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Sentía la presión en el paladar y una arcada nacía del fondo de mi garganta ante la invasión repentina del pene entre mis labios que tocaba hasta la campanilla, levanté la vista llorosa hacia el rostro del hombre que tenía delante el cual solo sonrió de lado y me acarició la cabeza como a un perrito abandonado.

- Guarda esas lágrimas,no hemos hecho más que empezar... preciosa.

Varias horas antes.

Me encontraba en mi casa, tirada sobre la cama con el móvil en la mano deslizando vídeos en TikTok con total aburrimiento, alguno sacaba una sonrisa o diminuta risa aunque eso no paliaba la sensación de exasperación que sentía. Las últimas semanas habían sido una copia monótona del día anterior, se repetía el ciclo de trabajo, quehaceres en la casa tales como compras y momentos aburridos sin nada útil ni entretenido que hacer. Odiaba eso.

Cuando me mudé a Tokyo por trabajo apenas tuve tiempo de entablar relaciones con alguien que no fuera por trabajo y ahora que llevaba ya unos meses establecida se me hacía muy difícil; por alguna razón cuanto más tiempo evitas el contacto social más difícil se vuelve. Ni que decir tiene conocer a un hombre.

Suspiré y me recosté de lado en la cama apagando la pantalla del teléfono.

- Me muero por pasaruna noche de locura con algunas chicas y quién sabe, quizá conocera algún chico guapo y terminar a lo grande.

Me mordí el labio inferior y antes de darme cuenta ya estaba fantaseando con esa idea que sonaba tan bien. Quizá debía salir a tomar una copa y forzar un poquito la maquinaria del destino para que se pusiera en marcha ¿no? Quizá iba siendo hora de abandonar la idea de mi antigua vida y empezar a crear una nueva a tantos kilómetros del sitio que llamaba hogar.

- Bien Yoko, vete a laducha y ponte ese vestido escotado que atrapa las miradas de todos,esta noche las calles de Tokyo van a arder.

No sé exactamente el tiempo que me llevó reconciliarme con mi pelo el cual había decidido volverse salvaje el día de hoy, aunque finalmente lo tenía a mi gusto, atado en una coleta alta con varios mechones sueltos ondulados alrededor de la cara, aunque pudieran parecer aleatorios sabia a la perfección que no, todo estaba exactamente donde debería estar y así sería por toda la noche.

El vestido era rojo y ajustado a cada curva de mi cuerpo, bendita genética que mantenía todo en su sitio; con un escote pronunciado y un lazo negro que lo cruzaba y ajustaba su apertura a gusto de quien lo llevara, por último los botines negros de tacón de aguja daban el broche perfecto a todo el conjunto.

Con un abrigo corto de color granate me hice a las calles dispuesta a buscar ese sitio perfecto que hiciese que me quitara todo el malestar del cuerpo y pasarlo de miedo.

Entré en un par de locales pero no terminaban de encajar con lo que estaba buscando, al parecer hasta San Google me había fallado el día de hoy al recomendarme ir a estos sitios. Me estaba empezando a cansar de dar vueltas.

Cuando pensaba que acabaría en un antro de mala muerte con una cerveza en la mano apareció ante mí ese sitio que estaba buscando, a primera vista podía parecer un gran edificio de cristal repleto de oficinas pero lejos de la realidad se trataba de un centro dedicado al ocio tanto diurno como nocturno y para mi suerte, en lo más alto se hallaba el club más de moda de las últimas semanas, no podía esperar para subir y verlo con mis propios ojos.

La entrada era amplia y aunque muchos de los establecimientos estaban cerrados se podía notar la clase de sitio que era, la comida de los restaurantes de los pisos superiores llenaban el ambiente y me provocaron un deseo de parar por ahí en algún momento. Los ascensores se hallaban al final y según me acercaba pude ver como una puerta se estaba cerrando, no quería esperar que volviera a bajar por lo que aceleré el paso y puse la mano evitando que se cerrara y pudiera entrar, primer error.

Tres erroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora