diez minutos hasta llegar ahí.

Debió sospechar que irían en moto, ninguno de esos dos se separaban de ellas.

—Emma, sube. —dijo Manjiro cuando llegaron hasta unas motos. —Ana, tu puedes ir con kenchin, o te vas caminando. —sonrió. —Te llevaría yo, pero no caemos los tres, y no me gusta que Emma se vaya con otras personas. —se excusó antes de subirse a su moto e irse de ahí.

Alana se quedó mirando como su amiga se iba, a los pocos segundos miró al joven a su lado.

A sus ojos, Draken daba miedo, por lo general, cuando los cuatros se juntaban —llegaban de la nada a la casa de Alana— era muy callado, hablaba con Emma y con Mikey, pero a ella casi nunca le dirigía la palabra, su semblante serio, su ceño fruncido, el tatuaje y la diferencia de altura.

Si Alana no lo hubiera visto reír en algunas ocasiones tendría miedo de él.

Aunque de todas maneras se sentía intimidada por él.

—¿Vamos? —preguntó fijando su vista en la muchacha que miraba la moto con atención.

Ella asintió con la cabeza antes de subirse a la moto.

—¿Te puedo abrazar? —preguntó cuando él subió delante suyo. —Es que me da miedo caerme.

—Weno. —respondió sin tomarle mucha importancia. —No me apretí eso si, porque no ando muy bien de la guatita.

—No te prometo nada. —soltó una pequeña risita.

Aquella risa llegó a los oídos del tatuado. Era la primera vez que la escuchaba.

Siempre escuchaba la risa de Emma —aparentemente la única muchacha a la que le prestaba atención— su manera de reír era tranquila, relajante, como si en realidad no fuera una risa, era una extraña manera de explicar, la risa de Emma le gustaba, pero la de Alana... la pequeña risita que había escuchado por parte de ella, era dulce, como si fuera una melodía que llenaba sus oídos, de aquellas risas que son contagiosas.

Le había gustado aquella risita.

—Ya, vamos rápido, que hace hambre. —dijo Alana antes abrazar la cintura del más alto.

No era un agarre fuerte, a decir verdad, Draken apenas sentía los brazos de ella, si no fuera por que sentía una calidez en su cintura dudaría que ella lo estuviera abrazando, no era incómodo, era cómodo.

Se le incomodaba viajar con otras personas, especialmente si eran mujeres, por lo general, siempre que llevaba a alguien se le apegaba mucho y lo apretaba de más. Pero por primera vez, no le disgustaba viajar con alguien.

—Esta es mi primera vez. —murmuró Alana cuando pararon en un semáforo en rojo.

Ella estaba mirando a su alrededor, con curiosidad, siempre que salía de casa, lo hacía caminando, el único transporte que usaba era el metro, por lo cual nunca podía ver la ciudad. Pero en ese momento, finalmente podía observar la ciudad.

Era de día, quizás eran las cuatro o tal vez las cinco, no sabía con exactitud, no importaba mucho de todas maneras.

Draken observó a la joven a través del espejo, observó aquellos labios rojos, estaba entreabiertos, mientras que aquellos ojos grises observaban con curiosidad el alrededor, como si nunca hubiera visto algo algo tan simple como las calles de la ciudad.

RedLips |Ken Ryuguji|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora