-Eres un tonto imposible Alfa, bájame. Esto es francamente embarazoso -murmuró Mikey.
En un momento, su fuente se rompió mientras se besaban en la puerta principal. Demonios, por el aspecto de las cosas, podrían haberlo llevado un poco más allá... hasta que el bebé decidió que era tiempo de interrumpir. Lo siguiente que supo, fue que Takemichi le pidió que se quedara ahí. Un segundo después tenía la mochila llena de lo que necesitaban y tomó a Mikey en sus brazos como si no pesara nada.
-Salgan del camino -gritó Takemichi a sus vecinos de al lado, una joven pareja que se retiró apresuradamente cuando el Alfa mostró sus colmillos.
Entraron al ascensor. Con voz más suave, Takemichi dijo: -¿Puedes presionar los números? No eres exactamente un peso ligero.
-Entonces bájame, idiota. - siseó.
¿Qué demonios? Debería haber esperado que algo así sucediera. Cuando Takemichi sugirió por primera vez que practicaran los posibles escenarios cuando el bebé llegara, él se rio. Le dijo que esto no era un simulacro de incendio. Pero cuando el Alfa le dio uno de esos 'no preguntes, solo obedece' sabiamente se calló.
Además, Takemichi se veía demasiado lindo cuando estaba nervioso.
Ahora el Alfa le estaba diciendo lo que quería, o temía oír. Esa noche anterior no había sido un error o una cosa de una sola vez. Cuando Mikey mencionó a Takuya, Takemichi tenía una respuesta preparada, como si esperara que sacara el armamento grande.
Maldito Takuya, te apareaste con un hombre condenadamente obstinado.
La imaginación de Mikey trabajó horas extras. Juró que vislumbra el fantasma del otro Omega de pie delante de ellos, no era un fantasma vengativo, pero sí uno sonriente.
-Ya que tu fuente se rompió es mejor que te lleve cargado.
Las puertas se abrieron. Una pareja de ancianos se apartó por el gruñido de Takemichi.
-Buena suerte -les gritó la Sra. Shin. -¡Estoy emocionada de ver a su nuevo bebé!
Mikey le devolvió el saludo.
-Gracias, Sra. Shin.
-¿Qué jodidos fue eso? -Takemichi preguntó.
Estaban fuera del departamento ahora y frente al auto de Takemichi. El Alfa lo deslizó fácilmente al asiento trasero.
Mikey puso los ojos en blanco. -Los Shin. Viven abajo, ¿no lo sabías?
Cuando Takemichi frunció el ceño, continuó: -A veces voy a su casa a almorzar. El Sr. Shin me está enseñando a jugar al ajedrez y me encantan las galletas de la Sra. Shin.
El Alfa negó con la cabeza. -Realmente eres increíble, Mikey. Yo, por otro lado, no soy bueno con la gente.
Takemichi abrió el asiento del conductor y subió. El loco Alfa ya había trazado el camino más rápido al hospital hacía eones. Mikey se agarró a los asientos cuando prendió el encendido.
Cuando Takemichi maldijo a mitad de camino, Mikey asomó la cabeza desde su posición para escuchar una sirena de policía.
-Cálmate y hazte hacia un lado, -le dijo a Takemichi.
-No tenemos tiempo para esta mierda -se quejó.
-Cariño, detente y habla con el policía. Explica la situación. Estoy seguro que no voy a dar a luz fácilmente sabiendo que estás atrapado en una celda de la cárcel.
Eso convenció a Takemichi de detener el auto. Un breve dolor atravesó a Mikey, y bloqueó una gran parte de la conversación. Gimiendo, abrió los ojos para ver que las cosas no iban tan bien. Takemichi parecía que estaba a punto de arrancarle garganta al oficial de policía.