Ya habían pasado varios días desde que Camila había ingresado a su nuevo trabajo. Ya se encontraba acoplada a sus nuevas responsabilidades y parecía que la compañía de sus dos nuevos compañeros era excelente. Sim embargo, con quien más convivía era con Román, aquel chico extrovertido que hablaba sin parar.
En una noche en particular los dos se encontraban trabajando hasta tarde. El resplandor de la luna llena se podía observar desde las ventanas de la oficina.
—Espera, pararé por un momento. Primero necesito ir al baño y creo que después pasaré por un snack. ¿Se te antoja algo de la maquina dispensadora? —dijo Román mientras abandonaba su escritorio.
—No por el momento, pero gracias. Trata de apurarte, estos reportes no se harán solos.
Román soltó una carcajada y salió de su cubículo. Camila dejo de escribir por un momento y se recostó en su silla reclinable. Después de un momento de meditación, continuó con su trabajo.
Sin pensarlo, su fiel acompañante ya había rebasado los veinte minutos y no regresaba de su salida. La joven se encontraba en medio de la desesperación, puesto que requería la consulta de ciertos documentos para continuar con su trabajo. Después de un tiempo decidió tomarse la libertad de husmear por los casilleros y estantes que se encontraban en el cubículo para encontrar lo que necesitaba. ¿Cuál sería el problema? Román le había mostrado todas sus fotos infantiles más vergonzosas. Eso podría significar que ya tenían un nivel de confianza inmenso.
Entonces, se dio a la tarea de revisar con cautela cada estante.
El primer cajón contenía miles de copias empolvadas; su intuición le decía que ahí no se encontraba lo que buscaba. El segundo cajón contenía un sinfín de relojes de todos los tamaños y colores.—Wow, ya sé cuál es el regalo perfecto para su próximo cumpleaños —bromeaba mientras inspeccionaba cada reloj.
Los cajones posteriores contenían carpetas con cantidades inmensas de papeleo; claramente no era lo que buscaba. Agotada, se agachó para abrir el último cajón del estante, pero sus intentos fueron en vano porque no se podía abrir con facilidad. Parecía estar estancado. Tras varios intentos y forcejeos, logró que el dichoso cajón se abriera. Para su sorpresa, solo encontró sobres que contenían fotografías que retrataban distintos momentos de la empresa. Algunas mostraban reuniones ejecutivas, mientras que otras capturaban celebraciones a lo grande. En esas fotos, pudo reconocer a Fidel y a Román, este último con una barba bastante pronunciada.
Camila estaba muy entretenida viendo las fotografías hasta que, en los últimos sobres, encontró una en particular. La foto le borró la sonrisa en segundos. Estaba un poco húmeda y deteriorada, pero los rostros se podían reconocer perfectamente.
—Es él, es él.
Con una fuerte patada, cerró el cajón y se levantó del suelo. Durante varios minutos, permaneció inmóvil sosteniéndola. En el retrato, se veía a cinco hombres vestidos formalmente sentados en una sala de juntas. Camila reconoció rápidamente a sus dos íntimos compañeros de trabajo, pero también puedo reconocer a un sujeto más. Por su mente regresaron todos los recuerdos de aquella noche, la noche en la que había ocurrió el asesinato en el callejón oscuro.
—Es él, Nicolás Bane —su voz parecía quebrarse—, pero ¿qué hace ahí? No, no puede ser él. ¿Nicolás trabajaba aquí? Él estuvo aquí antes de morir.Sus inferencias parecían ser verdaderas, puesto que Nicolás Bane aparecía con mayor frecuencia en las demás fotos que se encontraban dentro del sobre. Era como si ese sobre estaba destinado para él. En ese momento, su corazón empezó a latir muy fuerte; el miedo en su interior recorría todo su cuerpo. Sus manos comenzaron a sudar y a temblar. Por su mente llovían un millón de preguntas que la atormentaban.
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En la boca del lobo
Misterio / SuspensoCamila es una joven soñadora, recién egresada de la universidad y que se encuentra en busca de oportunidades laborales para sustentar su vida. Una noche es testigo de un cruel homicidio de un hombre; el cual minutos antes de morir le entrega un extr...