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—Hey ¿estás bien? —La voz de Mitsuya interrumpió el tren de pensamientos de Mikey.

—Dame un minuto —murmuró.

—Bien entonces. Estaré abajo con Takemichi y los cachorros. —Su mejor amigo le apretó el hombro a Mikey, antes de salir de la puerta principal.

Mikey echó una última mirada a su estudio. No había sido suyo durante mucho tiempo en realidad. Habían pasado dos años desde que dio a luz a los cachorros de Takemichi. Desde entonces, él continuó viviendo con el Alfa, constantemente resolviendo los problemas en su relación. Desde el principio ambos sabían que no todo sería arcoíris y rayos de sol. Algunos días, querían matarse el uno al otro, pero lo superaban.

Aun así, Takemichi le permitió quedarse con el apartamento, en caso de que cambiara de opinión. La idea surgió una o dos veces, pero solo durante un par de segundos. Mikey solo necesitaba ver lo que estaba a punto de dejar atrás antes de regresar a su departamento.

La mayoría de sus cosas habían sido empacadas, dejando solo espacio vacío. Justo después de dar a luz, Mikey le dijo a la agencia que Takemichi era su última asignación. No lo tomaron demasiado mal, pero le dijeron que si todavía era fértil y elegía regresar, sus puertas siempre estarían abiertas.

Mikey pensó que era poco probable, pero mantuvo esa parte para él.

Caminó a lo largo del pequeño espacio, tocando las paredes desnudas, los espacios que una vez mantuvieron sus muebles. Parecía una vida más desde que se mudó a la ciudad, incierto y asustado de su futuro.

En ese entonces, juró que no necesitaba un compañero para ser feliz... hasta que encontró al hombre correcto de todos modos. Después de hacer el recorrido, que fue un recorrido corto, cerró la puerta detrás de él. La llave de repuesto, la dejó dentro de un sobre junto con el último pago de su alquiler mensual.

Mikey deslizó el sobre a través de la ranura de la puerta, sabiendo que el Sr. Tanaka, el propietario lo encontraría. Sintiéndose lleno de energía, trotó escaleras abajo. Su corazón todavía estaba acelerado cuando llegó a la acera. Al ver a Takemichi hablando con Mitsuya, no anunció su presencia al instante.

Takemichi tenía al pequeño Takuya sobre su hombro. El cachorro normalmente era ruidoso, pero esta vez, casi parecía un angelito. Mitsuya sostenía a Emma de la mano. Su pequeña niña estalló en una sonrisa enseñando sus dientes, viendo a Mikey.

—¡Papi! —Ella lo llamó, delatando su posición.

—Hey, bebita. ¿Te has estado comportando? —Mikey preguntó.

Ella le guiñó un ojo. La adorable diablilla. Mikey temía el día en que Emma creciera y empezara a llamar la atención. Por otra parte, podía confiar en que Takemichi ahuyentaría a todos los chicos o chicas tontos que vinieran olfateándola.

—En su mayoría —respondió Mitsuya.

—¿Todo bien? —Takemichi preguntó después de que el Omegq lo besó en la mejilla.

—Perfecto. Vámonos a casa.

—Esa es la señal para que nos vayamos —dijo Mitsuya, y luego le guiñó un ojo a Emma.

—¿Estás seguro de que estás bien con llevarte a los niños por un par de horas? — Takemichi preguntó.

—No te preocupes, pastelito. El tío Mitsuya cuidará de sus pequeños ángeles.

Mikey resopló. Los cachorros de hombre lobo podían ser problemáticos, especialmente cuando crecían. Especialmente a esta edad, a Takuya y Emma les gustaba pasar de humanos a cachorros cuando querían.

𝗈𝗆𝖾𝗀𝖺 𝗌𝗎𝗌𝗍𝗂𝗍𝗎𝗍𝗈 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora