Capítulo 5: Bienvenida.

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Habían pasado tres días después de aquel encuentro con Fidel. Camila tenía una nueva actitud; ya no se le notaba cabizbaja, sino todo lo contrario. Se encontraba más feliz, su departamento ya no parecía un basurero; ahora estaba limpio y lo había decorado con plantas.

Ese día en particular se encontraba barriendo cada esquina de su habitación, hasta que una llamada interrumpió su laborioso quehacer. Era un número desconocido, pero en esta ocasión no dudo en contestar rápidamente. Para su sorpresa, era uno de los gerentes de "CSMS". Parecía imposible, pero le dieron la noticia de que había sido contratada.

Camila no podía creerlo, ¿cómo sucedió? ¿Fidel fue el responsable de esto? ¿Fue gracias a su excelente perfil académico? Sin importar cuál era el motivo, estaba contenta y, por primera vez desde hace tiempo, parecía que Camila había olvidado por completo aquella noche donde su vida corrió peligro y de aquel objeto misterioso que, por cierto, aún permanecía en su casa.

Antes de presentarse a su primer día de trabajo, salió con unas horas de antelación para darle la buena noticia a su mejor amiga, la señora Landa, y sobre todo para agradecerle, ya que ella fue la que le dio los volantes. Caminaba por las calles con una singular sonrisa; era tanta su emoción que esta vez ignoró por completo los boletines de personas desaparecidas que yacían en las paredes. Era fácil de observar que el número de boletines había aumentado considerablemente, y en una de las esquinas se encontraba el rostro de Nicolás Bane, quien llevaba desaparecido tres meses y los agentes de la policía no tenían ninguna pista de su paradero.

Camila llegó a su florería favorita, pero quedó impactada al darse cuenta de que el establecimiento se encontraba vacío; de hecho, varias personas estaban remodelando el lugar y pintando la fachada de lo que alguna vez fue un negocio de flores. Confundida, decidió preguntar a los negocios vecinos por el paradero de la señora Landa. Al ser demasiado temprano, muchos de los negocios se encontraban cerrados, pero enfrente había una panadería abierta, parecía ser un buen lugar para buscar información.

—Buenos días, disculpe, ¿sabe que pasó con la florería que se encontraba cruzando la calle? Parece que la han retirado por completo.

—¿La florería de la señora Landa? Lamento decirle que sí, han cerrado para siempre. Creo que tendrá que buscar flores en otro lugar; a unas cuadras se encuentra otra florería —le respondía un señor que cargaba una charola de pan recién hecho.

Camila no podía creer lo que estaba escuchando. Ese negocio llevaba generaciones en aquella ciudad, y la señora no tenía planes de cerrar su negocio.

—Una pregunta más, ¿sabe hacia donde se fue la señora Landa? ¿Si se movió a un nuevo lugar? ¿O sabe de algún domicilio dónde la pueda encontrar? Es que quería entregarle un obsequio.

—¡Uy! Creo que tendrás que venderlo porque, al parecer, se fue de la ciudad; en estos momentos ha de andar viajando por el mundo. No creo que regrese dentro de mucho tiempo. Yo tampoco lo haría si a mí también me hubieran entregado un maletín lleno de dinero.

—¿A qué se refiere? —preguntó con cierta confusión.

—Mire, no es por ser chismoso, pero creo que la señora Landa andaba en malos pasos en estos últimos meses, ¿me entiendes? Quizá en negocios ilegales —bajo el tono de su voz.

—¿De qué habla? ¿Negocios ilícitos? —respondió Camila entre risas.

—Desde hace tres meses la señora recibía constantes visitas de unas camionetas negras, con vidrios polarizados. Nunca alcancé a ver quién bajaba de ahí —musitaba mientras se acercaba a Camila—. Dicen los vecinos que la última vez que la vieron fue cuando recibió unos buenos fajos de billetes.

En la boca del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora